Los tradicionales no faltaron a la cita en la plaza de España para despedir el año: Juan Villa con su familia, José María Giménez Campos con la suya y Antonio Burgos, Alejo y su mujer Angelines, más o menos un centenar. Ni un sólo político aunque Alfredo de la Rubia había quedado allí con un amigo. El amigo no faltó pero el concejal popular brilló por su ausencia. Se repartieron 420 bolsas de uvas, pero este número de personas no las hubo. De cava 210 botellas, no era extremeño parece que vino de Castellón, no lo querían catalán pero vino cercano, de la comunidad valenciana que, como decíamos en la escuela, eran tres provincias: Valencia, Alicante y Castellón de la Plana.

Las campanas sonaron, sin mucho bullicio, pero sonaron y es que cuando no hay políticos el reloj se relaja, se engrasa solo y no falla, lo peor es cuando se le ´jurga´, se cabrea y se para o da más campanadas, o las acelera y el personal se coge unos cabreos que duran mucho tiempo. La despedida del año es muy seria y la llegada, o se entra con buen pie, sin cabreo o el cabreo te dura todo el año.

El Círculo Emeritense se despertó, ya era hora que comenzará a resucitar. La gente joven sabe hacer las cosas, su flamante presidente Miguel Angel Patón, más conocido como ´Michel´, y su junta directiva han sabido darle un giro de 180 grados, es decir, la vuelta completa.

Nada digno de destacar, sólo las clásicas llamadas de vecinos que no duermen por el ruido, los petardos han sido más ruidosos y las tajas, borracheras, curdas, chispas, merluzas, tagarninas y papalinas, han sido habituales.

Mérida, a pensar en su futuro. Tiene un año de muchas esperanzas, no las desperdiciemos en crear discrepancias y ahorrémosno personalismos y busquemos la fórmula de diálogo para entrar en esas realizaciones que tiene pendiente y a unirnos para su consecución. Amen.