Icenk grababa en vídeo el penalti córner lanzado ayer por China detrás de la portería que defiende María Jesús Rosa. Pocos segundos después, Pablo estudiaba esa acción en el ordenador portátil que tiene en el banquillo, mientras escuchaba las voces cómplices de Ramón, su ayudante, y Angel, el preparador físico. Ellos estaban enfrente, mojándose bajo la fina lluvia, calados, como todos, por la humedad de Pekín (85%) y una fina neblina que presidía el debut de España en el torneo de hockey sobre hierba femenino. Fue el de ayer un mal inicio. Una contundente derrota ante la anfitriona (3-0). Pero Pablo Usoz, el seleccionador, no daba signos de desesperación.

No existe mayor victoria que haber llegado hasta los Juegos cuando hace un par de meses en el preolímpico de Bakú (Azerbaiyán) vivieron una odisea que todavía hoy golpea las mentes de las jugadoras, convencidas de que les tendieron una emboscada. Se descubrió en un control antidopaje "un derivado de la familia del éxtasis" en dos miembros del equipo, lo que originó una tormenta de acusaciones, réplicas, recursos y batalla legal que erosionó la estabilidad del grupo. "Hasta cinco días antes de empezar los Juegos, no sabíamos si vendríamos. Fue una odisea", confesó Usoz.

El técnico está empeñado en olvidar el drama de Bakú. Allí no dejaron de suceder cosas extrañas. Muy extrañas. Desde desmayos repentinos de jugadores a continuas y molestas llamadas nocturnas a sus habitaciones en la noche previa a la final ante Azerbaiyán, anfitriona del torneo. España ganó (3-2), pero sin saber que iniciaría un tormento. Ayer parecían aún afectadas. "Ha sido complicado, pero dentro de lo que cabe lo hemos llevado bastante bien", dijo Usoz, quien intentó aislar a su equipo del conflicto. Ahora su único objetivo es hacer pasar página a sus jugadoras.