Catorce esculturas gigantes de fetos dentro del útero materno reciben a los pacientes y visitantes en el hospital Sidra de Doha, en Qatar. El impacto es mayúsculo y calculado. Instaladas en un gran espacio al aire libre, las piezas en bronce describen con minucioso detalle el proceso que va de la fecundación, al nacimiento de un ser humano. La última de ellas es un bebé de 14 metros. El viaje milagroso es obra del británico Damien Hirst, alguien habituado a desatar ira y pasión con sus trabajos.

Este último, por su destino en un país árabe, es aún más controvertido. «Son las primeras esculturas de desnudos en Oriente Medio. Es muy valiente», había declarado su creador al Doha News. El conjunto forma parte de una soberbia colección de arte moderno con más de 65 obras en este centro hospitalario dedicado a la salud de la mujer y los recién nacidos. En un principio, las esculturas debían haber sido presentadas al público en octubre del 2013. El clamor de las protestas y el escándalo en las redes sociales fue tal que las autoridades decidieron prudentemente cubrirlas y aguardar hasta ahora.

«No esperamos que le gusten a todo el mundo, ni que todo el mundo lo comprenda», ha declarado Layla Ibraim Bacha, especialista en arte de la Fundación Qatar, respaldada por el gobierno. «Es precisamente por eso por lo que están ahí, para provocar el debate y la reflexión».

El debate y la polémica han acompañado a Damien Hirst a lo largo de casi tres décadas de carrera. Glorificado por unos, denostado por otros, descolocó a crítica y público cuando metió un tiburón de cuatro metros con la boca abierta en un tanque de formol, descuartizó a rodajas una vaca, o diseñó un cráneo humano en platino de tamaño natural, completamente cubierto por 8.601 diamantes, que título For the love of God (Por el amor de Dios). La calavera la vendió por 74 millones de euros. Más tarde se supo que había sido adquirida por un grupo de inversores del que formaba parte el propio Hirst, auténtico rey de marketing.

Es imposible hablar de Hirst sin que salga a relucir inmediatamente el dinero. A los 53 años es el artista más famoso del Reino Unido, es también el más rico. Posee una fortuna valorada el pasado año por el Sunday Times en 325 millones de euros. Si algunos ponen seriamente en duda su calidad artística, su habilidad para los negocios es indiscutible. El que la elaboración de las obras recaiga en el centenar de empleados de su empresa, Damien Hirst Science Ltd, le han valido acusaciones de ser un impostor. También las ha habido de plagio. A eso se añade el que muchas piezas hayan sido adquiridas con fines especulativos, como inversión, o el simple prestigio de poseer una marca.

Lo cierto es que Hirst ha conseguido mantenerse en el candelero desde los tiempos, ya remotos, en que formó parte de los Jóvenes Artistas Británicos (YBA) a finales de los años 80, la nueva generación que apadrinó el marchante Charles Saatchi. Nacido en Bristol, criado en Leeds, con una adolescencia difícil en la que rozó la delincuencia, junto a otros estudiantes del Goldsmith College, decidió pasar de las galerías tradicionales y montar sus propias exposiciones. Cuando Saatchi le compró la cabeza sangrante de una vaca rodeada de moscas, su fortuna cambio para siempre.

Ya gran figura, en el 2008, pocas semanas antes de la crisis financiera mundial, con el mercado del arte completamente inflado, la firma de subastas Sotheby’s vendió más de 200 de sus trabajos, por un total de 111 millones de libras. «El valor de sus trabajos tradicionales, los animales disecados, las pinturas de puntos, probablemente llegaron a su culmen en esa subasta», ha declarado a The Times el profesor Don Thompson, economista del mundo del arte. En septiembre la compañía que produce las obras de Hirst anunció el despido de 50 empleados.

El artista ha clausurado varios proyectos y está reestructurando su imperio de propiedades y negocios. De momento, acondiciona una antigua comisaria en el Soho londinense, el barrio que fue escenario durante dos décadas locas de sus interminables fiestas, inmensas borracheras y mucha cocaína. «Quiero una vida más simple», ha declarado el ahora abstemio. Tras la separación de su compañera y madre de sus tres hijos, Hirst aparece últimamente en las páginas de cotilleo, acompañado de una exuberante modelo de 25 años. Uno de sus últimos trabajos, una vitrina médica llena de falsas tabletas de Viagra, está dando lugar a más de un comentario jocoso.