¿El abogado Ángel Luis Aparicio pasó por nuestra tribuna la semana pasada y le formulaba la siguiente pregunta: «Es efectiva la musicoterapia para la curación de un niño con una patología determinada»?

-No cura, pero sí es verdad que la musicoterapia trabaja con la música y sus elementos con objetivos terapéuticos, ya sea a nivel cognitivo, físico o psicosocial, dependiendo del tipo de paciente.

-Hay hospitales españoles con enfermos de cáncer y enfermedades neurodegenerativas que reciben una atención integral y musicoterapia que les alivia. «No podemos curarles, pero podemos mitigar el dolor», insisten los expertos.

-La musicoterapia alivia el dolor y también la pena, por eso es tan importante que el tratamiento vaya dirigido tanto al enfermo como a sus familiares.

-«A un enfermo terminal no se le debe mentir. Al principio causa impresión, pero luego hacen unas despedidas muy bonitas que reconforta a la familia». Lo dice María Herrera, jefa de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital de Valdemoro. ¿Está de acuerdo?

-Por supuesto. Tengo la suerte de estar de voluntaria en la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital San Pedro de Alcántara de Cáceres. Vas a trabajar con personas que sabes que se van a morir, pero te quedas con los momentos que vives junto a ellas, cantando, tocando, sonriendo... porque es una forma de morir dignamente, morir de otra manera. Lo importante es la calidad de vida del paciente, viva un mes, un año, pero que viva lo mejor posible. Es una unidad muy humana y muy necesaria, donde además de la musicoterapia ya están entrando otro tipo de terapias como el reiki, por ejemplo.

-En la Unidad de Hematología y Oncología Pediátrica (UHOP) del Hospital Montepríncipe de Madrid, por ejemplo, es frecuente que los niños sean tratados con música. Allí los médicos y las enfermeras que trabajan con los menores enfermos encuentran una terapia alternativa que ayuda a los niños a la recreación, garantizando una mejor relación consigo mismo. Los médicos comprobaron que quienes disfrutaban de instrumentos o de cantar lograban estar mejor física y emocionalmente. Algo que es sumamente importante para tratar el cáncer...

-He tenido la oportunidad de estar trabajando en la Unidad de Oncología Pediátrica del Hospital Infanta Cristina de Badajoz. He comprobado cómo mejoran los niños cuando llegas a su habitación con tus instrumentos. Esos niños tienen vías puestas, están enchufados a muchas cosas, a nivel emocional y físico están muy bajitos; acercarte a ellos de esa manera es vital. Es fundamental cambiar el ambiente del hospital. Nosotros tenemos un convenio firmado con el Servicio Extremeño de Salud (¡gracias universo!) y eso nos ha abierto las puertas del hospital para poder llevar allí la musicoterapia. Y llevamos la música no solo a los niños, también a los padres, que están desesperados por esa situación injusta que vive su hijo. La música libera endorfinas y hace que ese niño se sienta mejor. El niño que está pasando por un proceso oncológico necesita que sus defensas estén más fuertes. La música puede hacer que eso suceda. Nos hemos encontrado con niños que lloran mientas las enfermeras les están poniendo las vías, y que cuando entras, con tu guitarra, con tu voz, dejan de llorar.

-Gran parte de la población padece enfermedades neurodegenerativas como alzheimer, huntington o parkinson, entre otras. En la Fundación Vianorte-Laguna se dedican al cuidado y tratamiento de personas de la tercera edad cuya enfermedad se encuentra en fases avanzadas. María Martínez Gil imparte allí sesiones. Alterna su guitarra con el sonido de tambores, maracas y su maravillosa voz con la que logra derrumbar la barrera que la separa de los allí presentes. La enfermedad ha avanzado y pese a que las reacciones no son desmesuradas sí se puede ver cómo alguna persona alza la vista y mira a María, otros dicen o intentan decir algo, se mueven siguiendo el ritmo de la música o sonríen ampliamente e incluso cómo tocan alguno de los instrumentos que la musicoterapeuta les cede para que lo hagan sonar. Parece maravilloso, ¿no?

-La música es lo último que se pierde. Pierdes el habla, pierdes tu control de esfínteres, pierdes tu movilidad, pero lo último que se pierde es la música. Recuerdo a una mujer en una residencia con un alzheimer muy avanzado, pero las enfermeras insistían y la llevaban a nuestra sesión. Hacía mucho tiempo que había perdido el habla, nos miraba desde su silla de ruedas hasta que un día cantamos ‘Tengo una vaca lechera’ y aquella mujer se puso a cantar. Sus neurotransmisores dieron, de pronto, un chispazo; y eso lo hace la música.

-Pero la musicoterapia no funciona como una receta de cocina. Dicen que lo más importante en este trabajo es encontrar la ‘identidad sonora’, ¿Cuál es la suya?

-Este concepto de la identidad sonora es de Rolando Benenzon, que es, por así decirlo, el padre de la musicoterapeuta. Consiste en realizar un bagaje desde cuando estás en la barriga de tu mamá hasta hoy, tengas 7 o tengas 80 años. Es un estudio de la música que te ha acompañado, el árbol genealógico de la música, que es lo que te ha aferrado a ciertas emociones. A partir de ahí puedes empezar el trabajo. Son fundamentales los primeros sonidos que has escuchado, la voz de tu madre, si has estado en incubadora, por ejemplo, hasta eso es importante, el país en el que hayas vivido, la ciudad donde resides... Es lo que te va a hacer contactar desde el principio con el paciente.

-Aseguran que con el entrenamiento adecuado, una embarazada es capaz de trabajar su suelo pélvico y dar la vuelta a un bebé que viene de nalgas usando la voz...

-Canto prenatal. Fue una suerte poder formarme en eso en Madrid. Cantar alegra el alma y la voz está conectada con la matriz. Si abres tu voz con unas vocalizaciones específicas abres también tu matriz. Cantar es un analgésico natural. Cuando se tienen contracciones el canto ayuda a mitigar el dolor. Las embarazadas cuando tienen contracciones tienden a apretar la cara. Lo que se trabaja en canto prenatal es liberar tu voz para concentrar el esfuerzo no en la cara sino en tu diafragma. Las matronas trabajan unos puntos de apoyo específicos, los musicoterapeutas intentamos que la voz haga soltar en la parte de abajo y no en la de arriba, que es lo que interesa. Trabajas con la pareja porque se trata de tres: el bebé y la pareja. Es importante que la pareja cante, en el caso del padre, por ejemplo, sus tonos graves hacen que el bebé busque.

-La cantante Soraya ofreció estas Navidades el primer concierto de la historia para futuros bebés. El objetivo: probar un «iPod» que se coloca en la vagina de las embarazadas para estimularlos. Instalando en la vagina un altavoz, el bebé será capaz de oír los sonidos casi con la misma intensidad y claridad con la que se emiten. Específicamente para ello se ha diseñado el Babypod, un dispositivo que reproduce música a 54 decibelios -el volumen de una conversación en tono bajo o a un hilo de música ambiental- y que provoca en el feto curiosas reacciones. Los futuros recién nacidos abren la boca y hasta sacan la lengua...

-Lo más importante y lo más real que capta un bebé es la voz de su madre, es más efectivo que introducir un Babypod por la vagina. Un bebé escucha perfectamente a los cinco meses de gestación, por tanto creo que no son necesarios este tipo de aparatos para buscar la estimulación, me parece más una sobreestimulación. Creo que es más importante que la mamá cante al bebé que usar un Ipod.

-Luego está el debate sobre la necesidad de incorporar la música en la escuela. Añadir herramientas sonoro-musicales en ámbitos pedagógicos, ofrece un plus de entretenimiento que predispone a abordar los contenidos con más tolerancia...

-Es una pena que la música esté presente tan mínimamente en los colegios. Creo que tanto la música como las artes en general son fundamentales para el desarrollo de la vida de una niña o un niño. He impartido clases en Primaria y Secundaria y he visto esa carencia. Un niño que está formado en las artes es un niño que piensa, es un niño que debate y es un niño que se plantea cosas. Y eso, desgraciadamente, se nos está quitando del sistema educativo.

- Incluso un profesor chileno, Ramón Robles, ha ideado el proyecto de un software de musicoterapia que, como terapia alternativa, ayuda a enfrentar el tema de la violencia escolar fuera del paradigma disciplina-castigo, que suele imperar en estos casos. Cuatro años después de su descubrimiento se aceptó científicamente su propuesta, validándola con estudio de casos...

-Es muy interesante que un profesor haya tenido esta iniciativa. La violencia en las aulas está sucediendo, hay una problemática grande en la sociedad actual que es responsabilidad de los adultos y que se extrapola al comportamiento en las clases. La música da muchas herramientas para que en un grupo se mitiguen las diferencias, se acerquen, haya cohesión grupal. Tengo esa experiencia en el aula de ver cómo niños conflictivos se han ido transformando a través de la música. Es una forma distinta de acercarte a ellos, no con métodos de castigo o con voces, eso no funciona, hay otras alternativas.

-¿Hay música para el mal de amores, o para superar una mala racha laboral o una ruptura de amistad?

-Ole. Claro que hay música, la música que uno necesita. Cuando una persona tiene mal de amores está triste, obviamente, y los musicoterapeutas siempre decimos lo mismo: «Si viene un niño triste no le voy a tocar una canción alegre», tengo que ponerme en su situación y en su estado anímico y emocional de ese momento. Por eso nosotros no utilizamos música enlatada sino en directo, porque tú vienes hoy de una manera y mañana vienes de otra. Cuando estás triste y pones música triste, te ayuda a sacar esas emociones y a romper a llorar. Luego te vienes arriba. Todo el mundo utilizamos la música a nivel terapéutico, a nivel personal.

-Una paciente de salud mental explicaba en el programa ‘Salvados’, de La Sexta, que con la musicoterapia se sentía «más animada, más contenta» y decía que tenía «mejores relaciones con la gente». Por su parte, el musicoterapeuta Pau Gimeno explicaba que «la música no puede contrarrestar la mediación, pero sí que puede ofrecer cosas que la química no. Eleva a la persona, la dignifica». Esto es aplicar la musicoterapia a la depresión, que es otro de los grandes males endémicos de la sociedad del siglo XXI...

-La verdad es que entrar en la Unidad de Psiquiatría es una experiencia increíble. Sí puedo decir que la medicina es necesaria, que los psiquiatras son fundamentales, que para que nosotros podamos empezar a trabajar con los pacientes que llegan muy mal necesitamos esa atención previa de los fármacos y de los facultativos. Sí creo que cuando una persona tiene procesos de depresión puede tener una medicación que le palie puntualmente esa depresión, pero realmente esa depresión viene por algo que se tiene que trabajar a través de otra terapia, tienes que ver la raíz de qué te sucede; para mí lo demás son parches, y a lo mejor se me va a echar la comunidad médica encima. He estado en la Unidad de Psiquiatría, he visto cómo las personas vuelven y vuelven a acudir, salen a la calle y vuelven. Eso significa que hay algo que no está funcionando. Tomas una pastilla y te libera endorfinas, vale, y te hace creer que estás bien. Pero ¿por qué estás depresivo, cuál es la raíz? La musicoterapia, lo he comprobado, saca emociones. Que yo he visto ahí a gente llorar, gritar, comunicarse con los demás. Hace que las personas de un grupo con patologías diferentes se comuniquen. Se trabaja con ellos a través de la canciones, sin hablar, y sale, cantando, tocando un tambor, bailando...

-Claro, porque ustedes no son unos tarados ni unos esnobs. La musicoterapia siempre ha sido considerada una actividad paramédica. Sin embargo, su incorporación en las universidades públicas españolas y la elevada demanda que al parecer suscitan apuntan a una gran aceptación social. Ya está en las universidades de Barcelona, de Madrid, de Zaragoza que es, por cierto, una de las más avanzadas en este campo... ¿Qué está ocurriendo?

-Está ocurriendo que nos estamos abriendo a otro tipo de terapias. Estamos aprendiendo que además de la medicina tradicional necesitamos otras cosas. Estamos abriendo campo. Hacer una introspección más profunda del ser. Estamos en un momento muy convulso a nivel social, estamos ansiosos, tenemos depresión, estrés... La musicoterapia está vigente oficialmente desde los 60 pero se utiliza desde que el hombre es hombre, los griegos, Platón... hablaban de cómo la música cura. A los soldados que venían de la Segunda Guerra Mundial ya se les hacía musicoterapia. Ahora en España se está vinculando a la universidad, pero en América es desde hace años carrera universitaria. Que poco a poco abramos esa mentalidad no es más que un movimiento social que se da cuenta de que necesitamos otras cosas.

-Y para terminar, cuál es la banda sonora de su vida?

-Primero las nanas, que mi madre me cantaba desde que estaba en su barriga (se emociona), después Antonio Molina y la copla. Triana, por mi padre, que son unas canciones que tengo muy presentes y por parte de mi abuela los tangos (¡ay abuela, ese Carlos Gardel!), que hoy los canto por ella: «Volver, con la frente marchita»...