Tras once años sacándolo en procesión por las calles de Mérida, a él y a los otros apóstoles, por fin Judas (el bueno, Tadeo) ha accedido a concederme una entrevista. Me cita en San José la noche del 28 (da igual el mes).

La niebla espesaba la calle Octavio Augusto en un año en que la Mártir la ha retrasado, pero cuando ha llegado, lo ha hecho con fuerza. Era una noche fría de inciertos luceros, tan inciertos que no se veía un carajo, dicho sea esto en su más benévola acepción, aquella que se refiere al tope del mástil de un barco (antiguo) donde sólo subían los marineros más arriscados a quienes no afectaba el frío (tipo Ruma Casillas).

Total, que estábamos cual crepúsculo interior (a media luz) en un ambiente en el que Judas (Tadeo) aparece con su hacha bajo el brazo. «Es la única entrevista que concedo en dos mil años a un medio extremeño». «A todos escucho pero me cuesta contestarles». 28 y rezando favores le digo. Pero, añado, me sorprende la cantidad de devotos que tiene los días 28 y los poquitos de esos que después se les ve por la parroquia.

«Es que los curas me han dejado hueco, ahora se dedican a los marginados, a los periféricos. A la gente normal y corriente la dan por segura y os tienen abandonaditos». Además, ¿a cuánta gente que va a recoger alimentos a Cáritas las ves acercarse a dar las gracias? ¿Y de tu Cofradía?

Algo está fallando, Judas Tadeo, que no digo yo que no te merezcas esa popularidad por favores celestiales que rozan lo imposible (cuando no se sumergen en él) pero esta fe parece que hay que pulirla a la luz de la práctica cristiana, de la que me cuidaré dar consejos (pastores tiene la Iglesia). «Es un misterio que no te pienso descubrir, pero recuerda la infancia de esta gente que me viene a ver porque está todo allí… el secreto es que mantenemos el secreto, no busques razones».