El atasco que se produjo ayer en el mismo centro de la ciudad fue de padre y muy señor mío.

Me tocó de lleno. Desde las 8.40 a las 9.10 de la mañana, aproximadamente. Llamamos a la policía local, como deber de buen ciudadano, y nos informaron que ya estaban haciendo la gestiones para descongestionar la zona, cuya cola llegaba desde la plaza de Santo Domingo, calle Graciano, plaza del Rastro, calle Cava, plaza de la Loba Capitolina, paseo de Roma, hasta el puente Lusitania.

Nos informó Miguel Valdés del atasco y que iba para rato. Me puse a leer la ordenanza municipal reguladora de la protección de la convivencia ciudadana. Casi la terminé, subrayando lo más destacado, informativamente hablando. Y subrayé bastante. Como en uno de los apartados se escribe sobre la convivencia ciudadana y comenta nuestras responsabilidades, de ahí que nos sentimos obligados a llamar a la policía para que procedieran en consecuencia. Y procedieron, tarde, pero procedieron.

A lo cerca y a lo lejos se oían las bocinas de los vehículos, era una hora punta y muchos padres llevaban a su hijos al colegio, iban al trabajo o a hacer alguna gestión. Había quedado en Confederación Hidrográfica del Guadiana con un buen amigo para hacer unas gestiones y llegué tarde. Somos esclavos de la puntualidad, pero ante tal atasco lo mejor es armarse de paciencia y esperar. Como todo hijo de vecino.

Las ordenanzas dan para una columna o más, tienen sabrosos comentarios.

Las autoridades, a Fitur. Y la próxima semana, de carnavales romanos en Mérida.