-¿Qué le llevó a hacerse funcionario de prisiones?

-Empecé a trabajar en la Papelería Librería López, que estaba en la calle San Pedro, que compaginaba con mis estudios de bachiller superior. Al finalizar el contrato me fui de voluntario al servicio militar y en el año 85 me encontré con un amigo que se estaba preparando las oposiciones para funcionario de prisiones. Vi atractiva la idea porque habían sacado más de 1.000 plazas y estábamos bien retribuidos en esas fechas. Empecé a prepararlas en una academia en el antiguo colegio Licenciados Reunidos; nos preparaba el antiguo director de Cáceres I, Luis Arroyo, y Jesús, que era educador. Aprobé la oposición y me fui a hacer las prácticas a la Escuela de Estudios Penitenciarios de Carabanchel, donde estuve dos meses. De ahí me trasladaron a Huelva; fue el primer centro en el que estuve, y allí pasé cerca de dos años. Soy funcionario de vigilancia interior.

-¿En qué consiste exactamente ese puesto?

-Hacemos las tareas específicas de vigilancia, el control de seguimiento de los internos en un módulo.

-¿Puede describir su experiencia en Huelva?

-Antes me llamaron de una bolsa de empleo para trabajar como interino, de administrativo, en el Hospital de Plasencia, pero opté por Huelva. ¿La experiencia? Fue difícil. Recuerdo el primer día que entré allí, me impactó la falta de luz natural, el olor que despedían la fábrica de celulosa de San Juan del Puerto y la fábrica de ácidos. Era una prisión con un sistema celular de dos galerías, con cuatro brigadas y celdas que daban a un patio interior. Allí o bien estabas con menores con problemas, sobre los que no podías dejar de estar atento, o bien en el patio de penados, que parecía una lluvia de estrellas, porque o bien te caían desde la calle latas con bebidas alcohólicas o botes de pasta dentífrica llenos de hachís u otras drogas. Pero la experiencia más traumática sucedió al cabo de unos meses, cuando tres internos intentaron fugarse. Estaban en la sala de televisión, cortaron unos barrotes y saltaron, pero la Guardia Civil, que estaba fuera, los paró y ellos se metieron dentro; entonces nos secuestraron. El interior de la cárcel se quedó durante más de tres horas en manos de ellos. Gracias a la destreza de un compañero, los dos nos metimos en una cocinilla de funcionarios y nos chapamos.

-¿Cómo recuerda esos momentos?

-Horribles. El secuestro fue sobre las 20.00 horas y llegué a casa a eso de la una de madrugada. Ellos llevaban unos pinchos, la mente se me quedó en blanco, pero no olvidaré nunca la cara de aquellos tres internos. Finalmente negociaron con la Guardia Civil y se entregaron.

-¿Qué pasó los meses posteriores?

-En Huelva pasé año y medio. Luego me fui a Badajoz, estuve unos 10 años. En aquel tiempo era una cárcel nueva, situada en la carretera de Olivenza, a siete kilómetros y medio de Badajoz, en medio del campo. Era una prisión con siete módulos y muy bien dotada. La sorpresa fue que en el módulo 7 estaban los internos más peligrosos de todo el país, los que habían realizado motines, secuestros, había etarras, grapos... Eran internos incluidos en el Fichero de Internos de Especial Seguimiento (FIES) y aquel módulo lo adaptaron para máxima seguridad. En él estaban presos como Ahijón Palma, Romera Chuliá, Henri Parot, el grapo Cela Soane, Sito Miñanco... Cuando Cáceres I entró dentro del plan de amortización de centros, conseguí una comisión de servicio y en 1997 logré el traslado.

-¿Puede hablar de Cáceres I?

-Sí. Era una cárcel con un sistema celular, con dos galerías. Fue la prisión en la que más cómodo estuve. Al poco tiempo el secretario general de la FSP de Comisiones Obreras me ofreció la liberación y llevo 15 años trabajando en el sindicato. Una vez a la semana bajo a la cárcel para visitar a mis compañeros.

-¿Para trabajar en una cárcel hay que tener vocación?

-En parte sí. Cuando apruebas la oposición no sabes lo que hay dentro de una prisión hasta que no llegas allí.

-¿Puede describir el interior de la prisión de Cáceres?

-Cada cárcel es un mundo por su estructura, por muchas condiciones. La de Cáceres se reparte en cuatro módulos con unos 115 o 120 internos cada uno de ellos. Constan de la celda, del patio, comedores, sala de estar y de consulta médica y oficinas para las entrevistas con los internos. Si los presos quieren salir del módulo hay un montón de actividades, aquí tenemos campo de fútbol, escuela, biblioteca, talleres, etcetera.

-¿Cree que la cárcel de Cáceres garantiza hoy por hoy la reinserción futura de los presos?

-Existen verdaderos profesionales, otra cosa es que los internos quieran reinsertarse, que es lo más difícil, pero en prisión trabajamos médicos, enfermeros, psicólogos, juristas, trabajadores sociales, ocupacionales, deportivos, educadores, personal de vigilancia, personal de oficina, de mantenimiento, que garantizan todos los derechos humanos en la cárcel, el cumplimiento del mandato constitucional que viene marcado en el artículo 25 de la Carta Magna.

-¿Qué tipo de presos hay en la cárcel de Cáceres?

-La verdad es que en todos los centros hay una diversidad delictiva. La existencia de personas peligrosas condenadas por delitos de terrorismo, asesinato o del crimen organizado o el aumento que tenemos últimamente de la población reclusa con enfermedades mentales hace que nuestro medio laboral sea peligroso.

-¿Y hay mala convivencia entre los presos?

-Dentro de la clasificación del centro hay módulos de terapéuticos, módulos de preventivos, módulos de penados... Hay unos profesionales que clasifican a los internos en un módulo determinado dependiendo del perfil que tenga cada uno de ellos.

-¿Existen protocolos para que un violador no vuelva a delinquir cuando sale de la cárcel, existe el personal especializado necesario?

-Es un tema delicado. Tenemos protocolos y hay cursos terapeúticos para ellos que imparten diferentes profesionales, otra cosa es que los internos quieran realizarlos. Debería ser obligatorio que los hicieran.

-¿Se necesitan más medios para garantizar un mayor control sobre los presos calificados como peligrosos?

-El control y seguimiento se hace, pero se necesita más personal.

-¿Qué opina del alislamiento de Iñaki Urdangarín?

-Es un asunto que sobresale de nuestra competencia, depende de la secretaría general de Instituciones Penitenciarias. Entendemos que está allí por cuestiones de seguridad, aunque podía estar en cualquier otro centro, como cualquier otro recluso.

-¿Y sobre Eduardo Zaplana?

-Zaplana no está aislado. En su caso están pidiendo que le den una libertad vigilada en su domicilio, es distinto a Urdangarín, que está solo y aislado en un módulo. Zaplana, al ser un preso preventivo, depende del juez competente.

-Los médicos de la prisión de Cáceres han denunciado que sufren agresiones constantes, que no hay sustitutos frente a las jubilaciones y critican que no se reconoce la peligrosidad a la que se exponen a diario...

-Al igual que falta personal de vigilancia interior y de oficina tenemos un verdadero problema con los sanitarios. Con las jubilaciones ese departamento va a quedar muy deteriorado porque no hay sustitutos. El resto del colectivo de vigilancia también tenemos el mismo problema. Respecto a la peligrosidad, todos los que entramos de esa puerta hacia dentro podemos tener ese tipo de situaciones y en el caso de los médicos y enfermeros tienen toda la razón porque a este colectivo no se le paga ese concepto en su complemento específico, son los peor retribuidos del sector público.

-¿Y qué hay que exigir?

-Que en la oferta pública de empleo correspondiente se cubran esas plazas que actualmente están vacantes.

-Ustedes han estado en huelga. Han reclamado al Ministerio del Interior mejoras laborales. El secretario general de Instituciones Penitenciarias, Ángel Ortiz, ha dicho que se ofreció a los sindicatos una partida de 123 millones de euros para el periodo 2019-2021 destinada a una subida salarial que supondría para cada funcionario 123 euros brutos más mensuales...

-El ministro Grande Marlaska anunció en su primera comparecencia parlamentaria que las demandas del personal de Instituciones Penitenciarias serían atendidas. El secretario general se pronunció en los mismos términos, y por fin el 25 de septiembre Ortiz se reunió con los sindicatos y presentó una propuesta económica de reclasificación de los centros, valorada en 123 millones de euros para reducir la brecha y la discriminación salarial; tres días después el mismo secretario general nos retiró la propuesta. Ante esta falta de respeto sin precedentes en la historia de la negociación sindical, los sindicatos convocamos la primera huelga general de prisiones. Durante nuestra lucha, con el anterior gobierno, encontramos el apoyo de numerosos políticos, de todos los partidos, especialmente de la diputada socialista Zaida Cantera, que defendió nuestras demandas en la comisión de Interior del Congreso, además de estar presente en nuestros actos de protesta. Otro apoyo visible fue el del diputado de Ciudadanos Gutiérrez Vivas, que afirmó en el Congreso que los presupuestos del 2018 eran los de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y los del 2019 los del personal de prisiones. Es más, el Partido Socialista llegó a presentar una enmienda a los presupuestos en el Congreso para atender nuestras demandas, al igual que hizo en el Senado el grupo parlamentario Unidos-Podemos. Hasta ahora no hemos visto nada. Nos sentimos engañados

-¿Entonces la huelga está justificada?

-Claro que está justificada. Venimos sufriendo más de una década de total abandono por parte de quienes nos gobiernan. Ha habido recortes salariales en medios, en formación, no tenemos carrera profesional, y sobre todo una grave falta de personal.

-¿De modo que este asunto no es solo una cuestión pura y dura de dinero, de que ustedes quieran cobrar más?

-Vamos a ver, lo primero que pedimos es la tabla reposición de vacantes que está dotada presupuestariamente para garantizar, sobre todo, la seguridad en los centros. Somos el colectivo de la Administración General del Estado con mayor tasa de siniestralidad laboral a causa de las agresiones que estamos sufriendo el personal penitenciario. Sufrimos más de una agresión diaria en los centros penitenciarios, y por eso necesitamos que se negocie un plan eficaz de prevención ante estas agresiones. Y otra de las mejoras que pedimos es la homogeneización de todos los centros, por eso solicitamos la actualización del modelo retributivo adecuado a los salarios, la carga de trabajo y responsabilidad que tenemos. Actualmente hay nueve categorías de centros; no tiene sentido que dentro de ellas en cada centro un jefe de servicio o un funcionario de vigilancia cobren un salario diferente, con una diferencia de más de 6.000 euros anuales. Otra de las demandas es la reposición de efectivos; existen 3.500 plazas vacantes en toda España y en la última oferta de empleo público han salido 831. Seguimos teniendo un gran déficit.

-¿Esto en Cáceres en qué se traduce?

-Aquí la relación de puestos de trabajo actual es de 279, faltan 73 vacantes. De 27 laborales nos faltan siete, somos el centro con mayor déficit estructural de todo el Estado junto a Burgos y Albolote. Aparte de estas vacantes tenemos 43 compañeros que están en segunda actividad, personal que a partir de los 57 años pasa a hacer tareas de oficina. Actualmente tenemos en Cáceres 485 internos, 26 mujeres y 413 hombres. Seis de cada 10 efectivos está a punto de jubilarse y el 75% de las oficinas está cubierto por personal de segunda actividad. En total en España hay 59.215 internos.

-En julio pasado una funcionaria del centro resultó herida por un interno cuando era trasladado al módulo de aislamiento por razones de seguridad debido a la actitud agresiva que mostraba y haber provocado distintos altercados. ¿Esto evidencia una falta de medios?

-Este centro está catalogado en categoría 2-2 y la población óptima que debería tener sería 350 internos. Ya le hemos hecho saber tanto al director como a los responsables políticos de nuestro centro, que hay un número de internos que no deberían estar aquí, por su perfil penitenciario, por su trayectoria penal y porque son internos multireincidentes, que tienen un número de partes disciplinarios. En su día le hicimos saber a los responsables que esos internos no deberían estar aquí, que deberían ser trasladados a otros centros, y es una de las reivindicaciones que estamos haciendo. Uno de esos internos multireincidentes fue el que lanzó a la compañera sobre una puerta metálica y le tuvieron que dar varios puntos.

-¿Esas agresiones son habituales?

-Si consideramos que el insulto, las amenazas, las coacciones, son agresiones, pues sí, eso está a la orden del día.

-¿Esa situación se ha ido agravando?

-Sí. El problema es la diversidad delictiva y la sobrepoblación que tenemos en la prisión.

-¿Entonces es cierto que se realizan las actividades diarias gracias a que los funcionarios colaboran más allá de sus obligaciones?

-Por supuesto. Aquí hay grandes profesionales que están sacando este centro adelante.

-¿Qué cosas positivas tiene trabajar en una cárcel?

-Es una pregunta de difícil respuesta. Muchas veces sabes cuándo entras pero no sabes cuándo vas a salir. Entras con todas las ganas del mundo a trabajar, pero luego te pasa cualquier historia e imagínate cómo te vas para casa. Es que es un medio muy peculiar, esto no es como ir a una oficina, es un medio donde trabajas con personas y muchas de ellas no deberían estar ahí, sino en centros con profesionales que los puedan tratar. Hay gente que necesita un psiquiatra, y aquí el psiquiatra viene una vez al mes. Si hay cárceles donde hay una psicóloga para 1.000 internos muy difícil va a ser que a determinados presos se les haga un seguimiento y control para aplicarles determinadas terapias, y ellos las necesitan. Entonces el problema es la falta de personal. Es imposible que un psicólogo pueda tratar a tanta gente a la vez. Además, según datos estadísticos que nos facilitaron en 2017, tenemos más de 2.300 mandamientos judiciales para el cumplimiento de penas y medidas alternativas a prisión. El seguimiento y control lo hacen compañeros de Instituciones Penitenciarias, 1.500 corresponden a la provincia de Badajoz y 800 a la de Cáceres. Es una labor más que se hace. Son personas en régimen de libertad, pero su control y seguimiento lo hacemos nosotros.

-Para terminar esta entrevista, ¿ha conocido a presos buenos a lo largo de su trayectoria profesional?

-A muchos, a mucha gente buena. Aunque me habría gustado jubilarme habiendo logrado la reinserción de todos ellos, debo decir que tenemos un sistema penitenciario que es un lujo, que cuida a los presos y que garantiza sus derechos sanitarios, educativos... y ese sistema los pagamos todos los ciudadanos.