-Usted es de Montijo, ¿puede hablar de su infancia?

-Fui el típico niño creativo e inventor, muy bueno y muy tranquilo, pero era el más ganso y el más payaso del universo. Me gustaba muchísimo la música y con 13 años, con unos amigos y un par de discos bajo el brazo, nos metimos en una emisora pirata. Empecé a presentar discos y a partir de ahí siempre estuve relacionado con ese mundo, con el arte y el entretenimiento.

-Además fue periodista, ¿qué opina de la profesión?

-Que necesita resetearse y los culpables somos un poco todos, a todos nos gusta la frescura y que nos sorprendan, pero hemos tomado la sorpresa como un valor que no debería ser tan importante. Cuando estás en un medio de comunicación, el que seas más friki que el resto se valora mucho más que la autenticidad o la profesionalidad o el saber llevar un tema con cierta credibilidad. Por supuesto en este caso me estoy refiriendo a algunos programas de televisión donde la profesión a veces es algo totalmente secundario.

-¿Puede hablar de esa etapa que desarrolló en Extremadura?

-Extremadura profesionalmente hablando para mí ha sido sobre todo un momento dedicado al periodismo y, de una forma un poco más extraoficial, dedicada a la música. Fue bonito. Ahora no sé si seré capaz de volver a los medios porque estoy en otra etapa profesional.

-Una etapa en la que se formó en interpretación con Antonio Malonda y entre sus maestros, Paloma Berganza o José Masegosa...

-Todos los que intentan estar en la música tienen que tener un poquito de talento, pero cuando te formas profesionalmente te das cuenta de que aparte de ese talento tienes que tener disciplina, capacidad de resistencia, de sufrimiento, de adaptación, de asunción de unas líneas que te marca un director. Todo eso te lo da la madurez; por eso cuando eres joven y el éxito te cae encima a veces es difícil de digerir, pero en mi caso, como ya me pilló un poco más madurete, fue fácil. Había estado en grupos de trabajo y había montado muchos proyectos en radio, en televisión, en música y cuando entré en Madrid, en la escuela de Antonio Malonda, tenía ya la cabeza un poquito más amueblada. Trabajo sin parar desde que entré en esto en 2012 porque me atrevo a cantar de todo. Mi padre tenía una peña flamenca en Montijo, pero salvo flamenco te lo canto todo. Ahí sí que no me atrevo. Algún rollo freudiano tiene que haber detrás (risas).

-¿Por qué se marcha a Madrid?

-Sabemos cómo son las cosas, y en el mundo del arte, la interpretación y la música las oportunidades hay que buscarlas donde llegan, y en Madrid tienes el obús que necesitas para poder avanzar rápido y poder colocarte bien, a gusto, para poder ir paso a paso escalando peldaños. La decisión de venirme a Madrid fue algo completamente necesario. Terminé mi contrato con Canal Extremadura en diciembre de 2011 y en enero de 2012 Coco Comin, la directora de teatro musical, me vio en un cásting, estuve 15 minutos con ella y me ofreció trabajo para cuatro años.

-Así es. Coco Comin lo escogió para interpretar a Vince Fontaine y Teen Angel en la gran producción ‘Grease el Musical’ por la que fue elegido actor revelación y finalista al Mejor Actor Principal en los premios Broadway World Spain...

-Me llegaron ecos verdaderamente bonitos de Extremadura. Me decían: ‘Guau, ahora que estamos en un momento de crisis, de cambio tan brutal...’ En esos años acabar la relación profesional con un canal de televisión se convirtió en algo para mí realmente bueno. Fue como un sueño. A veces no te atreves ni a meter la patita, porque el mundo de los musicales era solamente para algunos privilegiados, pero me lié la manta a la cabeza, cogí un avión, me fui a Barcelona, me presenté en la escuela de Coco Comín y sorprendentemente me cogieron. Algo pasó en esos 15 minutos que estuve con ella, algo realmente maravilloso. Coco Comin me miraba con unos ojos muy abiertos, hablaba con el resto de los compañeros, hasta que con su acento catalán me dijo: “Bueno José Antonio, ya sabemos que puedes hacer cualquier cosa con la voz, pero tengo que ver a 17 personas más”. Eso fue una forma de decirme: «Estate atento que lo mismo, lo mismo, te llamamos». Y contra todo pronóstico un mes después de estar como presentador de ‘Visto lo visto’ estaba estrenándome como actor en la artería Coliseum de la Gran Vía, en uno de los teatros más grandes de Madrid, en el corazón de los musicales, en uno de los papeles más deseados por toda la profesión. Fueron cuatro años mágicos.

-Así que 15 minutos cambiaron su vida...

-En 15 minutos me hicieron bailar, mover el culo, gritar. Luego también les convenció que Fontaine era un presentador de televisión y radio, entonces esto era blanco y en botella y ningún actor podía dar más credibilidad a ese papel que yo. El papel también exigía hacer algunas cuñas de radio de los años 50, y mi voz seguro que era la más radiofónica de todas las que se presentaron, que estaba yo ahí con la oreja pegada a ver al resto de la competencia (más risas).

-Usted es otro de los actores que ha pisado el Teatro Romano de Mérida con ‘La bella Helena’. ¿Cómo valora esa obra y la evolución del Clásico de la mano de su director, Jesús Cimarro?

-Cimarro ha hecho un trabajo estupendo. ‘La bella Helena’, que era una de las cosas más divertidas que se podían esperar dentro del Festival de Teatro Clasico de Mérida, que cuando lo dices así, tan largo y con tantas mayúsculas piensas: ‘Esto tiene que ser algo serio’. Fue una obra muy punki, muy graciosa, en la que nos cargábamos un clásico de Offenbach. Era una opereta que se adaptó a nuestros días. De hecho, si se me presenta la ocasión de hacer algo por el estilo lo volvería a hacer, y por supuesto, ¿dónde hay que firmar para estar en las tablas del Romano? Es un sueño. He estado cubriendo periodísticamente muchos años el festival, así que verme ahí catapultado en el escenario era algo que pensaba que solo le pasaba a los demás.

-Y lo seleccionaron para ‘El hombre de la Mancha’, de Mario Gas...

-Ese fue un proyecto que pudo ser y no fue porque me seleccionó Mario Gas y tres días antes de la prueba de vestuario nos avisaron de que se caía el proyecto. Para todos fue como el holocausto, pero al final te recuperas y aquí estoy con ‘El Médico’, más feliz que una lombriz.

-Así que estrena en el teatro Nuevo Apolo esta gran superproducción basada en el bestseller de Noah Gordon y dirigida por José Luis Sixto y Francesc Abós con más de 30 actores en el escenario y 20 músicos en directo... ¿Por qué triunfan los musicales?

-Nadie conoce la piedra filosofal, pero lo que sí está claro es que el musical engancha, está viviendo un momento espectacular, quizá sea por el grado de exigencia que tiene esta disciplina tanto actoralmente como físicamente. Tienes que saber bailar, cantar, interpretar y hacerlo todas las noches y todas las noches dando tu máximo rendimiento. Esto es muy complicado, como no te dediques profesionalmente a ello es durísimo. ¿La clave del éxito? En el caso de ‘El Médico’ está claro: es una historia de aventuras, es como el Laurence de Arabia pero de los musicales, es algo que te engancha inmediatamente, desde el minuto uno.

-¿Qué explora el teatro que le gusta hacer?

-Ah, pues eso es muy interesante... A mí me gusta el teatro que explora personalidades que no tienen mucho que ver conmigo, te transformas y eso es liberador, te olvidas del Joseán de 1 metro 85 y te conviertes en lo que te toque. Es una experiencia completamente liberadora, de verdad, es algo que solo cuando te entregas al cien por cien lo vives tan intensamente. Eso hace que además te olvides de todo lo físico que llevas detrás. El personaje de Barber está arrastrando un carro de unos 400 kilos durante toda la función, físicamente es muy duro, pero cuando estás dentro se te olvidan todos los dolores, se te olvida todo lo que pesa el maldito carro. Y se te olvida todo lo que tengas en ese momento, ya sea faringitis, un esguince o dolor de espalda.

-¿Y cómo es ese personaje, el cirujano barbero?

-Barber es el nuevo genio de la lámpara de los musicales. Es tan divertido, tan oscuro... es muy completo y tiene muchísima exposición. Es el personaje que tiene más texto de todo el musical y tiene más letra cantada, pero es que la lanza a una velocidad de vértigo. He tenido que aprender a hacer malabares, números con fuego... Imagínense un presentador de televisión haciendo todas esas cosas (risas). Antes lo veía todo desde la barrera y ahora estoy ahí, entregándolo, dándolo todo. Es un personaje muy dramático en el que puedes desarrollarte más que en cualquier otro de los que he hecho en toda mi vida.

-En la obra el protagonista se da cuenta de que tiene en sus manos el don de predecir la muerte. Acojona, ¿no?

-Sí, acojona desde el momento en que te están presentado un Londres del siglo XI en el que hay tanta miseria, tanta hambre, la sociedad en Europa es totalmente decrépita, no tiene nada que ver con el lejano Oriente, donde están floreciendo la medicina, la cultura y las artes. Aquí con el cristianismo y con este dominio que tuvimos durante siglos y siglos de la Iglesia y de las monarquías se olvidó todo lo que podía haber sido el florecimiento de Grecia y Roma y se transformó en otra cosa totalmente diferente, en algo muy bárbaro. En Europa estábamos en la cloaca y en Oriente estaban en el top, en lo más alto.

-Por eso la obra es muy contemporánea. Habla de una plaga, la guerra y un rey déspota que pondrán a prueba la vida de Rob. Sólo la amistad, su vocación y el amor le empujarán a sobrevivir. Eso tenemos ahora en nuestro presumible mundo moderno: plagas, gente que tiene que dejar sus países por la guerra, gobernantes déspotas, monarquías cuestionadas. ¿Cómo saldremos de esta?

-Salir de esta va a salir difícil. El otro día me decía alguien: ‘El día que internet explote no va a quedar ni uno de pie’. Cuando te das cuenta de que somos tan frágiles, de que la vida depende de un conductor suicida es duro de pensar. Esto solamente tiene una solución, que es actuar en consecuencia, ser un buen ciudadano. ‘El Médico’ habla de dos viajes y de cómo te trata cada una de las culturas y de cómo se pueden aunar tres culturas que son la cristiana, la musulmana y la judía. Todos podemos convivir y este es el mensaje final de la obra: la magia ayuda, así que ahí estoy ayudando a dar un poco de magia a mi vida y a la de los demás.

-Usted adopta como aprendiz al pequeño Rob. ¿Qué le aporta al personaje protagonista?

-Barber es la mayor influencia de Rob. El protagonista encuentra el camino en Oriente para aprender medicina. Él detecta cuándo llega la muerte, pero no sabe muy bien en qué consiste su don ni cómo ocupar el vacío que ha dejado la muerte de su madre y sus hermanos. Eso nos afecta a todos; a todos nos da un poquito de pellizco cuando pensamos: «¿Podría haber hecho algo para hacer un poquito más feliz a los demás o a mis padres o a mis hermanos, o a la gente que quiero?» Son preguntas que se hace Rob. Pero por encima de todo Barber le enseña lo que es la vida, tener que pelear para a veces saltarse las normas y poder hacer lo correcto. Todos tenemos que encontrar un equilibrio, no podemos estar entregados al 100% al trabajo, ni al 100% a pasarlo bien sino que tenemos que encontrar una estabilidad entre lo correcto y lo que nos pide el cuerpo.

-La obra narra la historia de ese joven médico. ¿Qué es para usted un médico en la España de hoy?

-Un médico en la España de hoy es hablar de temas que a veces no tienes valor de sacarlos en una reunión de amigos. El médico de familia debe ser amigo de la familia. Es maravilloso ver que cuando vas al médico te conoce y te dice: ‘Hombre, ¿qué tal, cómo estás?’, con eso se me ha curado la mitad. Los médicos de hoy se van a convertir en las piezas más importantes de nuestras vidas. Estamos como estamos, con esa fragilidad que tenemos todos, y con esos miedos y con ese afán de superación que nos exige la vida diaria, que tenemos que estar siempre al 100% físicamente en todos los trabajos, en todos los entornos.

-¿Qué opinión le merece el nuevo gobierno?

-Pienso que las cosas nunca son fáciles cuando te llegan de repente, de sorpresa, pero creo que al fin y al cabo lo que siempre intentamos es que todos salgamos airosos, que este barco navegue, y creo que eso el equipo de gobierno lo tiene muy claro. Tenemos que intentar salir adelante y tenemos que intentar cambiar las cosas que están mal y eso me da un voto de confianza.

-Una de esas cosas que están mal es el tren a su paso por Extremadura...

-Sí, y tan mal. Lamentablemente la solución de la mayoría de nuestros problemas viene del dinero y eso es una realidad que tenemos que ir aceptando ya de una vez, que a veces las buenas intenciones no son suficientes. Hombre, cuando te enteras de ciertos datos lo primero que se te viene a la cabeza es un cabreo monumental por ver lo que está pasando en algunas comunidades en España, y concretamente en Extremadura es totalmente demencial. Espero que se solucione pronto y que mis amigos y mi familia y la gente de mi tierra no tengan que sufrir esa maldita vergüenza de tren que tenemos ahora mismo.

-Esta obra habla de la muerte, no sé a qué sigue temiéndole...

-A la muerte no le temo, la verdad, no, no. No es algo que me haga ocupar ni un minuto de mi tiempo. Le tengo miedo al declive, le tengo miedo a la soledad o le tengo miedo a la tristeza y a no poder superarla, pero luego te das cuenta de que alrededor no solamente te encuentras en el camino dificultades sino que hay muchísima bondad, hay muchísima gente que te recuerda que merece la pena, que la fiesta todavía sigue viva y que da gusto estar aquí.