-La semana pasada entrevistábamos a Jara Luna, actriz de doblaje de la última película de Disney. Recordaba ella que ‘Una vida a tu lado’ es un documental dirigido por Chema Vargas que repasa 40 años de carrera de Los Secretos. Ver ese documental es imprescindible para entender la historia de la banda más importante del pop español...

-Muchas gracias por lo último (sonríe complacido). La verdad es que con esa intención lo hemos hecho. Más que un documento o una película promocional es una cuestión personal. Teníamos la sensación de que había poca información disponible para la gente que quisiera saber de nuestra historia (gran parte de nuestro público a día de hoy tiene menos de 30 años). Tampoco teníamos documentos ni periodísticos ni televisivos y no se podía hacer un documental solo con refritos de otras televisiones. Lo hicimos con nuestros testimonios y los de otros para explicar cómo había sido la evolución de estos 40 años. Es un obsequio al público, porque no le debemos casi nada a la industria ni a la radiofórmula, y sin embargo le debemos muchísimo al público. Somos un grupo que tiene más de 250 canciones y más de 40 éxitos claros que mucha gente puede reconocer y apenas tenemos 10 videoclips. No le debemos nada a nadie, se lo debemos al público.

-Porque la suya no es solo la historia de un grupo musical, es también la historia de un país que despertaba, ¿qué ha cambiado, qué país éramos entonces y qué país tenemos ahora?

-Soy bastante optimista, aunque las noticias nos abrumen de desgracias y desgraciados que hacen cosas salvajes, de ‘Donalds Trumps’ y ‘Putins’, gobiernos corruptos y todo eso, que realmente es bueno que esa información nos llegue, ¡eh! En el año 77-78 seguro que había igual de corruptela y porquería para conseguir obras públicas y nadie se enteraba. Pero me quedo con la España de hoy, aunque tenga su perjuicio profesional, que es una España donde todo el mundo consume música gratis pero nadie se acuerda de los músicos. Aún con todo eso creo que la España que tenemos ahora es más moderna y bastante mejor. Nací en el 62, en el franquismo, y sabía de qué iba la vaina, me pilló con 12 o 13 años la muerte de Franco y comprendí perfectamente las libertades que adquiríamos y los pasos que dábamos, y estoy contento de a lo que hemos llegado. Otra cosa es que por la incultura generalizada y la mala gestión de los gobernantes no se haya tomado la cultura, la música y el espectáculo como algo que fomentar sino más bien estrujar o manipular sea fiscalmente o políticamente. Aún así, me alegro de estar y vivir en el país que vivo.

-Son protagonistas de cuatro décadas cantadas en canciones y siguen, ¿cuál es el secreto de Los Secretos?

-Lo he repetido un millón de veces y cada año que pasa estoy más convencido. Mucha gente piensa que lo que haces profesionalmente es porque tienes una valía especial, porque eres muy bueno, un gran artista o una estrella. Y hay amigos míos que así se consideran. En realidad todo eso no existe, la percepción que tenemos de nosotros no es más que el ego y de quien dependemos todos los artistas, desde escritores, músicos, directores, incluso ustedes periodistas, es de la opinión de los demás, que son quienes te dan el valor. Somos el reflejo de lo que la gente piensa de nosotros. Si estamos 40 años dando la lata (risas) es porque si haces un concierto y no va nadie, y al día siguiente no va nadie y no va nadie, sacas un disco y a nadie le gusta y no le gustan tus canciones, por mucho ego que tengas y muy bueno que creas que eres, no haces una carrera de 40 años. En estas trayectorias largas cuentan el tesón, el deseo de gustar y hacer las cosas bien, una honestidad y cierto grado de humildad, pero sin el favor del público y su amabilidad no estaríamos aquí hablando ahora.

-El otro día me decían que sus canciones eran tristes. Nunca las percibí así porque vengo de una generación que creció con ustedes, que coreó su ‘Déjame’, ‘Ojos de perdida’ o ‘Sobre un vidrio mojado’ y me parecían el canto a la libertad y la alegría más bonito que he cantado nunca...

-Estoy de acuerdo con usted. Nos hemos tirado décadas escuchando lo mismo, que nuestros textos eran tristes, y yo preguntaba, ¿bueno en comparación con qué? Me he educado escuchando muchos tipos de música, de todos he sacado algo bueno, y si nos remontamos a la historia de la música, el soul, el blues, el fado, el bolero, la ranchera, la copla, el flamenco, ¿de qué hablan? todos cantan a los sufrimientos; esas cosas no las hemos inventado nosotros. ¿Tristes comparados con qué, con Georgie Dann y ‘Vamos a la playa’? Esas letras son una minoría, me quedo con el 90% de las canciones que cuentan sentimientos. Es una valoración muy superficial de unos textos que comparados con otros pueden parecer tristes, pero es que para mí los otros no tienen calidad.

-Los Secretos son también una historia de superación que comenzó con la muerte en accidente de Canito, su batería, o el fallecimiento de su hermano Enrique...

-Cuando empezamos éramos muy jóvenes y era una afición, ni siquiera un oficio, ni siquiera cobrábamos por ello... Grabas unas maquetas, las ponen en la radio, vas a grabar un disco y muere tu amigo y compañero Canito y a raíz de eso vuelves a coger fuerzas y buscas otro batería y vuelves a salir adelante... Cuando te ponen piedras en el camino hay dos opciones: una caerte y romperte los morros y quedarte llorando; o levantarte, sacudirte el polvo y decir: «Bueno, ‘palante’ y a luchar»; y te pones el mono de trabajo. Y eso tal vez ha sido un ingrediente, porque si no hubiéramos tenido tanta tragedia que nos hubiera puesto en nuestro sitio cada vez, no seríamos los que somos y no tendríamos la humildad y el reconocimiento de profesionales, amigos y público. Nunca dijimos: ‘Venga chicos, la suerte es para otros’.

-Es, igualmente, una historia de amor incondicional por la música...

-No le quepa duda. Por muchas vicisitudes que haya pasado en mi vida me siento muy afortunado de poder trabajar en lo que me gusta, poder discutir de cosas de música, en vez de economía y política, de cosas que odio.

-Sus orígenes hay que buscarlos en un colegio de Madrid...

-Fuimos el resultado de una situación internacional. España se empezó a abrir al mundo y en el mundo también ocurrían cosas: la caída del Muro de Berlín, la new wave, que invadió el planeta (Police, Pretenders, Cars...); teníamos tanta información de música y era de tanta calidad... Nos tocó entre dos generaciones, los 60 y los 70, que fue para mí de las mejores musicalmente hablando, donde se inventó el funky, el folk y se asentó el pop. Eso nos dio el empujoncito que nos faltaba para ser músicos. No puedes quedarte con las tendencias y las modas, que solo recogen lo comercial, lo que está unido a la sociedad de consumo y al mercantilismo. Detrás de todo eso hay bagaje, cultura, afición y el esfuerzo de mucha gente de la que tú recopilas y almacenas como propio y que te conforma un criterio musical. Todo lo que somos es nuestra formación. Así nacen los grandes músicos. Escuchábamos música cuando éramos unos críos, y no era una cuestión aislada de los Urquijo del Colegio FEM de Madrid. Íbamos a bares donde te encontrabas gente de todo tipo, era una eclosión: la apertura a nuevas libertades y un chorro de aire fresco de fuera. Ahora ha habido un frenazo porque la industria del automático y de lo efímero de las obras ha perjudicado a los trabajadores de fondo; te trabajas un disco y la gente lo tiene gratis en la red. No discuto los tiempos modernos porque nos han tocado muchas transiciones, viví la del casete al vinilo, del vinilo al cd, del cd a lo digital. Quién iba a pensar hace 40 años que un chaval de 15 podría escuchar por la calle nuestras canciones con un chorro de 4G de ancho de banda. Ahora toca disfrutar de lo que estamos haciendo, y poco más.

-Es depositario de algún modo de este grupo, ¿cómo ha logrado mantener el espíritu del mismo?

-Teníamos nuestro estilo, nuestra forma de hacer las cosas, nuestro espíritu y simpleza armónica tan efectiva. Eso estaba forjado a sangre y era la condición primordial, que los nuevos músicos que venían a cubrir los huecos que dejaron Pedro Díaz y Canito se ajustaran a lo que mi hermano Enrique y yo buscábamos: que la gente disfrutara con nuestros textos sencillos sin querer ser poetas ni filósofos.

-En este tiempo también han tenido momentos de silencio...

-Obligados por circunstancias de causa mayor y no por deseo propio. Tras la muerte de mi hermano Enrique también nos costó dos años y medio o tres volver a coger fuerzas, valor y ganas para reanudar la carrera.

-Y siguen llenando teatros, igual que lo hacen muchos artistas que permanecen, como Miguel Ríos con su sinfónico o el fenónemo Sabina...

-Si antes querías escuchar música tenías que irte a El Corte Inglés y comprarte un disco o poner la radio. Lo que se nos ha quitado por un lado, que es la venta de discos y la radiodifusión, te lo compensan con cantidad de gente que te puede escuchar dando a un clic.

-Decían de ustedes que eran los blandos frente a bandas como Aerolíneas Federales o Siniestro Total. Y fíjese, han salido indemnes...

-Aquello nos hizo mucho daño. A mi hermano Enrique le sentaba fatal cada vez que lo oía, a mi hermano Javier casi lo apartó de la música porque fue muy injusto. A otros grupos, como Mamá, eso les hizo tirar la toalla (éramos muy amigos, muy afines a su música). Fue un bombardeo. Si un periodista, una radio o una discográfica tomaban eso en cuenta y solo ponían lo más histriónico porque el pop clásico les parecía blando, ¿cómo luchar contra esa opinión? Eso salió de grupos irritantes que no sabían tocar.

-El viernes pasaron por el Capitol tras vender sus 400 localidades. Su concierto ha sido inolvidable...

-Nuestro compañero Jesús Redondo es extremeño y Cáceres me apasiona. La zona antigua es una pasada, la gente es culta, hay universidad. El cacereño no es chabacano, es amable, cordial y con buena actitud.

-¿’Pero a tu lado’ fue saludada como el primer gran karaoke colectivo de la noche. Es su título favorito de toda la discografía?

-Me encanta. La sacamos en 1995 en nuestro último disco de estudio con mi hermano Enrique. Salió de single, hicimos un videoclip y mi madre me decía: ‘Oye, hijo, veo a todos tus compañeros en la tele y a vosotros no’ (risas). Había tanta competencia que la canción pasó sin pena ni gloria; de hecho se vendieron muy pocos discos. Incluso consideramos que nos habíamos equivocado, nos pusimos a hacer una gira y quitamos el tema porque pensábamos que no había gustado. ¿Qué ha pasado? que la gente, después de 23 años, de repente ha empezado a consumir esa canción, y se ha convertido en la más oída, en la más visitada en internet. La ponen en sus bodas, en sus bautizos, la regalan a sus parejas, a sus amigos, hacen promociones de ella y eso le da un valor, porque es la gente la que la ha puesto en su vida.

-¿Y por qué es tan especial?

-Aunque está dedicada a una niña, creo que es por la letra. Todo el mundo se puede sentir identificado, habla de la superación, de cambiar las cosas, de mejorar: ‘Ayúdame y te habré ayudado, que hoy he soñado en otra vida, en otro mundo, pero a tu lado’ (la tararea y todo se detiene y se llena de magia). Es una letra preciosa. Mucha gente se pregunta qué hay que hacer para componer un himno que atraviese las fronteras. Creo que es algo químico, que tenemos unas reacciones que se convierten en hormonas y en emociones, como la oxitocina cuando te llega el amor (risas). Son unos patrones; el que descubra cuáles son esos patrones será el rey Midas del rock (más risas).

-¿Los jóvenes de hoy son más idealistas o más prácticos que antes?

-No sabría decir. Pienso que la gente hoy está demasiado informada pero poco culturizada en general. En aquella época había un único camino, ahora es inevitable escuchar el ‘Despacito’ o la canción que va a ir a Eurovisión. Esa sobreinformación hace más vago al intelecto y menos exigente al que consume la música. Recuerdo que cuando tenía 12 años había un bar al lado de mi casa, en Rodríguez San Pedro esquina con Vallehermoso, que se llamaba Raíces, donde tocaban grupos buenísimos. Una noche entró la policía y nos sacó por los pelos a todo el público, sin ningún motivo aparente más que el de: ‘Aquí no se puede uno divertir, estáis oyendo música, que eso es malo’. Por tanto, cuando ensayábamos en un local pensábamos que hacíamos algo prohibido y eso te daba la devoción, la admiración y la ‘deliciosidad’ hacia la música. Hoy la mercadotecnia lo altera todo. Juan Antonio Bayona, director de cine de ‘Lo imposible’, decía que el amor no se puede suplicar; tú puedes querer que alguien te quiera pero no lo puedes conseguir con solo quererlo, y eso pasa con la música.

-Y para terminar, ¿cuando uno cumple los 50, qué siente, que juega ya la segunda parte del partido o que aún puede marcar muchos goles?

-Joder, no lo sé. Tengo 55 y a mí no me preocupa demasiado la edad más que tener facultades, y de momento no las he perdido; cierto es que no soy el atleta de cuando era jovencito, pero creo que a la experiencia sumo que todavía no estoy muy machacado (carcajadas). Toco la guitarra desde los 10: son 45 años de 55 de vida dedicado a una profesión. Esa posición de poder, de saber tus limitaciones y manejarte más relajadamente y hacer las cosas mejor, te da una calidad para el público que otros más jovencitos no tienen. Ellos tendrán la frescura, espontaneidad o novedad, pero si le pregunto que me diga cuatro canciones de la última década que crea que dentro de 42 años se van a seguir escuchando, como el ‘Déjame’ o el ‘Pero a tu lado’, le costaría una tarde elegirlas. Sin embargo, de carrerilla puedo decir 35 canciones de los 80 que dentro de 50 años se van a seguir escuchando. Ahora vale más si el chico es un youtuber, un rapero o un dj, la moda que sea; vale más el envoltorio que el contenido. Y hay que respetarlo porque el público es soberano. Pero si el público tuviera la necesidad cultural que teníamos antes, no utilizaríamos las redes sociales para lanzar mensajes estúpidos sino como lenguaje universal para transmitir la música y la cultura, no solamente las bobadas y los selfies de gente a punto de matarse en una cornisa o ese tipo de cosas que me parece que están desperdiciando a la juventud.