Kiko Mizuhara quizá no les suene, pero no habrán olvidado aquel lisérgico vestido de la pizza de Rihanna. Kiko es diseñadora, modelo, cantante, actriz, fotógrafa e influencer: una artista renacentista en tiempos de Instagram. La joven tokiota de 27 años ha trascendido el ámbito geográfico japonés y asiático y revelado su afinado olfato para intuir (y moldear) las nuevas tendencias globales. Es una personalidad arrebatadora con sobrado encanto y cercanía en una escena acartonada de divas que viste con igual naturalidad las creaciones de Dior que holgadas camisetas hiphoperas.

Audrey Noriko Daniel nació en 1990 en Dallas y a los dos años se mudó a Kobe (Japón). No es Japón el lugar idóneo para los mestizos, ni siquiera cuando el padre es un estadounidense alto, rubio y de ojos azules. Su madre, además, es descendiente de zainichis, la comunidad coreana no excesivamente valorada en un país hipernacionalista y celoso de su pureza. Kiko escondía en la escuela su inglés fluido y solo cuando se trasladó a la capital para emprender su carrera como modelo a los 16 años pudo mostrar sus raíces sin complejos. Su armonioso rostro asiático con ligeros rasgos occidentales pronto empezó a ocupar las portadas nacionales. Salió en las publicaciones Vogue, GQ, Elle o Harper’s Bazaar, anunció desde champús a comida rápida, filmó campañas con Karl Lagerfeld, Marc Jacobs y Michael Cors y fue elegida embajadora de Chanel.

Otros factores apuntalan su fama. Atrajo la atención de la prensa rosa con su noviazgo con G-Dragon, un melifluo rapero coreano con más de una veintena de números uno en su país que fue nombrado por Forbes como la personalidad más poderosa del espectáculo asiático por debajo de los 30 años. Y después está su debut en el cine con el rol de Midori en Norwegian Wood, adaptación de Tran Anh Hung del clásico de Murakami. La película, presentada en Venecia en el 2010, empujó a Kiko Mizuhara al escenario global. Después llegarían series televisivas, películas de acción y dramas.

Colección ‘Niña mala de los 90’

Kiko es ya una de las personalidades más influyentes en la moda mundial. En el 2013 empezó a colaborar con Opening Ceremony con una línea de diseños basada en el París de 1920. Ese mismo año sacó su colección Niña mala de los 90 que vistieron Rihanna y Beyoncé. También ha explorado las combinaciones entre la ropa de calle y el estilo Harajuku (el célebre distrito tokiota que concentra las tendencias juveniles más extremas). Urge aclararlo: aquel vestido de la pizza fue una excentricidad a contrapelo en el estilo urbano y cotidiano de Kiko.

Su fama en China la ha ayudado. «Es un mercado tan grande que ser modelo asiática ahora es mejor que antes, muchos me llaman porque saben que soy muy conocida ahí», reconocía en una entrevista. Pero el mercado chino también requiere servidumbres y mucho tacto para no pisar callos.

Kiko hubo de disculparse tras la tormenta que causaron sus fotos junto a la bandera japonesa del sol naciente y en el templo de Yasukuni, símbolos del imperialismo japonés que el siglo pasado dejó millones de muertos en China. También pidió perdón en mandarín en un vídeo por darle al like a una foto en Instagram donde aparecía el artista y disidente Ai Weiwei levantando el dedo corazón en la plaza de Tiananmén. La urgencia de las redes sociales se lleva mal con la hipersensibilidad china.

Yuka, su hermana cuatro años menor, ya está en la misma senda. Es modelo, diyóquey, fotógrafa y cuenta con una fiel legión de seguidores en Instagram. Dice de Kiko que es su espejo y que de tanto acompañarla a las sesiones de modelaje acabó interesada en el sector.

Ha adoptado su estilo propio, más colorista (suele teñirse el pelo de rosa) y aniñado, en sintonía con los gustos nacionales. Ya ha aparecido en las ediciones japonesas de Vogue y Elle y sus 175 centímetros, siete más que Kiko, le facilitan el éxito en la pasarela. Millones de jóvenes en el mundo miran el Instagram de dos hermanas veinteañeras de Tokio para decidir qué comprarse.