La corrida anunciada de Osborne fue sustituida por una de Carlos Núñez. Sin saber el motivo, aunque es de suponer que no gustaría a alguno de los mentores de los toreros, se puede decir que aquellos que quedaron en el campo al menos tienen la presunción de bravos. Los que saltaron a la portátil demostraron su falta de raza, casta y bravura. Es difícil salvar alguno, pero por ser generoso, hay que decir que el más potable fue el sexto.

Con tal material, se vivió una tarde de pocas emociones. El más nuevo de la terna, el hijo de El Capea, fue el que gracias a su mucho empeño y disposición, logró cortar las dos orejas al último. Fue faena supervalorada, pero es cierto que con su entrega tapó muchos de los defectos del animal. Hubo momentos de toreo de buen corte mezclado con pasajes vistosos. El conjunto resultó una faena agradable para el público. El tercero esperó mucho y respondió tardo a los cites. El Capea no se cansó de intentarlo pero el de Núñez no le ayudó.

MORA, CON GARRA La otra oreja de la tarde fue para Juan Mora, que llegó sustituyendo a Eduardo Gallo. El de Plasencia se la arrancó al cuarto a base de garra y empeño. El toro no atendía a las llamadas del torero y éste sólo pudo estar por encima de su enemigo. El primero, alto de agujas, tuvo poco recorrido en el capote y llegó a la muleta con embestida sosa. Mora sólo pudo dejar detalles de su personal toreo en muletazos sueltos, pero no hubo faena compacta debido a la nula colaboración del toro.

Se esperaba con interés a Miguel Angel Perera pero hubo pocas oportunidades de contemplar su calidad. Con el capote ante el segundo de la tarde dibujó algunas verónicas de buen trazo, pero muleta en mano el de Núñez le aguantó poco. Insistió por el pitón derecho más que por el izquierdo y al final, ni por uno, ni por el otro hubo lucimiento. Ante el quinto, se quedó muy quieto. Se metió en terrenos de cercanías y así enseñó su valor seco y sereno. El toro tampoco pasaba, le faltó chispa, raza y Perera se justificó hasta el punto que sin materia prima adecuada hubiera cortado una oreja, pero falló con los aceros.

Así termino la feria de la discordia, un ciclo para olvidar y una situación que debe llegar a su fin lo antes posible, por el bien de la ciudad y de su afición. Pues una feria de esta categoría no puede volver a estar manchada de polvo.