Corría el mes de enero del 2018. Las carreras de Mario Testino y Bruce Weber, dos de los fotógrafos de moda más prestigiosos e influyentes, caían en picado al cernirse sobre ellos las acusaciones de acoso sexual y abuso de poder vertidas por casi 30 modelos, exmodelos y asistentes masculinos. Sus prácticas fueron durante años un secreto a voces, aunque negarse a trabajar con ellos garantizaba pasar al olvido, por lo que decenas de chicos accedieron a posar ante su objetivo a pesar de las advertencias de compañeros del sector y de saber o intuir que aquellas sesiones traspasarían la línea del trabajo profesional. Tras salir a la luz pública estas prácticas, Testino y Weber desaparecieron del foco y durante dos años una de las preguntas más recurrentes en el sector era si finalmente habría o no rehabilitación.

Las invitaciones a posar desnudo, las pruebas en una habitación de hotel (con fotos en la cama, por supuesto), empezaron ya en los años 90, aunque no hubo denuncias. Roman Barrett, que fue asistente de Testino por aquel entonces, aseguró que le había frotado sus genitales en plena erección y se había masturbado frente a él. Y no fue el único empleado del peruano que denunció sus tocamientos. Ryan Locke, protagonista de las campañas de Gucci, le llegó a calificar de «depredador sexual». Weber, menos descarado, también fue acusado de perderse en la anatomía ajena y hacer tocamientos a sus modelos con la excusa de enseñarles ejercicios de respiración. Monty Hopper, uno de los pocos que relató cómo se resistió a sus provocaciones, confesó que sus ofertas laborales prácticamente habían desaparecido después de rechazar a Weber, uno de los más grandes y poderosos.

Las acusaciones empezaron a surgir una detrás de otra y el movimiento MeToo, junto con las demandas que les llevaron ante los tribunales, les acabó apartando de la vida pública. La editorial Condé Nast, propietaria de cabeceras tan potentes como Vogue, Vanity Fair, GQ, W o Glamour, anunció que no los contratarían hasta que se esclarecieran las acusaciones de abusos, mientras que firmas como Michael Kors, Burberry o Stuart Weitzman también renunciaron a colaborar con Testino, alguien a quien las celebrities adoraban y que había sido nombrado caballero de la Orden del Imperio Británico en el 2014, tras inmortalizar el compromiso del príncipe Guillermo y Kate Middleton.

Cierre de la oficina en NY

Fue un destierro contundente. La moda cerró filas y sus dos fotógrafos de cabecera fueron relegados del tablero, con el consecuente cierre de la oficina de Testino en Nueva York. Al menos aparentemente, desaparecían del panorama público. Sin embargo, ha sido una expulsión con cláusulas. Durante este tiempo, han continuado siendo invitados a estrenos de películas o a cenas con los grandes de la industria, mientras que en las redes sociales han seguido sumando «me gusta», como guiño de compañerismo, del mismo director artístico de Louis Vuitton, Virgil Abloh, o de la exeditora de Vogue en Francia Carine Roitfeld.

60 páginas de desnudos

El regreso editorial de Weber se ha materializado en el número de primavera verano de la publicación Holiday, dedicada a los «pioneros de uaotearoa» de Nueva Zelanda, y con 60 páginas de la revista independiente Man About Town que recogen un extenso reportaje (con explícitos desnudos en los que el modelo apenas se tapa los genitales). Un trabajo por el que el fotógrafo asegura que no cobró.

Testino, por su parte, exhibe desde el mes pasado y hasta el próximo febrero unos trabajos bastante más discretos en la Hamiltons Gallery de Londres y parece que ha comenzado a colaborar con la firma Palomo Spain. Aunque la verdadera campaña publicitaria de su retorno se la ha proporcionado Kim Kardashian, quien le ha confiado unos retratos familiares de los West-Kardashian que se han viralizado en Instagram. ¿Qué mejor que el encargo de una socialité como ella para recuperar el apoyo de la opinión pública? Con mucho menos ruido del que hicieron al marcharse, parece que Testino y Weber están regresando del exilio.