Bergen

NORUEGA

(1961)

Primera ministra noruega

La sombra de Margaret Thatcher es tan alargada y la prensa suele ser tan parca en ideas que a la primera ministra noruega, básicamente por ser mujer y conservadora, suelen llamarla Erna de hierro. Como le ocurrió a la premier británica, Erna Solberg creció en una familia de clase trabajadora -su madre era oficinista, y su padre, empleado de la compañía municipal de transportes- y llegó al Gobierno con una agenda neoliberal que, en su caso, hablaba de bajar impuestos, impulsar las privatizaciones y endurecer la política migratoria. Y como Margaret Thatcher también solía hacer, para gobernar tuvo que dejarse en casa los escrúpulos: rompió el acuerdo que habían mantenido las fuerzas políticas y pactó con el xenófobo Partido del Progreso.

En septiembre pasado, su capacidad negociadora y la recuperación económica del país tras el golpe por la caída de precios del petróleo le ayudaron a revalidar la confianza de los noruegos, algo que su partido, el Hoyre, no había logrado en los últimos 30 años. Toda una proeza para una mujer que lidera a los conservadores desde el 2004 y que al principio capeó no pocas intrigas por los malos resultados electorales.

Nacida en Bergen, Solberg se acercó al partido en su época de estudiante, y con apenas 18 años, ya se movía en la política local. Tras licenciarse en Ciencias Políticas y Sociología, en 1989 saltó al Parlamento y en el 2001 fue nombrada ministra de Administraciones Locales y Regionales. Fue en ese sillón desde el que se ganó el apodo de Erna de hierro por su línea dura en inmigración, que le llevó a presionar a Extranjería para echar del país al mulá kurdo Krekar y a negarse a dar asilo al científico israelí Mordechai Vanunu, que había filtrado información sobre el programa nuclear de su país.

En ese clásico del manual conservador, Solberg, madre de dos niños, también practica el campechanismo: suele hablar de sus problemas de sobrepeso y la han pillado jugando al Pokémon Go en el Parlamento.