"Fue tal el atractivo que me produjo ver brotar por la sutura del vientre la cabeza de un niño que quería vivir, que fue algo para mí de una belleza impresionante. Sentí tal admiración por quienes eran capaces de hacer aquello que decidí desde entonces mi colaboración a facilitar la vida a los que habían de nacer". Esta frase de Maruja Martín, extraída de una entrevista publicada por este diario en 1991, con motivo de su jubilación tras 44 años ejerciendo como matrona, refleja el momento en el que decidió dedicar su vida a ayudar a los demás a venir al mundo.

Y lo hizo de tal forma, dejando un calado tan profundo entre los emeritenses, que ahora, tres años después de su muerte a los 77 años de edad, recibirá un reconocimiento a su abnegada tarea. Maruja, La Comadrona, tendrá una calle en Mérida. No en vano, desde que se iniciara en la profesión de la mano del médico Andrés Valverde López --sobre quien sentía una profunda admiración, y a quien siempre tuvo como ejemplo profesional--, en las dependencias de Auxilio Social en la calle Félix Valverde Lillo, luego en el Hospital de San Juan de Dios y finalmente en el Hospital del Insalud (el actual Hospital de Mérida), han sido muchos, miles, los vecinos de Mérida, y también de los municipios de la comarca, que Maruja ayudó a nacer. Tantos que es difícil cuantificar.

La propia Maruja contaba a su entrevistador que todos los días asistía a dos o tres nacimientos, y algunos llegaban hasta los cinco partos. En su haber se cuentan tres partos de trillizos e incluso el nacimiento de un bebé con tan solo cuatro meses de gestación, "que salió adelante", cuenta su hermana Ana Martín Galán, llena de orgullo.

"¿Cuánto cobrabas, Maruja, por asistir un parto?", le preguntaban en 1991. Y su respuesta: "Aprendí el desinterés de mi maestro (el doctor Valverde). Nunca pedí cantidad alguna. Recogía lo que buenamente me podían dar". Lo normal durante los primeros años rondaba las 25 pesetas, decía ella.

Sea como fuera, la lista de nacimientos en los que Maruja estuvo presente, cuanto menos asusta. Uno de ellos fue Francisco González, un vecino de Mérida propietario de una pequeña tienda de souvenirs de la Plaza de España. Hace unos meses, en una reunión con amigos, surgió la idea de recoger entre la ciudadanía las firmas suficientes para solicitar al ayuntamiento el nombre de Maruja para una calle. La conversación nació del debate de si Michael Jackson, que acababa de morir, se merecía o no contar con una calle en la ciudad. En ese momento Francisco llegó a la conclusión de que hay gente que siendo mucho menos conocida han contribuido de forma incalculable al bienestar de sus vecinos. Y este era el caso de Maruja. Dicho y hecho. Lo que no esperaba era que en poco tiempo los apoyos se propagaran con tanta velocidad. El último recuento supera las 6.300, y eso que ya no será necesario entregarlas en el ayuntamiento, porque el gobierno municipal ya ha respondido a la petición popular.

Quienes la conocieron, califican a Maruja como una persona alegre que siempre pensaba en cómo ayudar a los demás. Siempre atenta para asistir a la parturienta, pero también al padre de la criatura. Nada se le escapaba. Incluso después de jubilada, las embarazadas acudían a su experiencia y, por supuesto, asistió al parto de muchos de sus nietos. "Estaba disponible las 24 horas del día, los 365 días del año", afirman dos de sus hijos, Julián y José María, que se muestran "orgullosos" de que su madre reciba, de alguna forma, el cariño de los emeritenses a los que ella dedicó su vida, y "agradecidos" a Francisco por su iniciativa.

Ahora habrá que esperar un tiempo para saber el lugar en el que se colocará la placa que mantendrá a Maruja en el recuerdo de nuevas generaciones de emeritenses. Su familia, claro, considera que el lugar idóneo está en El Barrio, donde vivió con su marido, ferroviario de profesión, y donde crió a sus hijos. Aún hoy su familia vive en la calle Toledo. Su hermana Ana desearía que esta calle llevara el nombre de Maruja, pero sabe que es complicado. Los hijos, aunque también tienen sus preferencias en esta calle, estiman que cualquier calle será oportuna para que el pueblo de Mérida recuerde siempre a su madre, la comadrona de los emeritenses.