Hasta que Javier Gómez Noya no entró en el kilómetro seis de la carrera a pie, Andreu Alfonso, el técnico de la Federación Española de triatlón, no se empezó a preocupar. "Lo llevaba todo controlado, pero empecé a temer que algo iba mal al ver que no rompía la carrera y se iba".

Después de la natación y la prueba en bicicleta, todo parecía seguir el guión establecido. Los ataques de Iván Raña tras salir de la segunda transición dejaron el grupo de 56 en una decena y solo una vuelta después, en cinco. Era el escenario propicio. Pero el ataque del campeón mundial no llegó. "Ya no me quedaba nada que dar", reconoció Gómez Noya, mientras recibía el consuelo de su novia, la triatleta alemana Ricarda Lisk. Gómez Noya admitió que en algunas otras carreras ha tenido problemas de digestión cuando hace calor y se lamentó de que eso haya sucedido en la cita clave.