R esulta curioso pensar que todavía quedan trabajadores que sufren día a día, en despachos sin luz natural, sillas que en lugar de ser ergonómicas son inestables y altamente perjudiciales, habitáculos o zulos (por llamarlos de alguna manera) sin una correcta ventilación, llenos de corriente electrostática, sin humedad, temperatura inadecuada, llena de productos químicos dañinos y con luces y sombras… No es ficción es real. Lo peor de todo, pocas veces se analizan estos temas en profundidad y se toman soluciones. Ahí lo dejo.

El nombre del ‘Síndrome del Edificio Enfermo’ lleva a engaño. No es el edificio el que enferma, sino sus habitantes (los trabajadores). La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo ha definido como un conjunto de enfermedades originadas por la contaminación del aire en estos espacios cerrados. Es un conjunto de molestias y enfermedades originadas en la mala ventilación, la descompensación de temperaturas, las partículas en suspensión, los gases y vapores de origen químico y los bioaerosoles, entre otros agentes causales identificados.

El tipo de malestares que producen y estimulan estas situaciones es variado: jaquecas, náuseas, mareos, resfriados persistentes, irritaciones de las vías respiratorias, piel y ojos, etc. Entre estos malestares, las alergias ocupan un papel importante.

La OMS fija un tanto por ciento para determinar si se puede o no hablar de este síndrome: si más del 20% de los ocupantes o trabajadores del edificio se ven afectado por molestias o enfermedades estamos ante un caso de Síndrome de Edificio Enfermo.