Las Hermanas Misioneras de la Caridad, la congregación que fundó Santa Teresa de Calcuta, han tenido que abrir un sitio web dedicado exclusivamente a desmentir la avalancha de citas falsamente atribuidas a esa excepcional mujer que, si no fuera porque era una santa, ya habría enviado al Ganges a alguno de los lumbreras que se dedican a vilipendiar su legado (con un filete de vaca en la mano).

El caso es que algunas citas están tan en línea con su pensamiento que los ilusos (yo, el primero) nos las podemos tragar sin anestesia: «Vive sencillamente para que otros, sencillamente, puedan vivir». Y así muchas, aunque puestos a desbarrar los hay que tiran por el camino del esperpento y ese itinerario delata enseguida la impostura.

Estoy en un grupo was de gente que llevada de su bondad me endilga unas citas excelsas, excelsamente falsas, pero me da no-se-qué decírselo porque temo que se me enojen. A lo más que he llegado es a cabrearme cuando junto a la cita piden ayuda para una niñita que está enfermísima en un hospital de Valencia y, encima, solicitan que rebote la trola a mis amigos y conocidos. Pese a las advertencias siguen erre que erre remitiendo embustes y, si me borro, no me entero de convocatorias (lo escribo para despistar).

Ahora que me ha dado por leer a Shakespeare (no tengo excusa ni edad para dejar que la vida pase y yo siga haciendo planes) no he encontrado aún esa tan mentada de: «antes de hablar, escucha; antes de escribir, piensa; antes de herir, siente; antes de odiar, quiere; antes de rendirte, inténtalo. Y antes de morir, vive». Ni la encontraré. Aunque de mis auténticas citas falsas, la preferida está junto a la foto del Dalai Lama (ponerla al lado de la cita es básico) cuando el tibetano sentencia: «Se tú mismo, excepto si eres gilipollas, entonces es mejor que seas otro». No me negaran que merecía ser del Dalai.