Quería empezar este artículo de opinión hablando de la dichosa casa de la Puerta de la Villa. Pero he reflexionado sobre el particular y la realidad es que de dichosa no ha tenido ni va a tener nada. Más bien de todo lo contrario. Hubiera sido dichosa si después de ser catalogada como lo fue en su día, se hubiera recuperado para el disfrute de sus propietarios y de toda la ciudadanía. Pero se ve que el destino no ha querido que así sea y al final está terminando sus días como un solar abandonado del que nadie se ha vuelto a preocupar.

Y sinceramente, a los emeritenses sí nos preocupa la situación de dejadez que sufre la finca. Pero aquí nadie dice nada. Un solar mal tapiado y con el cableado colgado en expectativa da una imagen de desolación y ruina que el centro de Mérida no se merece. Su ubicación es un sitio de privilegio y aunque haya cosas que se puedan pasar por alto, una casa que estaba catalogada no puede ser abandonada a su suerte en una ciudad Patrimonio de la Humanidad como Mérida.

ES VERDAD que la eliminación de esa vivienda irrecuperable del siglo XIX, era un obstáculo y una rémora para dar a la plaza de la Puerta de la Villa la amplitud, la profundidad y el desahogo que una entrada principal de nuestra ciudad necesita. Siempre hemos pensado que esa casa se podría haber restaurado y recuperado de su fin último, pero para ello se ve que hizo falta la voluntad de alguien. Y cuando eso falta ya no queda nada. Hoy, para nuestro deleite y diversión, solo queda el solar de lo que pudo haber sido y no fue.

La prensa diaria, las castañas asadas, los caballitos y las almendras garrapiñadas. Así es como los emeritenses esperamos que la desdichada casa de la Puerta de la Villa sea para todos como un sueño imaginario y cuanto antes podamos disfrutar de ese espacio libre, que buena falta nos está haciendo. Naturalmente, después de haber cumplido con sus propietarios conforme a la ley.