Jan Stage escribió durante un tiempo sus crónicas periodísticas con una máquina de escribir fabricada en un país que ya no existe. Se trataba de una Erika de 1959 fabricada en la República Democrática Alemana. Todo en la vida de Stage era fugaz, como las páginas volanderas de un periódico. Jan Stage (1937-2003) fue un periodista y escritor danés que durante su carrera como corresponsal cubrió todos los conflictos importantes de América Latina, África y Oriente Medio.

No hay mucha obra de Stage disponible en España. En su libro Las preguntas cambiadas, publicado por Trama en el 2000, habla de «paisajes olvidados, revoluciones que ya no interesan a sus líderes y tumbas de revolucionarios».

Y de eso mismo trata El otoño cubano, un cómic biográfico creado por Morten Hesseldahl y Henrik Rehr, guionista y dibujante daneses, y publicado en España por Ponent Mon.

La pareja relata una parte de la vida de Jan Stage, aquella durante la cual fue testigo de primera mano de la Revolución cubana. Una historia de idealismos que mueren, de revoluciones que se desvanecen y de sueños que se convierten en pesadillas.

El otoño cubano es un cómic crepuscular sobre el ascenso y caída (y muerte) de un periodista. Pero habla también de la muerte de los ideales. De la muerte del amor y la amistad. Y de la muerte del Ché Chevara.

El cómic se estructura alrededor de una serie de flaskacks en la vida de Stage, un idealista nacido en el seno de una familia conservadora y educado en un duro internado que en 1962, tras sus primeros escarceos políticos y periodísticos escribiendo contra la guerra de Vietnam, viaja a Cuba decidido a «pasar a la acción».

Allí entra en contacto con la inteligentsia de la revolución: el filósofo francés Regis Debray, el editor y activista Giangiacomo Feltrinelli, el líder estudiantil boliviano Inti Peredo, la terrorista Monika Ertl, la hija de un camarógrafo de la cineasta nazi Leni Riefenstahl. Y un Ché Guevara que mostraba sus primeras diferencias con Castro («Fidel tiene miedo ¡Yo no!»).

El segundo acto de El otoño cubano es una perfecta aventura de espionaje en medio de la aventura boliviana del Ché. El número 2 del castrismo pretendió llevar en 1967 la revolución a este país americano. Allí fue traicionado y acribillado a tiros por el coronel boliviano Roberto Quintanilla Pérez, un sádico torturador que fue asesinado en Hamburgo en 1971 cuando ocupaba el puesto de cónsul de Bolivia.

El cómic fabula sobre la autoría del asesinato, que nunca fue probada, e involucra en él a Stage y sus compañeros de activismo, entre ellos Monica Ertl, quien también intentó secuestrar al criminal de guerra nazi Klaus Barbie, que en los 70 vivía refugiado en Bolivia.

Asú pues, estamos ante un muy bien resuelto thriller de espionaje, situado en plena guerra fría, y en el que la acción se mueve entre La Habana, La Paz, Hamburgo y Copenhage. Una historia real trufada de acción, intriga, amor y traición. En determinados pasajes, los autores retratan a los personajes de esta farsa como marionetas de giñol que ejecutan una danza macabra conducente a la muerte, física e ideológica, de todos ellos.

Este corifeo de muñecos de la santería cubana aporta la parte más especulativa y poética de la obra. Morten Hesseldahl es un editor escritor, guionista de cómic y director del teatro real danés. Henrik Rehr es un prolífico dibujante cuya obra más reconocida es su etapa en la tira cómica muda Ferdinand (1988-2006) y la serie juvenil Petzi. Ponent Mon ofrece en su catálogo Gavrilo Princip, obra biográfica sobre el asesino del archiduque Francisco Fernando de Habsburgo, heredero al trono austrohúngaro, y de su esposa, que fue el pistoletazo de salida para la primera guerra mundial.