Esta semana cierra sus puertas el conocido bar Quintanilla, en la plaza de Santo Domingo. Y, aunque uno se alegra por él y por Salu, su mujer, no puedo sino decir que lo echaremos de menos.

Y es que Quintanilla no era sólo un bar, si no también un lugar de encuentro, la casa de los que nos conocíamos y nos hacíamos presentes con un gesto o una mirada. Tal vez porque Quintanilla ha conseguido que los que vivimos por aquí nos sintiéramos como en casa, como habitantes de un barrio pequeño dentro de una gran ciudad.

Pero sobre todo voy a echar de menos encontrar humanidad, la gran humanidad de Paco, cuando cada tarde hacía un alto en su trabajo para llamar por teléfono a su madre en Sevilla y aún conservaba en sus ojos el brillo de algunas lágrimas.

Paco, quiero que sepas que si respetas, como has hecho siempre, la importancia de tu trabajo, éste probablemente te devuelva el favor.

A partir de ahora debes saber descansar porque el arte del descanso es una parte del arte de trabajar.

Suerte en tu nueva vida y suerte también para Pepe que ocupará el lugar llamado QUINTANILLA.

Dentro de poco el local abrirá de nuevo sus puertas, pero esta vez el negocio se enfocará de una manera distinta, ya que será una brasería.