La organización del mayor y más complejo acontecimiento deportivo mundial certifica que China se ha subido al tren de la modernidad. A la espera de resolver la misión con éxito, el hecho de que el COI confiara en China implica el reconocimiento mundial a un país que hasta hace 30 años estaba hundido y encerrado. No hay dudas de su capacidad logística. Los problemas serán políticos.

El Gobierno y la población son conscientes de la imagen calamitosa global de China. Los JJOO deben servir para mostrar que éste es un pueblo en su mayoría feliz, que disfruta de unas condiciones de vida impensables hasta hace poco y que no merece ser condenado a la sección de sucesos. La obsesión por la seguridad puede arruinar esa voluntad y alimentar los prejuicios de Occidente.

Los expertos económicos aseguran que China adelantará a EEUU como primera potencia mundial en menos de 30 años, pero ahora quiere desbancarla ya en el terreno deportivo.