Las historias de los cuartos puestos suelen ser un querer y no poder, pero la de Marina Alabau es un querer y no creérselo. La windsurfista estaba en todas las quinielas porque es la número uno del mundo desde hace 19 meses y porque este año no había bajado del podio. Hasta ahora. Su brillante temporada no bastó para darle la confianza del vencedor.

Menuda, simple y honesta, esta sevillana de 22 años no tiene nada de niña. Lo demostró ayer en la final, en que la vela española podía conseguir el segundo metal de estos Juegos, cuando en dos choques con la británica chilló reclamando la actuación de unos jueces que no vieron o no quisieron ver. Sacó el nervio desde el principio, colocándose primera en una regata en que las tablas flotaban más que navegaban por el poco viento. No eran sus condiciones.

En la prueba le sobró una adversaria, Bryony Shaw, que se colgó el bronce. Dos veces se le cruzó la británica y dos veces hubo incidente. En el primer choque la sevillana tenía una clara preferencia de paso y reclamó, pero los jueces ni lo oyeron ni lo vieron, aunque había cinco neumáticas del jurado para 10 tablas. La segunda incidencia fue más discutida, y esta vez hubo dictamen del jurado, pero en contra de Alabau, que se vio penalizada aun llevando la razón. La multa la pagó cara, porque acabó entrando cuarta, con la italiana, la inglesa y la china delante. Ellas subieron al podio y la española, campeona de Europa (2007 y 2008), subcampeona mundial (2006) y bronce en el Mundial de este año, se quedó con el cuarto puesto.