Hoy celebramos la Constitución que aprobamos en 1978. Eran años de dudas. De luchar por unas libertades que nos acogieran a todos.

Presumir de lo que teníamos y los extremeños, que siempre habíamos estado soportando ciertas diferencias fuera de nuestra tierra, se levantaban dando el grito de: soy extremeño por encima de todo. Ese grito. Esas ganas las pude comprobar y vivir en Barcelona. Paseábamos por la Rambla con Francisco Palacios, presidente del Diter Zafra, que al día siguiente jugaba con el San Andrés y lo radiaba el mejor locutor que he conocido ante unos micrófonos deportivo, Manuel Soltero, también de Zafra y ambos radiábamos los encuentros en la cadena Ser, que comandaba Julio Luengo.

Encontramos a muchos paisanos y pudimos ver sus ganas. Iban con bufandas y gorros del color de la bandera extremeña. Nos regalaron una a cada uno y me sentí en ese momento más de mi tierra que nunca. Me emocioné cuando llegué al estadio y vi como cerca de él había balcones con banderas extremeñas y se repartían escudos con sus colores. Buscaban más que nadie su identidad. Que ya la tienen. Y pueden presumir de su extremeñismo. Allí en cataluña había un presidente del Hogar Extremeño Antonio Lorencés que era todo un lujo, descendiente de Valverde de Mérida y que ayudó a infinidad de paisanos. Logró tener un gran prestigio en la Generalitat y se enorgullecía de ser extremeño, que no era fácil en esta época. Consiguió grandes logros para los trabajadores extremeños.

Allí, en Barcelona, me sentí más de mi tierra que nunca. Y ganamos al San Andrés.