-La semana pasada entrevistábamos al editor David Matías, que le pregunta: ¿Cómo cree que sus canciones pueden contribuir al bien común y a mejorar la sociedad?

-Me parece muy vanidoso pensar que mis canciones pueden cambiar la sociedad, sí que gracias al feedback del público uno se va enterando de que las canciones le van acompañando en momentos de su vida y al final la unión con el público es eso, es escribir algo en tu casa pensando que solo lo vas a entender tú y de repente darte cuenta de que eres menos raro y más común de lo que esperabas.

-¿La música está en una constante precariedad laboral?

-Llevo 17 años en la música, cuando empecé ya se hablaba de la crisis del disco, nunca viví la opulencia en este oficio. Este país lo que sí hace a nivel institucional es ayudar cero o más bien poner trabas a que se desarrolle el arte, pero la industria también intenta salvarse, hace lo que puede en momentos convulsos en los cuales una empresa se dedicaba a vender gafas y ahora resulta que las gafas las regalan abriendo el grifo, no sé, es un poco así. Estamos en momentos de cambio, sin embargo en momentos donde hay más música, más creatividad, la gente es más accesible para todos. Cada momento tiene sus cosas buenas y lo que no soy partidario es de pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor.

-Lidera la banda Funambulista pero, además, es un solicitado compositor: ha escrito para Raphael o Malú ¿Qué condiciones se han de tener para poder escribir por encargo?

-Ser tolerante y abierto, saber escuchar y ser muy respetuoso con quien te encarga qué. Es decir, cuando me encargan hacer una canción para un artista, antes estudio su carrera, su lenguaje, a quién se dirige, aparte de su tonalidad, su manera de hacer. Y luego me pongo, con todo el respeto del mundo, a intentar escribir una canción para esa gente. A mí me gusta que me pongan condicionantes porque me dejan el cuadro sobre el cual dibujar.

-En ‘Dual’, su último disco, canta a dúo con algunas de las voces más notables de la música en español: Rozalén, Bebe... Siempre dice: «Me ha faltado Joaquín Sabina»...

-Sí, siempre me faltará Sabina. Ni lo intentamos porque nos parecía tan imposible que preferimos dejarlo así. Sabina es el autor más grande de la historia de este país y de todos los de habla hispana, y todos los demás estamos intentando llegar a la mitad de la peor frase de Joaquín Sabina durante toda nuestra carrera.

-Está con Sony Music, ¿sigue sintiéndose independiente o entrar en este gigante de la industria comercial te hace perder la inocencia?

-Quizá quitaría un poco el prejuicio y esta historia de gran compañía multinacional como si fuera un dragón de 10 cabezas. Al final es un equipo de personas que si te fichan es porque quieren trabajar tu proyecto. Lo único que he sentido desde que estoy en una compañía es más gente apoyando mi proyecto y yo, como siempre, tomando las decisiones y dirigiendo el camino. Es como si tuviera copilotos en el coche y de vez en cuando conduce uno, conduce otro, pero yo digo dónde vamos.

-Es cantautor nacido en los 80 y en una España democrática. ¿Los cantautores ya no protestan tanto, no se hacía antes más política con la canción que ahora?

-Sí, es una realidad. Aún así la hay. Tenemos muchos compañeros, como Rozalén, Marwan o incluso Suárez en algunas ocasiones, que son mucho más reivindicativos. Yo en mis principios, sinceramente, lo era, pero como en la música no me quiero obligar a nada, escribo lo que me nace. Y la verdad es que en los últimos años en mi estudio solo entran canciones de amor, de desamor y mi manera de ver la vida. Quizá no estoy politizando mis canciones, pero no de una manera consciente, no por nada, es porque en esta fase de mi vida me sale hacerlo así, que luego tengo mis opiniones políticas y las hablo mucho con mi gente, con mis amigos.

-Sin embargo, la calle es hoy un hervidero contra el parón de las pensiones o la corrupción...

-La lectura positiva es la gente en la calle, diciendo por fin que ya está bien. Lo que espero es que todo esto se vea reflejado en las próximas elecciones y que haya coherencia entre lo que se vota y se critica. Estamos en una sociedad más viva que nunca, aunque digan que los jóvenes están perdidos o no tienen ideales. Están demostrando que no es así. Soy partidario de las nuevas generaciones y de defenderlas, porque tienen un papel, las hemos dejado en un punto bastante jodido y tienen que levantar un país confuso. Cuando tenía 14 años empecé a dedicarme a la música, pero vengo de una generación en la que lo normal era estudiar una carrera para tener luego una recompensa. Es lo que hicieron muchos de mis compañeros. Y muchos a día de hoy no tienen trabajo; y yo que hice algo de una manera autónoma consigo vivir de ello. Con lo cual estas nuevas generaciones son las que tienen que cambiar todo eso.

-Pero sus canciones sí miran al mundo. ‘Demasiado buena’, por ejemplo, homenajea a quienes se han tenido que ir en busca de un futuro mejor...

-Es algo que he vivido en mis carnes por familia, por gente cercana, y generar el talento aquí y que se vaya fuera es terrible. Al final uno viene aquí no porque haya encontrado el puesto de su vida sino porque su madre se hace mayor y prefiere venir a cuidarla. Es una tristeza inmensa de país en ese sentido. Queda mucho por hacer y por cambiar. Hice esta canción que hablaba precisamente de eso, y al final, es verdad, la sociedad se cuela en mis canciones.

-‘Me inventaré’ la escribió con Dani Martín poco después del atentado terrorista en la sala Bataclan de París. ¿Qué opina, en este sentido, de la desaparición de ETA?

-El terrorismo, qué me va a parecer, una lacra desgraciadamente jodida y que de momento tiene mala solución. Este primer mundo, Estados Unidos y esta gente, tampoco hacen nada por calmar las aguas y creo que al final, por supuesto es injusto cualquiera que mata, pero todos tenemos parte de culpa de que esto pase, por dejarlo así... Al final la mía es la opinión de un músico, aunque no quiero decir que las opiniones de los artistas no tengan su verdad.

-Es cierto que usted es un músico pero su opinión influye en toda esa gente que le sigue, por eso me gustaría hablar de feminismo y saber ¿por qué habiendo tantas mujeres compositoras solo se habla de dos o tres?

-Venimos de unos años de un machismo fortísimo y las mujeres no tenían la oportunidad de dedicarse a la música, son las nuevas generaciones las que tienen que hacer un esfuerzo titánico. De modo que cuando hacen algo de mucha más calidad que un tío, les cuesta mucho más salir adelante en el caso de la música, de la literatura, de cualquier arte, porque el arte durante años ha estado reservado al que se suponía que podía hacerlo, que es el hombre. Es triste y no debemos olvidar que no hace tanto de eso. ¿Lectura positiva?: no hace tanto la cosa estaba muy negra, ahora por lo menos estamos poco a poco siendo conscientes de que esto tiene que cambiar a toda máquina.

-Y afortunadamente la gente reacciona ante La Manada...

-La gente sale a la calle, las cosas se van consiguiendo. Si hubiera la misma lucha y no pasara nada, ¡guau!, sería bastante decepcionante. Y gracias a la música salen chicas que llegan a todo, que pegan fuerte, que pueden con todo. Son heroínas, luchadoras más allá de cualquier carrera masculina.

-Luego están todas sus canciones que relatan el vacío tras acabar una relación. ¿Qué es el amor a su juicio, aunque suene tan manido?

-Es cierto, hay palabras que de tanto usarlas parece que estuvieran vacías. El amor es la palabra más importante porque cada vez que abordo un reto en mi vida, cualquier situación, cualquier paso, me planteo si amo lo que voy a hacer. Las cosas que se hacen por amor, por norma, en este primer mundo, funcionan. Las cosas que no se hacen por amor normalmente salen bastante mal. Me costó muchos años aceptar que mis canciones hablaban de amor porque pensaba que eso era vacío, algo que hacía el intérprete de turno, pero es que al final uno acaba descubriéndose y no es más que lo que es. Así que, sí, me dedico a escribir de amor y es algo maravilloso.

-De modo que todo eso se resume en que componer es sentimiento...

-Para mí es terapia, descubro qué me pasa, aprendo mucho de ahí, es una manera de entenderme y es una manera de explicarme.

-Es de Molina de Segura, ¿cómo recuerda su infancia?

-Me siento muy feliz de haber nacido en un pueblo, haber soñado muy fuerte y haber tardado tanto en irme porque creo que me he desarrollado en un sitio increíble, que es Murcia. Acabo de regresar del estudio de grabación que un amigo tiene en plena huerta murciana, abrí la ventana y cogí una bolsa de limones, que aquí no están ni buenos y encima son caros (risas) y me volví para Madrid. ¡Joder, feliz de ser murciano! Cuando empecé a escuchar canciones supe de qué iba la vaina y supe que debía aprender algo de ahí. Las personas que conocí el primer día en el instituto son hoy la gente que sigue trabajando a mi lado. Empecé a hacer conciertos, mis amigos pegaban carteles con cinta en la puerta de los bares y ahora se dedican a hacer el booking de mi gira.

-A Murcia le ocurre, en parte, como a Extremadura, son las grandes olvidadas en cuanto a infraestructuras y comunicaciones...

-Me parece imprescindible empezar por las comunicaciones porque alguien como yo es el ejemplo de que si vivir en Murcia fuera más sencillo, o en el caso de los extremeños vivir en Extremadura, quizá no tendría que estar viviendo en Madrid, quizá pudiera levantarme en casa, venir aquí, hacer mis gestiones y poder volver a dormir allí. En el caso de Murcia están construyendo las vías para el AVE y no lo han soterrado y han dejado dividida la ciudad en dos por un muro de más de cinco metros. Es bestial. ‘Sí’ a seguir creciendo, ‘no’ a cualquier precio. Creo en la belleza de los pequeños tesoros y no me importa ir un poco más lento que el resto si los pasos que damos son en el camino adecuado.

-Empezó recorriendo garitos ¿Qué ha cambiado desde aquella primera canción que dedicó a una chica con problemas de droga?

-Empecé a tocar en la calle Trapería, en Murcia, y había una chica que vendía pañuelos, me quedé pillado con ella, al tiempo me enteré que había muerto de sobredosis. Fue la primera vez que escribí una canción. Murcia me dio los primeros conciertos en la calle, después en el karaoke de mi tío. Luego empecé a ir a sitios como Itaca, que era una librería cafetería donde nos dejaban el escenario. De ahí a las primeras giras cuando no estaba internet sino las páginas amarillas y llamar por teléfono a bares: y algunos locos nos dijeron que sí. Yo tenía 17 años y cogí un tren y me fui. Con lo cual, soy especialista en tocar sobre cajas de refrescos de los bares con una alfombrucha encima. Creo que con eso me he hecho más que Palacios de los Deportes (más risas).

-Le inspiró esa chica en su primera canción, ¿ahora qué le inspira para el nuevo disco que prepara?

-Va a ser muy diverso en la temática. Estoy contando más historias en tercera persona y no sé por qué, estoy metiendo más personajes en mis canciones y me gusta pensar que son pequeñas sinopsis de algo más grande. Me gustaría que cada canción pudiera ser un relato, una pintura, un cuadro... Hay canciones que van a hablar de amor y desamor pero desde otro punto de vista, llenando los personajes de contenido, de momentos, de lugares, y quizá haciendo esa crítica más social en un tercer plano, simplemente dependiendo de dónde sitúes la escena o de qué ocurre. Me interesa mucho ese intento de resumir algo muy largo en frases muy pequeñas. En esas estoy metido ahora (sonríe).

-Antes de hacer esta entrevista hemos pasado por la facultad de Periodismo aquí en Madrid. En un aula de la Universidad Complutense hablaban de las redes sociales. A todos nos interesan ¿Qué opina usted del universo virtual?

-Las uso porque soy músico. No me atraen especialmente. Es algo muy bueno para el oficio, es una manera de comunicar, gracias a eso conseguimos tener a la gente que nos escucha al otro lado, y es importante porque uno quiere saber para quién escribe o quién hay ahí. Es como entrar en un bar lleno de amigos a los que puedes preguntarles: «¿Qué os parece esto?». En su justa medida son buenas, pero en exceso son terriblemente dañinas.