El otro día me recordaba Fernando Delgado en su 'Pecholata' la existencia de una asociación que se creó hace ya bastantes años para defender los intereses de la ciudad. Se llamaba Asociación de Amigos de Mérida para la unidad de Extremadura, de la que por cierto yo era el socio número 279. Creo que aquella idea surgió en la cabeza de mi tocayo José Luís Ortiz Belda , quien la llevó a la práctica con otros amigos cercanos como Romualdo Casillas , etc., etc., etc.

Pocos años después, en 2001, con otro grupo de amigos conseguimos fundar una nueva asociación del estilo que se llamó Colectivo Lvsitania. Un grupo al que fuerza de ser sincero, le sacamos mucho provecho. Entre otras cosas, con el apoyo del Consorcio de la Ciudad Monumental conseguimos que se iniciaran conversaciones para que el Convento de Santa Olalla de Las Freylas de Santiago pasara a ser propiedad municipal. Desde la desamortización de Mendizábal, el edificio había estado en manos privadas pasando, entre otros, por Serafín Molina (e.p.d.) y Francisco Moreno , almacenista de madera para más señas.

Este convento fue trasladado a Mérida en 1530 desde Santiago de Robledo y se construyó adosando el edificio al muro de los pies de la Iglesia de Santa Eulalia, tapiando así la Puerta de los Perdones y comunicándolo con la basílica a través del coro alto. Se facilitaba con ello que las monjas asistieran a los oficios religiosos sin tener que salir a la calle.

Esta semana he sacado a colación el tema porque creo que merece la pena volver a intentarlo. En aquella ocasión fuimos algunos atrevidos del Colectivo Lvsitania los que consideramos que debía ser propiedad municipal, y lo conseguimos. Recuerdo que socialistas y populares pugnaron por ello, pero fue el PP quien remató la faena nada más empezar la legislatura, después de muchos intentos fallidos con anterioridad. Por eso me gustaría que el asunto ahora no entrara en saco roto y que el edificio se pusiera en marcha como centro de peregrinación, hospedería, museo y centro de estudios. Porque a esta ciudad le hacen falta muchas cosas, unas más importantes que otras, pero todas necesarias si queremos darle realce y un sentido capitalino a nuestra querida Emérita.