"No venimos a ganar o a perder, venimos a aprender". Con grandes letras en cartulinas de colores, este es el lema de la ludoteca del colegio Antonio Machado, en el barrio de San Lázaro. El centro, que acoge a un centenar de alumnos de los que un 90% proceden de entornos marginales, ha sido premiado con 2.000 euros por el Ministerio de Educación por sus acciones dirigidas a este tipo de alumnado. Entre ellas está la citada ludoteca, donde las matemáticas o la lengua se practican con juegos; el huerto, donde ese mismo aprendizaje se conjuga con el uso de la azada, por ejemplo; o el programa para reducir el absentismo escolar. "Buscamos la mejor manera de llegar a los alumnos y sus familias", exclama Pedro Lozano, el director.

A última hora del viernes, ludoteca le toca a quinto de primaria. Todas las clases tienen prevista una hora semanal en el particular aula. Allí hay juegos, pero divididos por las materias instrumentales (lengua o matemáticas) que ayudan a practicar. También otros tipificados como "juego libre" que sirven para ejercitar otras cuestiones, como el respeto de los turnos y las normas, atención, percepción o autonomía.

Los alumnos aplazan un momento la partida, a regañadientes, para confirmar que les gusta venir al colegio. "Aprendemos muchas cosas y nos dejan jugar", comenta Juan Antonio, alumno de 10 años que lleva en el Antonio Machado desde infantil. Un compañero ha llegado este curso procedente de otro centro de la zona, donde explica que no le iba demasiado bien: "No aprendía nada, no sabía dividir, ahora sí" comenta. Ishak, que también es nuevo este año, también coincide en que le "gusta mucho" el colegio, aunque en su caso igual que otros anteriores. A la puerta le espera su padre, Houssain Zarouki, un marroquí de 32 años que acaba de mudarse a Mérida. Sus tres hijos, de 10, 7 y 4 años, van al centro y dice estar "encantado" con el mismo.

Gabriel Silva, un vecino del barrio que acude a recoger a su hijo de 8 años, también está contento con el colegio, pero puntualiza que "últimamente". Sus tres hijos mayores fueron a estos centros porque considera que ese antes estaba "estancadillo". "Es una zona marginal, no nos vamos a engañar, y había conflictos, pero ahora se nota que están haciendo más cosas".

La dirección intenta implicar a los padres en el proceso. Se les convoca a asambleas periódicamente y, en la última por ejemplo, invitaron un chocolate con churros, para hacer el ambiente más distendido. "Le echamos imaginación y mucho esfuerzo, porque creemos en lo que hacemos", apostilla Lozano.

Uno de sus principales caballos de batalla es la lucha contra el absentismo. Tienen un programa, en colaboración con el ayuntamiento, para controlar la asistencia a clase y tomar medidas para evitar las ausencias de los alumnos. Entre otras cuestiones, desarrollan la actividad Este mes no ha faltado a clase ningún día , en la que quienes cumplen esa cuestión reciben una compensación como participar en una excursión. En diciembre, pusieron sus fotos en unas bolas de chocolate que decoraban un árbol de Navidad que luego se llevaron.

Por esa y otras iniciativas similares han recibido el tercer premio del Ministerio de Educación en el apartado de "entornos desfavorables". Son 2.000 euros que, en principio, tenían previsto dedicar a comprar unas tabletas con las que motivar a los alumnos, aunque deben estudiar para cuántas les alcanza. "Pero lo más importante es recibir este reconocimiento por algo bueno, porque poner etiquetas es muy fácil, pero quitarlas no", destaca el director.