LUGAR DE NACIMIENTO MADRID, 24 AÑOS.

TRAYECTORIA OCTAVO EN SALTO DEL MUNDIAL DE STTUGART-08; SEXTO POR EQUIPOS EN STTUGART-07

Isaac Botella, una de las brillantes promesas de la gimnasia española, recuerda que aterrizó en este sacrificado deporte a los ocho años, cuando vio a un niño hacer la rueda. Desde ese día se empeñó en hacer lo mismo. El resultado: un finalista olímpico.

--Hay que pensar que Deferr le habrá dado algún consejo antes de afrontar la final.

--Gervi me dice que esto del salto está mamao... Me dice: Te voy a explicar cómo se hace esto y ya está´. El lo ve fácil. Siempre me ha repetido que yo iba a ser su sucesor, y estoy en la final, y que lo único que tengo que hacer es salir y completar mi ejercicio. Dios quiera que sea así.

--¿Se imagina tomándole el relevo en el podio?

--No sé qué me pasaría por la cabeza. ¡Uf! Si me sale bien seguro que me da la llorera. Pero será muy complicado. Yo salgo con una nota más baja que los favoritos como el rumano Dragulescu, el francés Bouhail o el polaco Blanik. Pero Gervi, cuando ganó, también partió con una nota más baja y mírale ahora. Todos hacen unos ejercicios que dan miedo. Hay que tener huevos para asumir el riesgo que ellos toman, porque te puedes estampar.

--Realmente, se ve con posibilidades en la final.

--Si calentáramos todos cinco minutos cuando salimos, no tendría ninguna posibilidad. Pero antes de competir estamos una hora en la zona de calentamiento. En un escenario completamente distinto, y cuando ya tienes las referencias cogidas te cambian. Y eso puede descolocar mucho por la pista, por el público. Ya veremos.

--Parece muy tranquilo.

--Yo lo tengo claro. Es mi mejor año en el concurso de saltos. Gané en el Blume y en Eslovenia. Pero arrastro también algunos problemas en la espalda. Cada vez que salto es como si me dieran una puñalada... Pero hay que aguantar.

--¿Hay rivalidad entre compañeros de equipo?

--Cuando estamos en la sala de calentamiento nos miramos los unos a los otros y pensamos: A ver si este o aquel fallan´. Pero en general, hay buena relación entre todos nosotros porque coincidimos casi siempre. Yo, menos con los dos franceses, me llevo bien con todos ellos.