Los júnior de oro, campeones del mundo de la categoría en Lisboa 1999, condecorados en varios Europeos y ganadores del Mundial de Japón 2006, derrotaron por quinta vez consecutiva a Lituania -contando amistosos y partidos oficiales- y aseguraron la plata olímpica, el hito de la maravillosa selección de Los Angeles'84, para soñar con dar un pasito más en la final del próximo domingo en Pekín.

España sufrió lo que no sabe nadie, aguantó un incesante acoso de los bálticos de esquina a esquina del campo, en ataque y en defensa y, con los dientes apretados, se alzó con una victoria impresionante, histórica y que honra como deportistas, compañeros y baloncestistas a sus jugadores.

Los campeones del mundo se toparon con lo previsto: un rival aguerrido, sin complejos físicos, más bien todo lo contrario, dispuesto a pasear el músculo -sobre todo, para contener a Pau Gasol- y con una efectividad desde el perímetro matadora. Se toparon con un hueso muy, muy duro de roer. Tampoco podía ser de otra forma en las semifinales de unos Juegos.

Desde luego, también encontraron el rastro de un jugador de bandera como Sarunas Jasikevicius y una calidad colectiva de altos vuelos en todos los efectivos contrarios para aventurarse en el lanzamiento desde cualquier posición.

Y, no por sabido menos crucial, con la ausencia de un hombre llamado a desempeñar un papel principal en el acto de acceso a la final olímpica, en la prueba que, como poco, catapulta hasta el segundo escalón del podio, lo que para España significaba igualar el mayor éxito de la historia del baloncesto español en el cuadrilátero del Barón de Coubertain: la plata de Los Angeles'84 contra los Estados Unidos.

Raúl López ocupó el timón de la nave campeona del mundo, que ganó la salida por la mano (9-4 m.4), un plus psicológico frente a un cuadro de letales lanzadores transformados en auténticos forzudos delante del aro, donde la carga física que soportaron los internacionales de la 'eñe' ha debido quedar marcada en algún que otro hematoma sobre los brazos de Pau Gasol y compañía.

Sarunas Jasikevicius y Pau Gasol se retaron en la distancia durante el primer cuarto (siete puntos del ala-pívot de los Lakers de Los Angeles y seis del báltico), pero el partido se cocía ya a gran escala. Por un lado, en los constantes cambios y ayudas de España, muy bien manejados por el conjunto que dirige Ramunas Butautas.

Los lituanos consiguieron igualar el potencial reboteador de la selección nacional y, apoyado en la contundencia a la hora de proteger la canasta, emergió en la contienda para igualar el tanteador al concluir el primer corte (21-19). El auténtico cara a cara de la semifinal levantaba el telón entonces.

España repitió el guión del inicio para arrancar en el segundo episodio. Salió con un parcial de 7-1 (28-20), pero la actividad ofensiva de los bálticos cobró una pujanza súbita a través de la muñeca del jugador del Tau Vitoria Rimas Jasaitis y, aunque todos los informes tácticos sobre ellos señalan este aspecto, también por medio de Ksystof Lavrinovic.

Lituania convirtió cuatro triples entre los minutos veintisiete y veintiocho. Cinco de los seis de la primera parte dentro del cuarto. El propio Jasaitis subió la primera ventaja de los ex soviéticos al marcador (34-37) y, ahí, comenzó un rifirrafe sin tregua. España acusaba la fiereza defensiva de los lituanos frente a la canasta, más que nada, porque desaprovechó además algún que otro tiro libre y, en ese apartado, Lituania carburaba como una máquina (ocho de nueve en el paréntesis; dieciséis de diecisiete al acabar el tercer tramo).

El dato que mejores augurios levantaba en el seno de la tropa española procedía del recuento de personales puesto que los dos pívots titulares rivales, Lavrinovic y Robertas Javtokas, sumaron tres por cabeza durante el primer tiempo (40-42). Además, el otro pívot, Marijonas Petravicius. cometió la cuarta en el minuto veintidós.

Sin embargo, tanto Javtokas como Lavrinovic supieron resguardarse de las personales en el tercer cuarto. El segundo, incluso anotar una jugada con triple y personal a seis segundos para el cierre del corte (62-66), huérfano de noticias procedentes de Pau Gasol, pero repleto de titulares sobre Felipe Reyes, un bastión inmenso, sutil pero rotundo, inagotable, vital, indispensable y salvador.

El asalto, por otro lado, echó un poco más de presión sobre Javtokas y Lavrinovic, que terminaron con la guadaña rozándoles el cuello (cuatro faltas cada uno). España había pasado el peor trago, el goteo de puntos arriba y abajo para uno y para otro, la tensión máxima. Y, como siempre, Pau Gasol también anunció su presencia para batirse en la traca definitiva. Respondió al triple con personal de Lavrinovic que culminó el periodo anterior (62-66) según la selección encaró el aro (64-66).

La línea interior báltica sufrió la primera baja por las faltas -Petravicuis- a los 32 minutos. Y España, con los riñones de Reyes y Carlos Jiménez colorados de tanto pelear -impresionantes ambos-, puso la directa hacia la final.

Reyes (71-71 m.33), Rudy Fernández en una tacada rebosante de oxígeno (73-71; 76-74 y 78-74) y, cómo no, Pau Gasol desde la línea de personal, así como Jiménez (81-74), doblegaron la resistencia lituana, tocada en la línea de flotación con la eliminación por faltas de Lavrinovic (m.34). España ya tiene la plata, iguala a la mítica selección de Los Angeles'84 y, por supuesto, sueña con el oro. Soñar es gratis.