-¿Puede describir su infancia?

-La recuerdo muy feliz, nací en la calle José Antonio, en una familia numerosa, somos cinco hermanos. Era una casa de dos plantas; los abuelos maternos vivían en la planta de abajo, y nosotros en la de arriba. Las unía una escalera de granito, con mucha luz. A mí me parecía aquello inmenso, seguramente no lo fuera tanto si lo viera ahora. La plaza de mis primeros juegos fue la de La Conce, estuvo unos años muy apagada, pero ahora tiene de nuevo mucho vida. Tengo unos recuerdos muy tiernos, todo muy sano, mucho campo, con la familia, con los primos, con los amigos y amigas, que aún conservo del colegio y de la calle.

-¿Qué colegio era ese y a qué se dedicaban sus padres?

-Iba a Las Carmelitas. Mi padre tenía un negocio relacionado con el mundo del campo, suministros agrícolas y ganaderos. También era tratante de ganado, explotaba una finca, muy cercana a Cáceres, lo que hoy son Los Castellanos, así se llamaba la finca. Pasábamos los veranos enteros allí, era una maravilla. Mi madre era ama de casa, que no era poco en esa época, en una casa que no tenía calefacción y con cinco hijos. Le debemos mucho a esa generación de mujeres.

-¿Qué diferencias encuentra entre el Cáceres de su niñez y el actual?

-Ha crecido bastante, pero de forma muy lenta, desde mi punto de vista. Me da la impresión de que hay tristeza en el comercio. Es una ciudad tradicional, demasiado funcionariado, poca empresa. De las piedras y del turismo no podemos vivir todos. Hay que generar riqueza, atraer empresas, aceptar que vengan emprendedores de fuera sin trabas, sin pegas y sin miedo. Los cambios no tienen que dar vértigo y creo que a las ciudades tradicionales le cuestan los cambios.

-¿Cómo fue su adolescencia?

-Con algo de rebeldía, porque soy rebelde de carácter. En esa época de mi vida me di cuenta de que mi vida en el colegio de Las Carmelitas tenía que finalizar. Empecé a darme cuenta de que había otros mundos, conocí a otra gente. En 2º de BUP me fui al Norba Caesarina y se me abrió totalmente el prisma. Conocí a gente diferente, con pensamientos diferentes, otra forma de mirar las cosas y la vida. Me hice amiga de algunos profesores y profesoras, con los que salía incluso a tomarme alguna cerveza; gente que hablaba de política, de música, de ideas... también colaboraba con el periódico del instituto. Me di cuenta de que era una mujer socialista, al escuchar. Seguramente mi ideología estaba desde hacía bastante tiempo en mi cabeza, pero yo no le había puesto nombre. Fue una época de mucho disfrutar, los campamentos del padre Pacífico, muchas horas en la calle, grandes amistades que aún siguen formando parte de mi vida. Hay jóvenes que sufren mucho durante la adolescencia; si sufrí, lo he intentado borrar del disco duro.

-¿Qué es ser madre?

-He sido madre dos veces, podría decir que tengo dos hijos únicos, una hija y un hijo, con una gran diferencia de edad entre ellos, se llevan 16 años. Ser madre es una aventura, hay momentos en los que es muy bonita, y otros en los que no lo es tanto. No soy una mujer de las que piensan que ser madre es lo mejor que ha hecho en la vida, es decir, yo podría ser una mujer feliz y completa sin haber sido madre, estoy segura. En mi opinión, hay que tener un abanico en la vida, cada varilla debe de ser algo importante, que me llene, que me haga feliz, de forma que el eje de mi vida no sean solo mis hijos. Tener aficiones, buenas amigas y amigos, un buen compañero de vida... Los hijos y las hijas son una de esas varillas, quizá la central, el pilar. Por supuesto, hay que amarles, educarles para que sean buenas personas, que tengan buenos valores, que sean personas cultas y formadas, que sean libres y luego... que aprendan a volar. Volar es muy bonito y, cuanto antes, mejor.

-Usted siempre ha sido una mujer con estilo y elegancia. ¿Por qué a las mujeres elegantes en determinados círculos se las infravalora?

-Gracias por el piropo si me considera una mujer elegante, porque a mí esa palabra me gusta. Para mí es sencillez, es claridad, es luz, es serenidad, es estilo propio, es no llevar lo que se lleva, es huir incluso de la moda. Pero, además, elegante puede ser una persona, hombre o mujer, puede ser un paraguas, una casa o una conversación.

-¿Qué es tener buenos modales?

-Parece una frase que suena antigua o trasnochada, pero a mí me parece que tener buenos modales es fundamental. Desde que te levantas hasta que te acuestas: dar los buenos días, dar las gracias, pedir por favor las cosas, saber escuchar, respetar al otro, saber estar en cada momento, respetar el medio ambiente, no ensuciar el campo, conducir con tranquilidad sin que sea un caos el ir en el coche y que te insulten y te piten porque un semáforo se ha puesto en rojo y no te has dado cuenta. Es la vida, saber estar en el mundo de forma correcta con los demás, con respeto.

-Es una mujer valiente. Tanto es así que tuvo una mala experiencia laboral, lo denunció públicamente y la gobernadora civil en los 90, Alicia Izaguirre, se fijó en usted y la fichó. ¿Puede detallar este episodio?

-He trabajado en diversos sitios desde muy joven. Mi primer trabajo fue en la fábrica de microordenadores Dragon Data, que la Junta de Extremadura compró en una subasta en el país de Gales y se trajo para acá. Y aquello fue un caos. Allí aprendí muchas cosas, de cómo se hacen y de cómo no se deben de hacer las cosas. Después tuve varios trabajos, entre ellos, en un gabinete de asesoramiento empresarial. Era joven y aunque estaba cómoda en mi trabajo acepté uno nuevo porque siempre he estado abierta a una mejora de empleo. A veces te equivocas cuando haces cambios, y ese fue el caso. Fue un desastre que acabó en un despido, denuncié, llevé a juicio y gané. Fueron incluso como testigos trabajadores de la empresa y a algunos les costó el puesto desgraciadamente, pero fueron muy valientes conmigo porque sabían que yo tenía razón. Mientras tanto, estaba buscando trabajo. Que me hubieran puesto en la calle y además de esa manera, sufrí mucho con ello. En esa pataleta escribí una carta contando lo que me había pasado. Me gusta escribir y lo escribí para desahogarme, ese romper el folio virgen y contarlo, sacar la rabia que tenía dentro. Y entonces fui al Diario Hoy, yo no conocía a nadie de la prensa, les enseñé mi carta y me la publicaron. La gente me decía que no iba a encontrar trabajo aquí, que esas cosas no se cuentan, lo típico. De hecho, una de las entrevistas de trabajo cayó, porque me dijeron que por escribir eso no me contrataban. Estoy orgullosa de haberlo hecho, me desahogué, se publicó, además era una verdad y las verdades hay que decirlas para que a nadie más volviera a ocurrirle algo parecido en esa empresa o en ninguna. Bueno, pues lo que es la vida: Alicia leyó esa carta. A una íntima amiga suya, abogada de Cáceres, le preguntó si me conocía, ella quería conocer a esa mujer que había firmado esa carta. Y así nos conocimos, en una caseta de la Feria de Mayo de Cáceres, y quedamos para tener un encuentro en su despacho. De allí salí casi con el cargo de asesora adjunta de su gabinete, no digo firmado, porque hay trámites, pero casi. Así fue, por valiente; ella estaba buscando un perfil de ese tipo.

-Hablamos de Alicia Izaguirre, una mujer que pasará a la historia por los disturbios de La Madrila. ¿Cómo vivió aquel momento y cómo lo valora desde la distancia?

-Cuando Alicia Izaguirre llegó a Cáceres, no mucho antes de empezar yo a trabajar con ella, según la información que tengo, la Asociación de Hosteleros fue a verla. Como Cáceres era una ciudad tranquila, donde se vivía muy bien, no había problemas nocturnos, le pidieron una ampliación de horarios, cada uno en su tramo: cafeterías, bares, discotecas... El Gobierno Civil tenía competencia en horarios, y el ayuntamiento, en ruidos. Ella aceptó, porque comprobó que no había denuncias y si había eran muy pocas; lo que hizo fue ampliar horarios. Cuando se empezaron a generar cientos de denuncias de gente de La Madrila que no podía descansar, lo que ella hizo fue volver a donde estaban los horarios antes de la ampliación. A partir de ahí se lió la que se lió. Creo que fue justa, que miró por ambas partes. Había mucha gente que estaba sufriendo. Así fue. Yo lo viví con dolor porque, menos bonita, le decían de todo, y ella detrás de los cristales de madrugada, pero muy tranquila del deber cumplido también, porque era una mujer que sabía lo que hacía.

-¿De aquellos polvos, estos lodos?

-Sí. Después de 20 años, 11 hosteleros han estado casi con el pie en la cárcel, cosa que me parece un poco disparatada. Ninguno de ellos son las personas que eran entonces, pero también hay otra segunda cara, la de cientos de personas denunciantes; muchas de ellas tuvieron que vender sus casas, tenían hijos que no podían dormir, estaban en tratamiento psicológico por ruidos, siguen teniendo problemas. Se ha aplicado la ley, no tengo más que añadir.

-¿Puede describir a Alicia Izaguirre, mantuvo con ella una buena relación hasta el final de sus días?

-Sí. Alicia fue para mí como una segunda madre. Era una gran socialista, lo llevaba en los genes. Su padre había muerto fusilado por ser socialista. Era una socialista íntegra, a mí me enseñó muchas cosas, a ser coherente, a no tener pájaros en la cabeza. Desde el primer día me advirtió de que estos puestos son de paso, de que aprovechara el momento, porque se viven cosas interesantes: «Tendrás una agenda buena, tu mesa estará llena de invitaciones, pero eso puede pasar en dos días, la agenda cae y las invitaciones no vuelven. Tienes que estar preparada para que eso ocurra porque eso va a ser así. ¿Cuánto tiempo? Pues no lo sabemos». Profesionalmente Alicia me enseñó muchísimo, como persona no le quiero ni contar. Era una mujer muy intensa. Había vivido mucho. Fue gobernadora civil en la zona de Navarra y en Logroño, y se tragó todos los entierros de guardias civiles asesinados a manos de ETA; y lo vivió con mucho dolor. Vino a Cáceres pensando que era una ciudad aburrida, un remanso, un descanso del mundo del que ella venía. Se enamoró de esta ciudad. Era una gran persona, una gran cocinera, una gran anfitriona, muy amiga de sus amigos, una madraza con sus hijos, se hacía su ropa, su casa estaba siempre abierta... la recuerdo con toda mi admiración y mi amor.

-También trabajó con Ramón Zapatero como gobernador civil...

-Sí. Un plazo más corto. Cuando a Alicia la designaron Delegada del Gobierno en Extremadura, nombraron gobernador civil a Ramón Zapatero, hermano del exministro Virgilio Zapatero, y se quedó con el gabinete que tenía Alicia, que estaba compuesto por Emilia Guijarro como jefa del gabinete y yo como asesora adjunta. A nivel profesional, muy bien, pero a nivel personal no se creó ese feeling; es que Alicia era mucha Alicia.

-¿Qué es un divorcio?

-La disolución legal de un matrimonio, bien de mutuo acuerdo, o por una de las partes que lo demande, sin más.

-Usted trabajó en un banco. Aquello le causaba un gran estrés...

-¿Y por qué sabe tanto de mí? (risas).

-Me documento y son años juntos...

-Si, son años juntos (más risas). Después del Gobierno Civil, cuando perdió las elecciones el PSOE, después de un año durísimo porque fue dura la caída del PSOE, fui cesada porque caímos en cadena todos los que dentro del Ministerio del Interior éramos de libre designación. Colaboré primero en los cursos de verano de la Universidad de Extremadura en Jarandilla, luego me fui al paro, trabajé en seguros, en Afinsa (no me llenaba el ojo) y luego trabajé en un banco. Me contrataron de comercial, que es lo que me gusta, pero un compañero estaba en lista de espera para una operación de larga recuperación, y lo llamaron. Entonces cometieron el error de meterme en la caja, en la urna de cristal contando dinero que no era mío. Y no me gustó la experiencia, no estaba feliz.

-¿Cómo ve la política?

-A mí me ha encantado la política. Cuando comenzó la Transición yo era una adolescente. Siendo menor de edad participé ya en una pegada de carteles, medio a oscuras, podrían haberme multado, o a los adultos que venían conmigo. Así me empecé a involucrar, conocí personalmente a Pablo Castellano y me empecé a dar cuenta de que esa gente, con esos ideales, era la que me gustaba. Ya en el Gobierno Civil fue el boom. Me parece que aquellos eran grandes políticos, con grandes discursos, no solo los de mi ideología, todos. Era gente que creía en lo que decía, con un discurso serio, con argumentos, con ilusión, coherentes. Era gente a la que admiraba. Yo ahora eso no lo siento. Ese perfil que me enamoró no lo veo.

-¿Qué es ser socialista?

-Es mucho. Es una doctrina socioeconómica, cultural y política, una manera de pensar en el reparto equitativo de la riqueza, es luchar por la igualdad entre las clases sociales.

-¿Y qué es ser progresista?

-Un paso más. No son unas siglas, es una forma de mirar el mundo; todos iguales, sin diferencias de ningún tipo: ni sexo, ni cultura, ni religiones, ni tendencias.

-Trabaja en Intromac, Instituto Tecnológico de Rocas Ornamentales y Materiales de Construcción, un ente desconocido por la mayoría...

-Mi labor es la de difundir lo que allí hacemos. Dentro del mundo de la ciencia y la tecnología Intromac es un referente. Desde mi punto de vista, al científico le cuesta salir, no sale a la calle a contar lo que hace. Difunde y publica en lugares muy concretos, poco populares. Aunque creo que, en los últimos años, esto está cambiando. Hay un interés grande de que se sepa qué se hace en ciencia y tecnología, porque todo lo que se hace acaba repercutiendo, casi siempre para bien, en el ciudadano. Se trata de sacar la ciencia a la calle.

-Potencian un programa de igualdad. ¿Qué ha de ser el feminismo?

-Intromac está implantando el Plan de Igualdad de empresa, algo atípico dentro de la Administración y menos cuando somos un centro de menos de 250 trabajadores, por lo que, de momento, no estaríamos obligados a hacerlo. Somos pioneros. Hemos realizado ya el informe diagnóstico, la fotografía de la empresa, lo que da un reflejo de en qué se puede mejorar. Se pretende que hombre y mujer tengan igualdad en sus puestos de trabajo, que no haya ningún privilegio ni diferencia salarial, ni promocional, ni de formación. Está también contemplado realizar, dentro del Plan de Igualdad, un procedimiento específico de acoso sexual, laboral. ¿El feminismo? Es luchar porque los hombres y mujeres tengan los mismos derechos, con lo cual todos deberíamos ser feministas.

-Han potenciado un proyecto sobre el cernícalo primilla, con la instalación de nidos en la parte antigua...

-El Proyecto Life Zepaurban se centra en la conservación del cernícalo primilla, viene de África y anida aquí. Parece que estaba dejando de hacerlo, por lo que surgió este proyecto europeo, en el que participan varios socios; Junta de Extremadura, una empresa extremeña que ha realizado el diseño del nido, otra empresa también extremeña que difunde las etapas del proyecto, otra empresa extremeña que fabrica los nidales... Intromac es uno de estos socios del proyecto. Nuestro trabajo es el diseño del material con el que se han fabricado los nidales, mediante la investigación, ensayos de laboratorios, haciendo muchas perrerías a los áridos, al hormigón... Por ejemplo, se ha sustituido el árido del hormigón por corcho.

-Usted habla inglés. ¿Qué pasa en España con este idioma?

-El español está convencido de que no le hace falta el inglés y de que el castellano es el idioma que más se habla en el mundo. Pero saber inglés es fundamental, es útil, necesario, aunque no sintamos admiración por él.

-Y para terminar, vive en Sierra de Fuentes. ¿Qué le aporta el campo?

-Me fui hace 18 años, cuando yo era una mujer muy urbanita. Estaba empezando una época nueva en mi vida, estaba embarazada de mi segundo hijo, que ahora ya tiene casi 17 años, y tenía un nuevo compañero de vida. Tenía ganas de cambiar cosas. Vivir en el campo es salud, es paz, te da armonía, das un paseo por el campo y no sacas la cartera, no gastas nada (más risas). En el pueblo compro productos de la huerta, carne del matarife matada de ayer... Soy defensora del comercio local. El campo, en definitiva, es no tener nunca prisa.