Para Ronaldinho son los juegos de la redención. El brasileño ha llegado para decir que puede volver, que aún no está acabado. No ha venido hasta China, después de marcharse del Barça camino de Milán, para quedarse en la puerta. Si no coloca a Brasil en una final olímpica será la segunda vez que fracasa después del duro varapalo de Sídney 2000. Empeñado, casi obsesivamente, en conquistar el oro, Ronaldinho lo necesita. Se peleó con el Barça para venir antes de su traspaso. Convenció luego al Milan para que le dejara estar en China. Y por aquí anda, sin deslumbrar con su juego --marcó dos goles a Nueva Zelanda--, pero mantiene todavía intacto su carisma.

El domingo se le vio por vez primera por la Villa Olímpica y generó un tumulto. Al estilo de Nadal, uno que ya se ha ido, Phelps o Bryant. Hace tiempo que el fútbol de Ronaldinho no está, sin embargo, a la altura de su imagen. Ayer, por ejemplo, Leire Olaberria, la medallista de bronce en pista, tuvo la oportunidad de descubrir los rizos y la nueva figura del brasileño en el comedor de la Villa. "Se ha montado un espectáculo terrible, todos querían tocarle", dijo la ciclista vasca, asombrada por el entusiasmo que genera Ronaldinho, necesitado de encontrar su sonrisa futbolística, aquella que le hizo cambiar la historia reciente del Barça, con el que ganó dos Ligas y una Liga de Campeones.

Presionado

Antes de la semifinal, ha alternado buenos partidos, el de Nueva Zelanda, sobre todo, con otros, como el de Camerún, en el que fue el otro Ronaldinho, aquel que asomó en el Mundial 2006 y devoró al auténtico. Tal vez sea la fatiga. Ha jugado cuatro partidos seguidos, algo que no había hecho en los cinco últimos meses. Tal vez sea que nunca volverá a ser quien fue: un genio. En el Milan, sin embargo, lo compraron por lo que fue, pero él antes tiene una misión. "Mi único objetivo es ganar la medalla de oro y hacer historia". El ´Crack´ quiere volver. Estos Juegos pueden decir si ha sido un adiós definitivo o solamente un hasta luego.