Tenía solo 13 años cuando una tarde de noviembre de 1939 vio como unos militares se llevaban a su padre, militante de la UGT, hombre bueno al que arrastraron de su casa a la cárcel y de allí al cementerio de Guadalajara, donde lo fusilaron y arrojaron a una fosa común. Ascensión tiene hoy 91 años y una memoria histórica tan generosa y tenaz que su empeño ha logrado que una jueza argentina ordene la exhumación del cadáver de Timoteo Mendieta, otra víctima más del funesto genocidio liderado por el dictador que el próximo 2 de julio tendrá, al fin, un entierro digno en el Cementerio Civil de Madrid donde descansarán para siempre sus restos mortales. Hija de Timoteo Mendieta, represaliado y asesinado por la dictadura franquista.

-¿Dónde nació?

-En Sacedón, un pueblo de Guadalajara, el 29 de noviembre de 1925. Éramos siete hermanos, Pepa, Paz, Joaquín, Gregorio, Fotus, Timoteo y yo. Vivíamos en una casa pequeña, muy pobre. No teníamos casa propia, era alquilada.

-¿A qué se dedicaba su padre?

-Mi padre era carnicero, pero con eso de que era de la UGT nadie le compraba en el pueblo, porque allí había muchos de derechas. Así que lo tuvo que dejar y ponerse a trabajar de lo que le salía, de albañil, en lo que podía.

-¿Puede describir el día en que se llevaron a su padre?

-Mi padre había venido de la guerra, no del frente sino que lo habían tenido haciendo instrucción y todo eso. La guerra terminó en Burgos y mi padre, como Franco dijo que el que no se hubiera manchado las manos de sangre podía volver, volvió a Sacedón. Y a los cuatro días vinieron al pueblo unos militares y se lo llevaron a la cárcel. Del pueblo se lo llevaron a Guadalajara, a la cárcel y de la cárcel al cementerio. Y ya no lo hemos visto más.

-¿Cómo se enteraron de que había muerto su padre?

-Por una hermana de mi madre, que la llamó. Estábamos en Madrid porque cuando se llevaron a mi padre, en el pueblo no teníamos recursos para nada y mi madre se estableció con nosotros en Madrid. Le encargaban cosas, llevaba zapatillas a los pueblos... y a cambio le daban harina y otros productos, que muchas veces mi madre revendía. Llamó mi tía y le dijo a mi madre que bajara seguidamente a Guadalajara. Mi madre bajó, pero mi padre ya estaba enterrado; no pudo hacer nada. Y hasta ahora, que lo hemos sacado.

-¿Cómo se mantiene la familia cuando su padre muere?

-Mi madre, que se llamaba María, hacía lo que podía. ¡Qué le voy a contar!, pasando muchas calamidades, mucha hambre y mucho de todo, porque mantener a siete hijos era muy difícil. A medida que nos íbamos haciendo mayores nos íbamos colocando. No olvido el día que mi madre regresaba de Segovia con unas hogazas de pan y la cogió la Guardia Civil. Muy poco tiempo después le sacaron una multa y tuvo que pagar con pena de cárcel. Después llegó otra multa de 3.000 pesetas y tuvo que vender dos finquitas, una de ella y otra de mi padre. A su propia familia, que eran de derechas y que incluso le habían dejado de hablar porque decían que se había casado con mi padre que era un rojo, les tuvo que vender las tierras para evitar la cárcel por segunda vez, con eso pagó.

-¿Y ese tiempo que estuvo su madre en la cárcel, dónde se quedaron ustedes?

-Nosotras nos quedamos solas en Madrid porque ya éramos mayores. Los chicos se repartieron, unos a Sacedón y otros a Salmeroncillos, hasta que mi madre salió. Ella siguió en Madrid; yo me coloqué la primera, mis hermanos se fueron colocando posteriormente. Yo me coloqué en un taller de cuero. Allí hacíamos pantalones para los motoristas y chaquetas y todas esas cosas. Allí estuve 10 años trabajando. Luego me casé con Paco, que era dependiente de ese taller. Tuvimos cuatro hijos, de ellos dos mellizas: Manolo, Paco, Chon y Pilar.

-¿Qué edad tenía usted cuando mataron a su padre?

-13 años.

-¿Y cómo recuerda a su padre?

-Pues yo a mi padre lo recuerdo... un hombre bueno, como todos los que han matado, porque Franco -yo no sé usted las ideas que tendrá-, ha sido un criminal, porque no ha matado nada más que a gente obrera, sin mancharse las manos de sangre. De la cárcel, al cementerio y del cementerio a la fosa. Así que, ¿qué quiere usted que le diga?, que hemos pasado mucho, mucho, porque teníamos que ir a Auxilio Social, a por comida que nos daban, hasta que fuimos mayores e íbamos trabajando, poquito, pero bueno...

-¿Recuerda el día en que se llevaron a su padre?

-Sí.

-¿Y cómo fue ese día?

-Fue en noviembre de 1939. Mi padre estaba durmiendo la siesta porque llegó andado de Madrid hasta nuestra casa en Sacedón con unas ampollas muy grandes, así que estaba acostado. Entonces vinieron a por él. Bajó y le dijeron: ‘Manos arriba’. Mi padre ya subió y ya se lo llevaron, se lo llevaron a Guadalajara, donde estuvo hasta que lo fusilaron. No volvimos a verlo más.

-¿Ascensión, en su casa se hablaba de política?

-No. Éramos pequeños, no podíamos hablar de política. Mi padre era presidente de la UGT pero nosotros entonces no sabíamos nada de nada. Solo sabíamos que habían matado a mi padre, y solo sabemos que hemos pasado mucho. No le puedo decir más que cuando mi madre bajó aquel día a Guadalajara ya habían enterrado a mi padre. Pero nadie, nadie, se ha ocupado de decir: ‘A estos hombres hay que sacarlos de la fosa’. En el año 77 los tenían que haber sacado a todos, pero aquí en España no quisieron. Tuvimos que ir a la Argentina y allí la jueza dijo: ‘Esos, en el año 77 tendrían que haber salido de las fosas’. El Rey dijo que todos éramos iguales, pero es mentira. Iguales para él, porque su hija, allí en Barcelona, hizo una buena casa. ¿Quién le daba ese dinero? se lo ha dado el pueblo; el pueblo ha sido el que le ha dado todo. ¿Y que todos éramos iguales, por qué a unos sí y a otros no?, ¿Si todos somos iguales, por qué hacen monumentos a los de derechas y a los demás, como perros, a enterrarlos, ahí, en tierra? No hay derecho a esto.

-Durante la época del franquismo ustedes no podían expresarse...

-No podíamos hablar. No podíamos decir: ‘Lo han matado’. Nada, como si no hubiera habido nadie. No podíamos decir: ‘Han matado a mi padre’. ¿Por qué? Porque te metían en la cárcel o yo que sé lo que te hacían. Así que figúrese todo lo que hemos pasado, mucho, mucho. Pero bueno, que ellos tienen buenos monumentos, los de la derecha. ¿Por qué los de la derecha los tienen? Y los mate quien los mate. Porque allí en el pueblo mataron a gente, pero no fue el pueblo, fueron unos militares. El pueblo no tuvo nada que ver, nada.

-¿Ustedes sintieron represalias?

-No lo sé. Solo sé que Franco ha sido un criminal porque ha matado a personas buenas, trabajadores, que muchas veces no trabajaban porque no querían darles trabajo. Y ellos, a vivir. ETA mató a muchos y Franco mató a muchos más, ¿por qué unos tienen monumentos y otros no? Todos somos iguales ante la ley, todos, ¿Entonces por qué hemos pagado solo unos? La ETA mató, muy mal, y Franco se ha llevado a muchísimos, que están los cementerios llenos, en Guadalajara hay un montón. Pero aquí en España no se ha podido hacer nada para sacarlos de las fosas.

-Cuando llega la Transición, usted y su familia deciden reclamar que saquen a su padre de la fosa...

-Así es. Nosotros hemos luchado. Hemos bajado mucho al cementerio y nos han dicho que no se podía hacer nada. Había una valla y detrás de esa valla los enterraron para que nadie los viera ni los honrara porque según ellos no se habían confesado, así que a los que no se habían confesado los enterraron allí, escondidos, para que no pudiera verlos nadie nunca más. Los que se confesaron los metieron en la parte de abajo. ¿Pero por qué tenían que confesarse? Luego la valla la quitaron los socialistas, nada más. Pero tengo que decir que el único presidente, el único, que se preocupó en Democracia fue Adolfo Suárez, porque él reconoció a todos los que habían matado, a las mujeres, a las madres y a los hijos les dio una paga todos los meses, y les dio la cartilla de la Seguridad Social, lo que no ha hecho ningún presidente, ninguno, ni del PP ni del PSOE, nadie, nadie, nadie, nadie se ha acordado de ellos. Quiero dejar claro que hemos sido nosotros los que nos hemos empezado a mover para que a mi padre lo sacaran.

-Fue su hija Chon quien investigó otras vías para conseguir su objetivo y encontró la solución: la querella colectiva contra los crímenes del franquismo, que las asociaciones de memoria histórica pensaban hacer llegar a la justicia argentina. Precisamente, usted cumplió 88 años viajando a Argentina y fue la jueza María Romilda Servini de Cobría la que ordenó la exhumación del cadáver de su padre...

-Fuimos a la Argentina porque nos dijeron que allí nos ayudarían, y efectivamente. Allí nos atendieron muy bien, muy bien. La jueza comenzó los trámites y hemos tardado casi tres años. Primero abrieron una fosa, y no estaba, allí no apareció mi padre. Luego abrieron otra fosa y allí estaba, arriba del todo. Se conoce que no cabía en la primera y se lo llevaron a la otra. ¿Qué le parece a usted? Una vez localizado el cuerpo, las muestras de los restos, dos maxilares y un fragmento de fémur, se enviaron al consulado argentino. Desde allí cruzaron el Atlántico por valija diplomática. Esta semana precisamente nos han avisado y han confirmado que, efectivamente, he encontrado a mi padre. Ya nos han dado autorización para darle tierra. El día 1 de julio estará en el tanatorio de la M-30 y el 2 lo enterraremos. Lo llevaremos al cementerio civil de Madrid y allí lo vamos a enterrar, y yo con él. Pagaré lo que tenga que pagar, pero yo me voy con mi padre, porque bastante tiempo ha estado solo el pobre. ¡Cuánto sufriría dejando solos a sus hijos, a su esposa! Hemos estado toda la vida preguntándonos: ¿cuánto sufriría, cómo caería, de quién se acordaría? Solo dejó en la lata de la comida unas fotos de sus hijos, nada más, ni una carta, ni un recuerdo, nada, nada. Y luego, tantos años sin dejarnos entrar en el cementerio, hasta que no llegaron los socialistas y quitaron la valla, y ya pudimos entrar.

-¿Y ahora cómo se siente?

-Yo me siento bien porque hemos llegado donde no ha llegado nadie. Hacía muchísimo tiempo que las autoridades podrían haberlo resuelto, pero estos malos no lo hicieron. Y todavía decían que lo estábamos haciendo por dinero, mentira; nosotros, todo lo que hemos hecho ha sido pagándolo nosotros. Nosotros no debemos a nadie nada ni hemos pedido al gobierno nada, nada. ¿Así que, qué quiere usted que le cuente? Ahora ya a esperar a que nos den los restos. Al fin sé que él es mi padre y que yo soy su hija.

-Su empeño por encontrar los restos de su padre permitirá a otras 49 familias identificar a sus seres queridos como resultado de las dos exhumaciones llevadas a cabo en la búsqueda. El exhorto de la jueza argentina solo incluía la exhumación de Timoteo, su padre, pero ahora hay 49 familias que pueden hacer una prueba de ADN...

-Los chicos que estaban sacando los restos nos dijeron: ‘De estos dos que estamos sacando, uno es su padre’. Al sacar los restos, los llevaron a una sala y allí lo fueron formando. Y nada, yo entré para que me hicieran pruebas de ADN y había una señorita que era inglesa o francesa. Sobre una camilla estaba la cabeza de mi padre (los dientes los tenía). Entonces le pregunté: ‘¿Oiga señorita, le puedo dar un beso a la cabeza?’ Y me dijo que no: ‘No, no se puede’. Y yo le contesté: ‘Mire, ya no es precisamente porque sea mi padre, sino que este beso va para todos. Este beso que yo le pido es para mi padre y para todos los que hay aquí, inocentes, que los han matado por culpa de Franco, porque ha sido un criminal. Porque parece mentira que él no hiciera por decir: ‘No, esto no puede ser’. Al contrario, él fue el primero que empezó a dar la orden para matarlos.

-¿Y no le dio el beso?

-No se lo pude dar. No me dejó la señorita. No era para mí, era para todos los que había en la fosa.

-Ahora se está debatiendo mucho sobre la necesidad de sacar del Valle de los Caídos el cuerpo de Franco, ¿qué opinión le merece?

-¿Qué opinión me merece?, que lo saquen porque no le pertenece estar ahí, porque si hubiera sido una persona buena, las personas buenas caben en todos sitios. Pero nada más, que lo saquen, y si hay una manifestación la primera que va soy yo, a decirle canalla, que a cuántos se ha llevado dando la orden él como la dio. Que yo era muy pequeña, y no teníamos radio, no teníamos nada. Así que si lo sacan le aseguro a usted que con la muleta y todo, voy, a decirle criminal. Porque Franco no tiene derecho a estar allí, que aquello lo hicieron los presos, y cada día morían yo que sé cuántos, y él donde menos tenía que estar es allí, en el Valle de los Caídos. No puede estar ahí. Matar a tanta gente inocente como mató, pobrecillos. Pero nosotros hemos pagado todo para sacar a mi padre de su fosa, no debemos a nadie nada, y a ellos menos. Ahora, como lo saquen de allí voy a ponerle verde, a decirle que por él se ha llevado a medio mundo.

-¿Y usted acude a votar?

-Siempre, pero nunca los he votado a ellos. ¿Vas a votar en contra de tu sangre? No se lo cree nadie.

-¿Cómo es su vida ahora?

-Bueno, estoy jubilada, tengo una pensión pequeña, hijo eso es lo que tengo, no tengo más. Pero qué le vamos a hacer. Solo que me acuerdo mucho de mi hermana Paz, que la pobre decía: ‘Yo tengo dos millones para sacar a nuestro padre de la fosa’. Yo le dije que no tenía tanto porque en esa época había muerto mi marido, que solo tenía 1 millón. Y ella decía: ‘Entre las dos lo vamos a hacer’. Pero la pobre murió y no ha podido verlo. Parece mentira que hayamos tenido que ir a Argentina, a otro país, para sacar a los muertos que Franco ordenó fusilar. Si han venido hasta de los Estados Unidos a hacerme entrevistas. Hemos luchado mucho y al final lo hemos conseguido.

-¿Y usted ya está tranquila?

-Sí. Pero por mi hermana no, que ella tenía muchas ganas de encontrar a mi padre y cada vez que íbamos al cementerio a preguntar un señor siempre nos contestaba: ‘Uy, esto para los restos’.