La nueva imagen del descendedero del puente romano desata la polémica. Las críticas no se hicieron esperar el pasado lunes, nada más darse a conocer la finalización de las obras que se han llevado a cabo en la estructura para mejorar la accesibilidad. Muchos ciudadanos han expresado a través de las diferentes redes sociales su descontento con el resultado estético de los trabajos por considerar que no es acorde al monumento. Por su parte, el grupo municipal Unidas por Mérida afirmó ayer que la intervención supone «una falsificación de la realidad histórica».

El presupuesto del proyecto asciende a 46.007 euros (IVA incluido), con cargo al superávit municipal de 2019, y entre las actuaciones se incluye el cambio de pavimentación, la limpieza de la vegetación existente en todo el recorrido del puente romano, así como el rejuntado y sellados de juntas en la sillería granítica del descendedero. El asesoramiento técnico lo ha realizado el Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida, de ahí que el organismo saliera ayer al paso de las críticas asegurando que la intervención respeta «en todo momento» la Ley de Patrimonio Histórico y Cultural de Extremadura, al tiempo que «no entra» en las valoraciones estéticas.

El consorcio explica que el pavimento que presentaba el descendedero, de cantos rodados de río cogidos con hormigón de cemento, es una intervención de la segunda mitad del s. XX y, por tanto, «carece de valor histórico». Además, sostiene que no se ha alterado ninguna de las características volumétricas ni espaciales del inmueble y no se ha eliminado ningún elemento original. «El material utilizando es una solera de cal, que es un material blando y no trasmite sales a los restos arqueológicos y por tanto, lo hace compatible con el monumento y completamente reversible», apunta.

Para Unidas por Mérida, esta actuación «parece más propia de un aparcamiento que de uno de los monumentos romanos mejor conservados y más importantes del mundo». En esta línea, el grupo considera que plantear una obra en un monumento del siglo I, con el propósito de mejorar su accesibilidad, sobre un elemento «que por su propia pendiente, características físicas y funcionales, resulta incompatible con la normativa de accesibilidad».