-Nació en Manchita (Badajoz), pero se fue muy pronto a Madrid con su familia. Hable de ese viaje....

-A finales de los 60 mucha gente emigró a las capitales a buscarse una mejor vida. Mi padre era un hombre del campo y se fue primero con mi hermano mayor, porque éramos siete. Iban a Barcelona porque un tío mío se había marchado allí, pero les pareció muy lejos y pararon en Madrid, en casa de un hermano de mi madre, y ahí se quedaron a descansar. Este tío mío le dijo: ‘Oye Joaquín, por qué no te quedas en Madrid, que Barcelona está muy lejos. Mira a ver si aquí tienes suerte”. De modo que se quedaron en Madrid y encontraron trabajo enseguida. A los tres meses fueron a por toda la familia. Yo tendría como 10 años y recuerdo que fue un viaje larguísimo en un tren que no llegaba nunca a la capital, de esos trenes que paraban en todos los pueblos. Era un tren muy incómodo, un correo de la época que le faltaba echar humo. Llegar a Madrid procedente de un pueblo de Extremadura fue como un shock.

-¿Cómo era aquel pueblo?

-Ahora que he vuelto con motivo del homenaje que me ha hecho el ayuntamiento y ha tenido el alcalde el detallazo de poner mi nombre a una plaza donde está el colegio, el punto joven, el centro cultural, el hogar de los mayores... he recordado muchas cosas. Era un pueblo pequeñito. La escuela estaba enfrente de un sitio que se llamaba El Arroyo, donde las madres lavaban con la panera y tendían en el campo. Recuerdo la primera película que vi en mi vida, que me marcó mucho. En esa época había cine de verano y de invierno en el pueblo. Fue en el de verano donde vi una pantalla que se iluminaba con un haz de luz que salía de atrás de una cabina y eso me fascinó tanto que dije: “Ah, yo quiero salir ahí, en esa pantalla”. Mi padre, mis hermanos... me miraron con cara de “este chico qué está diciendo”. Ese sueño se quedó ahí dormido pero con el tiempo, en Madrid, estudié, hice el Bachiller... mis padres querían que estudiara una carrera, pero decidí que quería hacer Arte Dramático sin que se enteraran porque había que apoyar la economía de casa en tiempos complicados. Les dije: “Dejadme que me ponga a trabajar; yo estudio, trabajo, me saco los estudios, me saco el Arte Dramático, y así lo hice”. Fue una época en la que dormía poco, estudiaba mucho, y el sueño se hizo realidad. Y ahora he vuelto a Manchita con el sueño que se ha cumplido. La plaza está justo al lado del cine de verano que ya no existe, así que ha sido muy bonito y muy emocionante volver.

-De manera que luchó. No se hizo médico, abogado o profesor...

-Claro. Podía haber hecho Medicina, Derecho, alguna carrera de ese tipo, pero opté por el Arte Dramático y viendo los resultados he realizado mi sueño, trabajo en lo que me gusta. Tengo una filmografía de 45 películas, no sé cuantas series de televisión, mogollón de obras de teatro y sigo al pie del cañón. Creo que no me equivoqué.

-Comenzó en teatro en 1978, ¿cómo recuerda la España de entonces?

-Me tocó hacer el servicio militar en el 77. Era una España un poco oscura y gris todavía y la verdad es que había mucha inseguridad en Madrid. Pero la muerte del dictador supuso toda una explosión. Viví la época de la movida, nos abrieron todas las puertas y había mucha creatividad. Cambió el color de España rápidamente. Fue la época de mi debut en teatro y lo hice por la puerta grande, con José Sazatornil en una comedia que se llamaba ‘¡Qué campanada!’ junto a María Costi y José Torremocha. A ese estreno fue mucha gente, fue Berlanga, había hecho Saza ‘La escopeta nacional’, acudió todo el reparto y para mí fue muy bonito.

-Otras obras que contaron con su presencia fueron ‘Juan José’ (1980), de Joaquín Dicenta, junto a Daniel Dicenta, ‘El público’ (1987), de Federico García Lorca, ¿cómo era el teatro de esa época y qué aprendió de los grandes?

-’El público’ fue un montaje que dirigió Lluis Pascual; lo hicimos en Milán representando con subtítulos en español y fue una experiencia increíble. En el María Guerrero estuvimos una temporada con un éxito grande porque fue un montaje espectacular. Éramos treinta y tantos actores; estaban Alfredo Alcón, Echanove, Pedro Mari Sánchez, Coronado, Carlos Iglesias, Paola Dominguín... fue una explosión de talento lo que había ahí en ese María Guerrero.

-En la gran pantalla debutó con ‘La familia, bien gracias’ (1979), de Pedro Masó, continuación de la saga protagonizada por Alberto Closas y José Luis López Vázquez. Todo un clásico de la televisión...

-Así es. José Luis López Vázquez y Alberto Closas fueron mis padrinos. Me bautizaron.

-En ‘El pico 2’ (1984), de Eloy de la Iglesia, fue ‘el Tejas’, ¿qué le aportó ese personaje?

-Fue la película más taquillera del 85, estuvo muchísimos meses en Gran Vía en cartel y para mí es una satisfacción haber estado en ese reparto, en una película que retrataba una época muy cruel, muy brutal, porque Eloy de la Iglesia era un director muy atrevido y muy valiente. Mostraba la realidad de unos personajes del extrarradio y retrató muy bien la zona interior de Carabanchel. Fue muy real y por eso esa película triunfó. Todavía me siguen recordando por ‘el Tejas’, hay gente en la red que me sigue felicitando por ese personaje y me marcó muchísimo, tanto que en esa época solo me llamaban para hacer ese tipo de papeles.

-¿Qué ha aportado el cine quinqui a la filmografía de este país?

-Creo que con el tiempo el cine de Eloy de la Iglesia se estudiará en enciclopedias, porque es verdad que retrata una época donde no había información, donde la gente caía, se metía en la heroína. Y causó estragos, mucha gente se quedó en el camino. Dentro de la historia del cine quinqui habrá un apartado para Eloy de la Iglesia porque es un cine muy verídico, muy real, con una factura muy bien hecha. En las cadenas de televisión ponen ‘El Pico 2’ y sigue dando audiencia.

-Además, había gente que consumía realmente en esa película...

-Había mucha gente que era auténtica, actores reales de la vida que hacían de sí mismos, que hacían de ellos, que estaban metidos en la droga. Era tan real como que había actores que eran de la calle.

-¿Y cómo ve el mundo de la droga?

-Con la apertura que hubo en los años 80, la gente consumía de todo y no tenía fin porque no había mucha información. Salíamos de una época muy oscura a una época con mucha luz. Había mucha creación en la música, en la pintura, en la literatura, en el cine, en las fiestas, en las discotecas.... Hubo gente que no pensó nunca las consecuencias de la droga. Pero, obviamente, quedó otra cosa positiva, el cine de Almodóvar, grupos de los 80 que todavía están vigentes: Mecano, Tequila, Tino Casal... Fueron un referente y todavía lo siguen siendo para los nuevos grupos y la nueva música.

-Habla de la movida, ¿no le parece que ahora falta cultura?

-Es que son épocas distintas. Entonces no había móviles ni internet, se vivía todo en la calle, era todo mucho más de verdad. Ahora llegas a cualquier sitio más fácil, pero creo que hay menos talento.

-Después estuvo en ‘La vaquilla’ (1985), de Luis García Berlanga, ‘Extramuros’ de Miguel Picazo (1985), ‘La mitad del cielo’ (1986) de Manuel Gutiérrez Aragón, ‘A través del espejo’ (2018), ‘Nos veremos en el infierno’, que optaba a siete candidaturas de los Goya, ‘Garantía personal’....

-He tenido la gran suerte de trabajar con directores magníficos como Antonio Mercero, Roberto Bodegas, Berlanga, Gutiérrez Aragón, Xavier Elorrieta, directores que están en la historia del cine español. De ellos he aprendido muchísimo. Trabajé con Rafael Moreno Alba, que era un director muy talentoso que hizo ‘Los gozos y las sombras’, ‘El beso del sueño’, con Maribel Verdú y Juan Diego. Luego hice una intervención en ‘Mariana Pineda’, la serie de televisión donde se despidió Pepa Flores ‘Marisol’... De todos me quedé con algo. He sido muy esponja, de quedarme con las cosas buenas de los grandes y de las cosas menos buenas, lo que había y lo que no había que hacer en un escenario o delante de una cámara. Estoy en una época donde los directores nuevos me llaman para estar en sus primeras películas, para apoyar un proyecto y de hecho tengo dos o tres largos independientes rodados para estrenar ahora. He trabajado en ‘Garantía personal’ bajo la dirección del extremeño Rodrigo Rivas. Y bueno, estoy muy contento con ese trabajo; me ha llegado en la madurez y creo que va a sorprender cuando se vea en Televisión Española porque las críticas que tuve fueron maravillosas.

-Intervino en ‘Hostal Royal Manzanares’ (1996-1997) con Lina Morgan, ‘Verano azul’ (1981), ‘Las pícaras’ (1983), ‘¡Ay señor, señor!’ (1994), ‘Señor alcalde’ (1998) o ‘Aquí no hay quien viva’ (2006). Hable de su paso por televisión...

-También en ‘Brigada central’, con Pedro Masó, con el que debuté en el cine, y en ese reparto estaban Imanol Arias y un montón de actores. He hecho apariciones en ‘Cuéntame’, ‘Hospital Central’... Tuve una época que hacía mucha televisión.

-Pertenece a esa generación de artistas que encarnaron el paso de la vieja escuela a la actual. ¿Es difícil ser actor en tiempos de hoy?

-Es más fácil que cuando yo empecé. Hay acceso a más escuelas, a más seminarios, a más preparación. Hoy día los actores cantan, bailan y actúan, en mi época no había tradición de musicales en España ni academias para aprender cante ni baile. Es mucho más completo. Y luego tú puedes mandar tu trabajo mucho más rápido, hay mucha gente que trabaja haciendo videobook, creo que es mucho más fácil enseñar tu evolución y tu trabajo a los directores, a los productores y a los de cásting que en mi época. Pienso que lo tienen más fácil pero también hay mucha más competencia que cuando yo empezaba.

-¿Cómo quitarse las etiquetas?

-Hay personajes que te marcan mucho. Me viene a la memoria Antonio Ferrandis, que se murió siendo Chanquete y había sido un actor maravilloso de teatro y de cine y él lo llevaba un poco mal eso. ‘El Tejas’ es un personaje pero no me ha marcado tanto como cuando estás todos los días en la tele metido en casa de la gente.

-¿Qué echa de menos en el gobierno de Pedro Sánchez?

-Encuentro que no hay ningún político que coja el toro por los cuernos y saque a España de esta situación de tantos partidismos y se preocupe por cosas realmente importantes y no otras como la memoria histórica, en todos los lados hubo crímenes, una guerra civil es lo peor que le puede pasar a una nación. El país sigue en un momento de crisis, de paro, y que están perdiendo el tiempo en cosas que de verdad no son tan importantes para la economía de un país y el bienestar social de la gente. La verdad que Sánchez acaba de llegar, pero es que no creo en ningún partido. Me parece que son todos, como decían mis padres, los mismos perros con distintos collares.

-¿Qué opinión le merece sacar a Franco del Valle de los Caídos?

-Qué quiere que le diga, gastarse un dineral ahora en eso... Es que los muertos están muertos, a mí me parece que la época de la dictadura fue horrorosa, pero montar ahora este pitote con Franco me parece que no viene a cuento. Dejad a los muertos en paz, digo yo. Es que van a enfrentarse las dos Españas con estas tonterías. Están removiendo una cosa que estaba muy dormida. Y hay generaciones que no saben ni quien es Franco.

-¿Qué es un preso político?

-No existen los presos políticos ya en España. Lo último que ha pasado con Cataluña es que hay personas en la cárcel porque hicieron una rebelión en contra de los principios de la Democracia.

-¿Cómo ve Extremadura?

-Cada vez que voy la encuentro mucho mejor. Hace años era la gran desconocida pero me parece bellísima. Voy mucho al norte de Cáceres, a La Vera, en verano. Mérida, Badajoz, mi pueblo... toda esa zona me parece que está impresionante y que el presidente Vara lo está haciendo muy bien. Lo único que recrimino es el tren.

-Ay, el tren...

-Cuando estrenamos ‘Garantía personal’ en Mérida, que nos acompañó el presidente y gente del gobierno y demás, se lo comenté. Lo del AVE, que estaba aprobado hace años, luego ya no... Es que está muy mal comunicada Extremadura en 2018. Mire, me dieron un premio a toda una trayectoria en el festival de ‘Plasencia Encorto’ este año y decidí irme en tren y... ¡en la hora! Llegué a Plasencia muy cabreado porque el tren era tercermundista, no había bar, la máquina de las bebidas no funcionaba, los asientos eran penosos. Y digo yo: «Bueno, a estas alturas, en una Extremadura que cada vez está mejor, que cada vez está más en el mundo, a la que vienen a rodar actores internacionales, tenemos sitios y paisajes maravillosos y que no haya un tren».

-¿Qué le enseña este trabajo?

-Me ha enseñado una cosa que para mí es la más importante, ser generoso con el compañero y humilde. Es un trabajo que cara a la galería es muy bonito, pero yo me considero un actor, un trabajador exactamente igual que el señor que por las mañanas me vende el pan y está detrás de un mostrador o atendiéndome en un hospital. Humildad y generosidad es lo que me ha enseñado este trabajo, que todos somos iguales.

-¿No le da la sensación de que en este país ya se puede ser famoso sin saber hacer nada?

-(Risas). Me temo que sí. Son famosos efímeros por los escándalos, porque venden su vida, cadenas que crean monstruos y luego los destruyen. Es un poco la tendencia que se lleva ahora. Pero detrás rascas y no hay nada. Destruyen a los monstruos y luego crean a otros nuevos. Es muy fácil hacerse famoso, y lo malo es que luego se lo creen. Se creen estrellas por vender su vida privada y eso me parece tan tremendo...