sI una cosa caracteriza al clan Kardashian, y más aún a su CEO, ideóloga y matriarca, Kris Jenner, es que cualquier cosa -y por cualquier cosa se entiende desde un atraco en el que a tu hija le roban 10 millones en joyas hasta cómo te puede quedar la cara tras una mala sesión de bótox- siempre puede ser metabolizada en favor de las cuentas de este fabuloso conglomerado. Un imperio económico en el que familia y marca son sinónimos y cuya fórmula -drama guionizado; audiencias millonarias en redes, y patrocinios y ventas on line- se ha convertido en la horma de la celebridad monetarizada del siglo XXI.

Así que habrá que ver cómo Kris, quien suele expulsarse las polémicas con un «no vivo en ese espacio de energía negativa», rentabiliza el último precipio que la maquinaria mediática ha abierto esta semana ante sus pies. Por si no llevan al día el carrusel de chifladuras recreativas del clan: en el documental Who killed Nicole? -sobre el asesinato de la mujer del deportista, por el que este fue declarado no culpable, con toda la prueba en contra-, el antiguo mánager de O. J. Simpson ha dicho que Kris, íntima de la víctima, mantuvo en un yacusi un encuentro sexual con la estrella (les ahorraremos los detalles truculentos) cuando ella aún estaba casada con Rob Kardashian, primer marido, padre de sus cuatro hijos mayores y defensor de Simpson. Y todo esto la misma semana que la mujer, de 63 años, convocaba en la cocina a las cámaras del reality familiar Las Kardashian y, con la tostadora por testigo, ponía un poco de lágrima a las relaciones familiares recriminando a su prole la animadversión que por lo visto sienten por su novio, Corey Gamble, de 38.

«¿Quieres dejar de convertir cualquier cosa en una trama?», le dijo una vez Kendall, la penúltima de sus hijas, antes de convertirse en la modelo mejor pagada del mundo y entender cómo funcionan las cosas bajo el signo de la K, que es el de Kris, pero también el de sus hijas -Kim, Khloe, Kourtney, Kendall y Kylie- y que, básicamente, consiste en mostrar mucha agitación ante las cámaras; ser embajadoras de un estilo de vida que aúna lujo y trash, y trabajar duramente por convertir el día a día en una fabulosa teletienda global.

Cuando a la madre y mánager del clan -que se hace llamar momager tras hacer algo muy kardashian: registrar la palabra como marca- le preguntan cómo una azafata de American Airlains ha podido convertirse en la productora ejecutiva más poderosa de la telerrealidad, ella suele contestar que cuanto sabe lo aprendió en las recepciones que ofrecía su primer marido -en las que sonreía, procesaba y aprendía- y observando cómo su segundo esposo, Bruce Jenner -hoy Caitlyn, como a estas alturas sabrá todo el mundo que tenga pulso y una pantalla a mano-, «ordeñó» durante años sus dos días de gloria olímpica.

Así que la oportunidad saltó cuando Kris -que abrió una agencia de comunicación para gestionar la carrera de Jenner y cuya experiencia televisiva se ceñía a aparecer sobre una cinta de fitness en la teletienda del marido- vio el reality familiar de los Osbourne. ¿Acaso no querrían los ejecutivos del canal E! un programa de telerrealidad en el que tres chicas de Calabasas inician una carrera chiflada hacia la Ivy League de la cebridad y no tienen reparos en mostrar «sus vulnerabilidades», les prometió la madre? Por aquel entonces, Kim solo era una amiga de Paris Hilton que le gestionaba el armario, pero... tenía un vídeo sexual que fue convenientemente difundido en el lanzamiento del show.

Doce años más tarde, los medicis de la celebridad contemporánea han amasado una mareante fortuna (semanas atrás, Forbes jaleaba a Kylie como la milmillonaria más joven gracias a sus productos labiales) a base de publicitar y/o vender cualquier cosa: desde cosméticos y fragancias hasta líneas de ropa para madres trabajadoras y artículos dietéticos. Su influencia es tal que su audiencia en Instagram dobla a los habitantes de EEUU e incluso ha emergido una poderosa industria low-cost que, con solo un clic y por menos de lo que cuesta pedir una pizza, te llevan a casa cualquier artículo -pantalones y gafas ciclistas, tops, vestidos flúor o zapatos de tacón y púas- que sea de su estilo o hayan lucido en Instagram. Así, cuando, semanas atrás, The New York Times le preguntó a Kim qué balance hace su madre de la empresa familiar, esta contestó: «Creo que todo lo que ella quería, finalmente ha ocurrido».