-Relate su infancia...

-Nací un 23 de junio, un día de calor, de 1970, así que tengo 48 años. Viví toda mi infancia y continúo viviendo donde siguen viviendo mis padres, justo al lado de Arco del Cristo. Recuerdo aquella etapa feliz. Mi madre, Agustina, tenía la conocida como Churrería del Cristo y no olvido el despertar con ese olor, sobre todo los fines de semana, que mi madre nos mandaba a mi hermana Montaña y a mí a todos los conventos de la ciudad a repartir para que tuvieran el desayuno. Mi colegio fue el San Francisco (desde aquí quiero hacer un alegato en favor de la directora). Era un colegio muy especial, niños de la calle, niños con padres y madres junto a chicos de familias desestructuradas, huérfanos, y por lo tanto desde la infancia palpé mucho el sentido de la familia, porque yo tenía familia y veía que mis compañeros de clase no la tenían. Y veía que llegaban estos días de Navidad y nosotros íbamos a celebrarla y a ellos los veías tristes, algunos se iban al pueblo con algún familiar lejano. Así que desde pequeño me he sentido un privilegiado por la suerte de tener padres.

-Estudió Enfermería...

-Estudié Bachillerato en El Brocense y luego la carrera de sanitario, era el delegado de clase porque solo éramos dos chicos puesto que en aquella época eran más las chicas las que estudiaban Enfermería. Siempre he ido a contracorriente. Llegó el momento de mi oposición, el momento gordo, que fue cuando las cárceles llegaron a mi vida en el año 90. Con 20 recién cumplidos aprobé la oposición y el 4 de septiembre comencé a trabajar en el Hospital General Penitenciario de Madrid, que se dice pronto. Carabanchel era entonces un complejo que estaba compuesto por la cárcel con esa araña que todos hemos visto en el cine, en películas como ‘El pico’ o ‘El Vaquilla’. Y después estaba la Escuela de Estudios Penitenciarios, el Hospital Penitenciario y el Psiquiátrico Penitenciario. En estos días estamos recordando el inicio de los casos de sida. Por aquel entonces no se sabía nada del síndrome, había una medicación, que era el Retrovir, de la que todos hemos escuchado hablar; aquello forjó y fraguó mi personalidad. Me dije: «No me he confundido de profesión». Vi el mundo de la droga, de la heroína, conocí el sida en ese estadio final que tan bien retrata la película ‘Philadelphia’, y así era la muerte de chicos que tenían menos de 30 años y que en seis meses se deterioraban y morían. Y por eso a la gente joven que lea esto les digo que no bajen la guardia, que está subiendo el porcentaje de casos de sida, porque por muy bien que veas a alguien vestido hay que poner medios anticonceptivos porque el sida sigue siendo hoy una enfermedad crónica, incurable y grave.

-¿Cómo es una cárcel por dentro?

-Hasta hace muy poco era un lugar donde la sociedad apartaba lo que le sobraba. Y no quiero tener síndrome de Estocolmo, pero apartábamos a la gente porque habían cometido algún fallo en su vida. Una jefa que tuve decía siempre: «En la cárcel y en el cementerio, todos tenemos una plaza». Una cárcel es un lugar donde va a parar gente que ha tomado malas decisiones. A una cárcel antes iban los ladrones o los drogadictos, ahora va gente por violencia de género, hoy por hoy banqueros o el cuñado del Rey están en la cárcel. De manera que querer hablar de la cárcel como un lugar para apartar o un lugar de represión es un error. Por eso desde aquí defiendo la huelga de mis compañeros, sobre todo a los funcionarios de vigilancia, porque hay poquísimo personal para tantos internos, para poder hacer esa labor reintegradora. Que si una persona ha cometido un fallo en su vida, recapacite y piense por qué lo ha cometido y no lo vuelva a hacer. Tenemos las cárceles llenas por casos de violencia de género. Nosotros cuando entramos éramos especialistas en hepatitis, ahora en la próstata o los infartos porque nuestra población es mucho mayor que antes, esos maltratadores que antes no entraban en la cárcel, y ahora gente de 80 u 85 años entra en prisión. No les entra en la cabeza que ya no puedes pegar a tu mujer. O muchos jóvenes que ingresan por delitos de circulación. La tipología del delito se ha ampliado.

-¿Pero hay que poner al mismo nivel a los Jordis que a un violador?

-Un político que roba, por ejemplo, que devuelva todo lo que ha robado y más, y los intereses. Y ahí está su pena. Si un delito es doloso, claro que tienen que entrar, para que recapaciten, para que estén apartados un tiempo de la sociedad y piensen lo que hicieron mal. Por eso, desde dentro de las cárceles los funcionarios están reivindicando un salario justo por el encaje de personal. Ellos no quieren ser simples vigilantes, quieren ser educadores. Y dos funcionarios en un módulo con 150 personas no pueden ser educadores, únicamente pueden ser vigilantes.

-¿Cuál es el caso dentro de una cárcel que más le ha impactado?

-Conocí a los hermanos Izquierdo, Antonio y Emilio. Y los traté mucho en Enfermería hasta que murieron en prisión. El crimen de Puerto Hurraco tiene muchas connotaciones. Seguían centrados en su odio, no por ellos que eran primarios completamente, sino porque les venía impuesto por sus hermanas, que murieron en el Psiquiátrico de Mérida. Podías ver cómo el odio dentro de una persona a lo largo de los años puede llegar en este caso a esa matanza que realizaron. En Madrid conocí al Vaquilla, era un personaje que se endiosó con las películas, recuerdo que una noche que estábamos de guardia vino al hospital porque se había autolesionado y teníamos que coserlo y a una compañera de mi promoción, jovencísima y guapísima, le dijo: «¿Tú que haces aquí trabajando?. En mi próxima película te voy a sacar». Conocí al Dioni, al Solitario, sus pasos y su tiempo por Badajoz. Una persona que me dejó muy marcado fue José Bretón, el parricida de los niños de Córdoba. Ese señor irradiaba en los ojos ese odio a todo y sobre todo cuando ves a alguien que llega a matar a sus hijos por hacer daño a su mujer, ese mal... Por eso, en prisión siempre están los malos de la sociedad, y después ves gente muy buena, que ha tropezado. Siempre digo que cuidamos a personas y que a los que trabajamos en prisiones nos pagan por cuidarlos y custodiarlos, no por juzgarlos, juzgarlos ya los juzgó un juez. La gente cuando habla de las cárceles esntra en ese tópico típico de las películas, de las agresiones constantes, de las peleas, de agresiones sexuales, las hay puntualmente pero como las hay en la calle o en los colegios. El mundo penitenciario hoy en España se encauza por la rehabilitación y la reinserción. Pienso que hay que atajar ese espíritu de apartar a la gente, de tenerla encerrada, de que las cárceles se conviertan en una auténtica clase de delincuencia. Tú entrabas por haber robado un bolso y salías hecho un artista y lo siguiente que te hacías era un banco. Entonces si vamos por el camino de la reinserción, vamos bien. Y algo habrá cuando el número de la población reclusa en España ha disminuido muchísimo en los últimos años. Y tengo que abogar y romper una lanza porque a pesar de los pocos medios que tenemos somos de la mejor atención sanitaria dentro de las prisiones de Europa y de muchos países del mundo. España es referencia a nivel de sanidad penitenciaria, de prevención de enfermedades, de deshabituación, es decir, que se cuida muy bien a los presos.

-¿Cómo llega a la Cruz Blanca?

-Ellos llevaban aquí desde 1990. Yo antes había tocado un poco el mundo de la solidaridad a través de Cruz Roja. Fui voluntario y me gustó. Y gracias a eso viajo todos los años a las peregrinaciones a Lourdes. Pero más concretamente estando en Madrid me enteré de que se fundó esta casa, y vi que tres frailes comandados por el padre Isidoro Lezcano, que era el superior general de la orden, montaron el caserón de la Manga, nada habilitado. Esto era una residencia femenina y esos tres frailes se embarcaron aquí con 20 chicos; al principio sin ascensor, ahora ya lo tenemos. Y en la ciudad se fue corriendo la voz y Cáceres se volcó con esta casa. De esos 20 chicos pasamos a 30, comenzaron las primeras obras, empezaron a llegar los conciertos con la Junta, y estamos en lo que es hoy. ¿Quién no conoce la obra de Cruz Blanca? Tiene casas repartidas por toda España, por Venezuela, donde estamos haciendo una campaña tremenda. En Venezuela están viviendo nuestros orígenes de voluntariado. Hablo de Pedro Méndez, Pedro Macarroni, él venía los sábados pero traía los macarrones, el chorizo, el tomate, no había nada. Hoy eso está pasando en Venezuela, por eso estamos pidiendo a los voluntarios un esfuerzo.

-Ahora quieren una nueva casa...

-El proyecto lleva tres años hecho. La Consejería de Bienestar Social nos donó el antiguo Cedex en la calle Reyes Huertas y ahí está ese local, que es nuestro. Nos falta dinero y financiación, porque el proyecto de obra ya está gracias al club Rotary que nos ha ayudado muchísimo, la diputación también. La congregación en estos momentos se está volcando en Venezuela y nosotros a la espera de que nos toque la lotería, de que nos den una herencia, de la solidaridad de los cacereños, o de esa cruz del IRPF para poder comenzar esa obra.

-También pasó por la radio...

-Comencé con Franquete. Paco Mangut fue mi maestro. Estuve 20 años. No soy periodista, a veces nos llamaban usurpadores, pero hemos vivido experiencias grandes, hemos sabido dar voz desde Cope a la ciudad de Cáceres, denunciar y ponerle voz a los más necesitados. Con lo que me quedo es con aquella mañana de un 6 de enero en la que saltó la noticia de que habían asesinado a un chico en La Madrila y a las dos horas su padre había muerto de un infarto al enterarse de la noticia. Ángeles Luaces hacía el informativo, yo el magacín y nos llegó el teletipo. Cambié toda la programación Especial Reyes. Y cuando acabé el programa recibí una llamada diciendo: «¿Sabes de quién has estado hablando?». Era el sobrino de una gran amiga mía. No sé cómo hubiera reaccionado de haber sabido que era Alejandro Clemente. El tener un micrófono tiene sus partes buenas y malas.

-¿Esa voz de Cáceres carraspea?

-Veo la voz un poco apagada no solo en Cáceres sino a nivel nacional. Estamos viviendo un buenismo, un conformismo. Veo muy coartado el derecho de expresión en este país. He llevado a la Cope a gente de todo tipo. Mi programa comenzaba después del de Federico Jiménez Losantos. Y yo he comenzado mi programa con JC Corrales, por ejemplo, que es muy transgresor. En la puerta de la Cope hay un cartel que dice: ‘La verdad os hará libres’. Y así es. En la verdad radica el derecho a la libertad de expresión. Ahora se ha vuelto a editar un libro de Forges sobre la Constitución y he escuchado a su hijo decir: «Muchas de las viñetas que mi padre hizo hace 40 años hablando sobre la Constitución hoy serían políticamente incorrectas». Y es que ahora tenemos la piel muy fina en este país. Y eso me duele porque nuestras libertades van hacia atrás. No sé a qué sociedad vamos caminando, pero no me gusta. En Cáceres nos estamos durmiendo, no queremos dar pasos. Estamos en una casa religiosa y hoy por hoy todo lo que huela a religión es casposo. Y esta casa no es casposa, Cáritas no es casposa. Dentro la Iglesia tenemos un Papa aperturista.

-Ya, pero hay gente que cree en Dios y no en la Iglesia...

-Yo tengo amigos ateos, agnósticos, católicos, no practicantes y practicantes. Y todos coinciden en que esto (ser voluntario) aquí o en cualquier otro sitio es servir a Dios. Al que vemos en el otro o al que está dentro de los templos. Quizás la Iglesia no ha sabido evolucionar con los tiempos, o quizás hoy queremos hacer un Dios a nuestra medida. Por eso admiro al Papa Francisco, cuando pide desde los cardenales hasta los monaguillos que huelan a oveja. Es decir que estén entre y con el pueblo. Y sobre todo con los que más sufren y viven en las periferias de todo tipo.

-Y ustedes están aquí, junto a los desahuciados de la tierra...

-Tenemos 32 asistidos, una comunidad de tres frailes y muchos voluntarios. Soy coordinador del voluntariado y también tenemos la Asociación Amigos de Cruz Blanca, de la que soy presidente. Con una pequeña cuota nos da para mantener el gasto de gasoil para calentar esta casa. Por aquí pasan montones de personas, voluntarias que abrieron esta casa y que hoy con 80 años vienen todas las mañanas a ayudar a los asistidos, a estar con los hermanos. Cuando nos vean por la calle con nuestros chicos que no digan: «Mira los de la Cruz Blanca, pobrecitos». No, no son pobrecitos, son felices y nos hacen felices a nosotros que los cuidamos. Y para terminar, quiero decir que el mundo de la discapacidad sensorial está muy de moda por la película ‘Campeones’. Y es un mundo que ha estado muy apartado y que necesita mucha visibilidad.