No es por casualidad que el bar Nevado y el templo Atleti (Vicente Calderón otrora Metropolitano -como el histórico bar de la Puerta de la Villa--) abrieran en las mismas fechas hace 50 años; este cumpleaños más que una casualidad es una unidad de destino en lo universal, entendiendo el fútbol como un acontecimiento global y los bares, ¡qué lugares tan gratos para conversar! puntos de encuentro para otear el devenir de la vida (misma).

Ahora que los rojiblancos (antes colchoneros cuando se dormía sobre borra) hemos pasado de la resignación al optimismo (ya nadie nos llama el Pupas) gracias, oe,oe,oe al Cholo Simeone... Ahora es tiempo de reivindicar un lugar de mi bimilenario pueblo donde, a poco que te acodes a la barra, sientes subir los índices de esperanza en el cuerpo y, ainda mais, en el alma. Ubicado estratégicamente entre las Legiones de nuestros ancestros (la Equis para ser exactos) el Nevado es algo más que un bar, una taberna, una tasca o casa de comidas... El bar Nevado es uno de esos lugares del mundo donde merece la pena parar.

Los mejores partido del Atleti los he sufrido y gozado allí; las reuniones de la Sagrada Cena más intensas se celebran en ese rincón de la barra donde se diluyen las penas del amor y el desamor; las mejores interpretaciones de la chirigota La Marara han tenido cobijo bajo su techo, las disputas más arduas con mi hermano Domingo han florecido a la derecha del Michel (Nevado), las alineaciones del Mérida (grande y chicos) se han cocinado entre sus ollas y fogones... El Nevado es casi una experiencia prodigiosa donde, y ahí está el verdadero milagro, convivimos gentes de pelajes distintos, militancias diversas, ideas opuestas... El Nevado es una argamasa que une, un escenario donde el tiempo se remansa, un confesionario donde purgar los pecados de nuestra barriada (aunque en este caso el Michel sin la sotana).

Supongo que, a estas alturas del artículo, habrán visto que estoy por la labor de loar a este don Quijote de la Barra a quien hoy quiero reconocer su contribución desde la normalidad (somos gentes corrientes) para que los emeritenses nos sintamos orgullosos de nuestra barriada, de nuestra ciudad y, sobre todo, de nuestro Bar. ¡Vale, Nevado, a por otros 50 años más!