El serial emeritense se cerró con una muy fea corrida de Sánchez Cobaleda. Una cosa es que para rejones a los toros se les exija menos, y otra es una corrida tan destartalada como la que se lidió en el coso de San Albín. Decir fea es poco, porque los toros que iban saltando al ruedo eran todo un paradigma de lo que no es el toro de lidia. Parecían moruchos.

Las hechuras no mentían y sólo se salvó el quinto toro, que se lo llevó Andy Cartagena. A su templada embestida respondió con un vibrante y muy largo tercio de banderillas, clavando, salvo un par al sesgo, siempre en los medios, dejándole llegar, con ajuste y protagonizando adornos que llegaron a los tendidos. A su primero le hizo una faena de menos a más y, tras clavar unos hierros sin excesivo ajuste, subió su quehacer de tono con un caballo de raza inglesa de gran elasticidad y expresividad. Increíble que un caballo de tal alzada permita clavar quiebros en los medios, dejando llegar tanto al toro.

Moura hijo, a sus 17 años, es un gran torero a caballo. Tiene tres caballos magníficos, cuales son Belmonte y Campo Pequeño, estrellas ambos en el segundo tercio, además de Horizonte, un caballo bayo que fue de Leonardo Hernández pero que en manos del torero portugués ha alcanzado su cenit por los terrenos que pisa. Clavó toda la tarde al estribo, sin ventajas, con una alegría juvenil que es contagiosa. Estuvo muy entonado con su primero, del que paseó una oreja, y ante el sexto dejó constancia de saber los terrenos que pisaba, llegando mucho y con valentía a un deslucido burel. Su padre, pulcro siempre, no arrebató ante el toro que abrió plaza. Su labor tuvo suficiencia pero poco más. Y más anodina fue la lidia del cuarto toro, despegado el torero ante un astado muy deslucido.