-¿Puede hablar de su infancia?

-Tuve una infancia feliz. Mis padres me aportaron valores muy importantes en la vida, sobre todo el trabajo, que me sirvieron para luego ejercerlos en mi profesión. Fue una infancia rodeado de mujeres por la cuantía de hermanas que tengo, todas ellas adorables. En esa infancia siempre soñé con ser torero, parecerme a Paquirri, al Niño de la Capea..., soñaba con esos toreros, y poquito a poco me fui introduciendo en este mundo y la verdad es que me atrapó.

-¿Cómo recuerda el colegio?

-Siempre me quedaban tres o cuatro asignaturas en las últimas evaluaciones. Tenía que estudiar todo el verano para luego recuperarlas. No era brillante, pero lo pasé de puntillas. Recuerdo que ya en el colegio quería ser torero, recuerdo también a don Teodoro Casado, que era uno de mis profesores y me sacaba a torear de vez en cuando... De modo que tuve esa etapa maravillosa de la EGB, de la que saqué grandes amigos que aún continúo manteniendo. Dejé de estudiar y me dediqué a trabajar, compatibilizándolo con el toreo. Fue una etapa dura, pero muy bonita.

-Hable de sus padres...

-Mi padre era panadero y mi madre, ama de casa. Vengo de una familia humilde, numerosa y trabajadora. Nací en la calle Valdés hasta que nos trasladamos a un edificio de Hernán Cortés del que mis padres eran los porteros. Posteriormente lo dejaron y nos marchamos a la barriada del Espíritu Santo. No olvido la plaza de Italia, la iglesia de San José, el Espiri... recuerdo los juegos infantiles del momento, de hacer hogueras por San Jorge... Creo que los de esa generación teníamos valores importantes basados, sobre todo, en el respeto. Poco a poco todas esas características iban desgranándome como hombre, como persona, y siempre en mi mente estaba lo que yo quería ser: torero. Jugábamos al toro y todos me tenían que embestir, ¡porque yo era el torero! Una etapa inolvidable, sin duda.

-¿Qué opina de las redes sociales?

-Las redes sociales son importantítisimas siempre y cuando se sepan usar. Considero que hay que tener, eso sí, mucho sentido común y respeto. Últimamente en las redes sociales cualquier persona puede opinar de lo que quiera, incluso sin saber de qué van los asuntos. Creo que debemos tener educación en el uso de esas redes sociales, y saber manejarlas. Soy una persona pública y la verdad es que tampoco tengo muchas quejas, soy un tipo con mucha suerte, me siento querido y respetado; pero siempre están los menos que te atacan, y a lo mejor te atacan con crueldad; cosa que personalmente no me afecta, pero me afecta porque tengo una hija adolescente y porque tengo una familia; por mí, no, porque llega un momento en el que ciertas cosas que se dicen, sandeces y sin sentido común, las paso por alto.

-¿Cree que es compatible el toreo con el feminismo?

-Sí, y además de toda la vida. Ha habido una época en la que nos han tachado de machistas. La mujer siempre ha tenido un sitio destacado en este arte, tanto como aficionada como desde el punto de vista profesional. Conozco muchas ganaderas, empresarias, toreras, sastras de toreros, mozas de espadas, y son tan respetadas como cualquier hombre en la profesión taurina. Cristina Sánchez llegó a la cima y hay muchísimas mujeres toreras o que están relacionadas con esta profesión a las que respetamos.

-Ha habido toreros que han entrado en concursos de televisión o que se han metido en política. ¿Estos gestos suponen la mayor ocasión perdida de renovar el toreo?

-Por encima de todo esto, estoy convencido de que el error fundamental es que se está politizando mucho el torero. Nos catalogan en un partido político determinado y eso es un error, porque el toreo es del pueblo, no es de ningún partido político. No es rojo, no es azul ni verde, no entiende de religiones tampoco, el toreo es un arte que es del pueblo, que es de nuestras tradiciones. En cuanto a si pueden cambiar ciertas cosas, ojalá, porque la verdad es que nos hace falta, pero realmente los que debemos y tenemos que cambiar esto somos los profesionales, con la ayuda de las instituciones públicas, de los políticos. Desde aquí me gustaría enviar un mensaje, y es que el toreo no se puede politizar; no porque seamos toreros tenemos que ser de un partido ni de otro, ni tenemos que ser religiosos o ateos. El toreo va más allá de una creencia religiosa o de un partido político.

-¿Cómo empieza a torear, quién le da la oportunidad?

-Empiezo a entrenar de la mano de profesionales como Carlos Mora, hermano del maestro Juan Mora, que entonces era novillero. Recuerdo que los admiraba muchísimo. Fui haciendo tentaderos, iba como aficionado y salía al ruedo después de los toreros. En todos los tentaderos veía a los matadores que estaba viendo en la televisión, y los veía en vivo, y les daba la mano, y los saludaba. Fue un comienzo importantísimo para mí. Es algo parecido a si los niños que hoy juegan al fútbol tuvieran la opción de conocer a estrellas del balón como Messi o Ronaldo. Para mí fue algo muy grande que me llenaba de orgullo. Fue muy bonito.

-Hablemos ahora de la cara y la cruz de su alternativa...

-En 1994 debuto con picadores. La verdad es que, y no está bien que lo diga porque no me gusta juzgarme, fue la mía una carrera grande como novillero. Logré triunfar en plazas importantes, como Madrid, Valencia, Nimes, Zaragoza... Llegó el día de la alternativa, un día tan bonito y tan señalado, y me la dieron dos toreros grandes, de los que yo había admirado en esos tiempos atrás, que fueron el maestro José Antonio Ruiz Espartaco y el maestro Juan Mora. De los días más bonitos y de los días más crueles también de mi vida. Pero aprendí mucho, porque vi y sentí que el toro cuando te coge te puede herir de verdad, y esto es auténtico. Y ese día, ciertamente, protagonicé la cara y la cruz de la fiesta. Hubo una alternativa que fue maravillosa para mí, delante de todos mis paisanos, con todo el cariño de todo el mundo, y el aliento de toda la gente, pero también vi la crueldad, la dureza de esto, de una cornada muy grave; estuve cerca de un mes convaleciente e incluso después de 20 años aún sufro algunos efectos de esa cornada, me han vuelto a operar (dice señalando a su pierna). Es cruel, es duro, pero también se aprende de las cornadas. Pienso que de los malos momentos se aprende más que cuando uno está bien, porque cuando uno está bien son todo elogios y son todo enhorabuenas, pero cuando uno está mal he sabido pararme, pensar, recapacitar en el por qué de esa situación. Ese día aprendí. Fue un antes y un después en mi vida, por mi alternativa y por la desgracia, entre comillas, de la dureza de la cornada.

-¿Puede describir esa cornada?

-Son momentos tan rápidos, Miguel Ángel, que no te das cuenta, pero sí que tengo una imagen en mi mente, que cierro los ojos y la veo, que es cuando intento incorporarme y no puedo. Me sentí muy herido. Cuando miré mi pierna derecha, a la altura de la ingle, vi cómo salía un chorro de sangre de algo menos de una cuarta; ahí me asusté muchísimo porque la vida es lo más bonito que tenemos los seres humanos. Vi que mi vida corría peligro, pero luego pensé que todo eso merecía la pena, que merecía la pena jugarme mi vida por lo que yo quería ser y por lo que me gustaba.

-¿Por qué hay tanta tensión en un sector que comparte una pasión tan grande?

-Toda la vida ha habido antitaurinos, los conozco desde hace ya muchos años, esto no es nuevo, lo que pasa es que ahora, con las redes sociales, están haciendo cosas con falta de respeto y con falta de información. Antes, el antitaurino se manifestaba de la mejor manera que existe: no yendo a los toros. Esa es la forma más lógica. Ahora mismo las manifestaciones de los antitaurinos son de tirarse al ruedo, de atacar muy duro a los propios profesionales. A mí me han llegado a llamar asesino, adjetivos que no merecemos. Pero pienso que hemos sido nosotros, los toreros, los profesionales, los culpables de que venga todo esto. Hace años tendríamos que haber estado más cerca de la gente, hemos tenido que mostrar a todo el mundo cómo era esta cultura, la economía que se mueve alrededor del mundo del toro. Hemos debido transmitir a todas estas personas los valores que los toreros tenemos. Hemos fallado y por ese fallo estamos pagando ahora las consecuencias. Por eso pido respeto. Estamos en un país en el que debemos respetarnos los unos a los otros. Quiero añadir que en Cáceres tenemos ahora mismo una opción de manifestarnos muy bien para decir a todo el mundo que queremos toros, y que hay afición. Un ejemplo de ello es el próximo 1 de mayo: tenemos un festejo en el que van a torear todos los niños de la Escuela Taurina de Cáceres y un servidor por mis 20 años de alternativa. No prometo nada de cómo esté yo, ni lo prometeré, pero sí prometo y me comprometo a decirle al público que los niños nos van a hacer soñar.

-¿Y qué opina de que no haya toros en Cáceres?

-Cáceres ha gozado siempre de muchísima salud taurina, todos lo sabemos. Yo recuerdo ver nuestra plaza llena, todos lo recordamos, pero ha habido un momento en el que este asunto se resumía en un enfrentamiento político. Lo estamos viendo, y es que unos van en contra de otros, y otros van en contra de unos. No van en contra de la cultura taurina, no van en contra de nuestra fiesta de los toros, son encontronazos mutuos de políticos, por eso reitero que no está bien politizar esta fiesta; debe ser una fiesta del pueblo, que todos rememos en la misma dirección. Nos hacen falta los toros en Cáceres, porque hay afición, hay gente que le gusta, y a las pruebas me remito. Esos encontronazos de los políticos no han venido bien a la fiesta taurina en Cáceres.

-Cataluña se ha quedado sin toros; ¿pasará lo mismo en Cáceres?

-No, mientras esté yo aquí (risas). Creo y espero que no. Es cierto que mientras viva en mi tierra, en Cáceres, no voy a permitir eso. Lo digo de verdad, lo digo con todo el corazón. Soy una persona que le debo muchísimo a mi profesión. Soy una persona que le debo muchísimo a esa plaza de toros, me ha hecho un hombre, me ha visto crecer como profesional. Y a todo este público, a toda la afición, a mi plaza, le debo tanto que eso se lo voy a devolver intentando que haya toros y promocionando la fiesta y transmitiendo a los chicos de la Escuela Taurina este maravilloso mundo.

-¿El buen torero es el que torea todo tipo de encastes?

-Sí. Se puede decir que sí, aunque haya toreros que se encasillan en corridas menos difíciles, porque son todas muy difíciles; ponerse delante de un toro es, de verdad, de majaras (sonríe), pero buenos toreros son todos. Hay toreros a los que les va mejor un encaste, hay otros toreros a los que les van mejor otros encastes. Hay toreros que entienden a la perfección las corridas de toros de Victorinos porque tienen otro toque con muleta, distinto al toro de Domecq; tienen otro sitio donde colocarte. Son pequeñas cosas, pequeños puntos que tiene cada encaste.

-Y un día colgó las botas...

-Sí, se suele decir...

-Se supo ir a tiempo...

-Mire, sinceramente me fui porque recuerdo que ya estaba Talavante. Y no olvido ver a Talavante hacer una ‘ruzina’, o sea, pasarse la muleta por la espalda y con media muletita darle un muletazo al toro. Veía a Miguel Ángel Perera pegar ‘pases cambiaos’ a 30 metros, que se le arrancaba el toro. Y veía cosas que un día me paré y me dije: «Yo eso no soy capaz de hacerlo», y como yo no era capaz de hacerlo, decidí no torear más; tan fácil como eso. Sería muy fácil decir: «No, es que no me daban oportunidades» o «No me quisieron»... Poner peros, poner excusas. Todas las personas debemos ser sinceras, primero con nosotros mismos. No me vi capacitado para alcanzar ciertas cimas. Lo pensé, y reitero, me dije: «Estas cosas no las puedo hacer», y decidí buscar una fecha. Estuve seis o siete meses buscando una fecha para retirarme, y lo hice, sinceramente, por eso, porque yo no me veía capacitado para hacer cosas que estaba viendo hacer a otros toreros.

-Y ahora dirige la Escuela Taurina de Cáceres...

-Así es. También trabajo para una empresa de formación continua y estoy feliz, porque tengo trabajo y me dedico igualmente a mi profesión. Estoy transmitiendo a las nuevas generaciones de Cáceres y su provincia, y a algunos chicos de Badajoz también, cosas que creo que merecen muchísimo la pena. Y es lo que quiero mantener; mantener viva taurinamente a Cáceres, aunque queden solo los rescoldos, pero vamos a estar ahí para soplar y para hacer fuego otra vez de esa lumbre casi apagada.

-Y para finalizar esta entrevista, ¿dónde están sus trajes de luces, cuántos hay y por cuál siente más cariño?

-Me quedé con cuatro vestidos de torear. Guardo con muchísimo cariño el vestido de mi despedida, guardo con muchísimo cariño el vestido de mi debut con picadores, guardo con muchísimo cariño el vestido de mi alternativa; y todos los tengo en mi casa, junto a capotes de paseo, junto a mis espadas, junto a la capilla que yo llevaba y que la ponía siempre antes de torear.

-¿Y a quién tenía en esa capilla?

-Sobre todo reinaba la Virgen de la Montaña.

-Olé ahí...

-(Sonríe y se emociona). Era la Reina Madre. Además de muchísimas estampas que me daban (todas las tengo guardadas, por supuesto), tenía fotos de mis seres queridos. Tenía fotos de mi madre, tenía fotos de mi padre, tenía fotos de mi hija, de mi mujer... Esas fotos las veía y aquello era lo que realmente me pellizcaba y me hacía decir: «Vamos palante».