Soy uno de los 28 despedidos por el Ayuntamiento de Mérida en abril. Estoy convencido de que no me han echado por "criterios objetivos", sino a dedo. Además, he solicitado dos veces hablar con el alcalde, Pedro Acedo , y no me ha recibido. Quizá le da vergüenza ver mi cara. Sé que todos los afectados estamos muy preocupados y algunos tenemos situaciones difíciles. En mi caso, soy un padre de una familia con ocho miembros, todos en paro, y con un hijo que lleva varios meses hospitalizado a raíz de un tumor.

Empecé a trabajar en el consistorio hace siete años. Entré, tras pasar una entrevista, como operario en la Delegación de Deportes. Nunca había tenido problemas, hasta el verano de 2011, con la llegada del concejal Juan Carlos Perdigón y el traslado de un funcionario municipal muy cercano a él. Al poco empecé a encontrar obstáculos como que me cambiaran la cerradura del almacén que yo usaba, sin aviso, y empecé a escuchar que decían que me "quedaba poco".

TRASLADO REPENTINO En noviembre de 2012, tras unos días que pedí para estar con mi hijo, al que operaron de urgencia por un tumor en la médula, me comunicaron que me cambiaban al Parque de Obras. Aunque la delegada de Personal, Leonor Nogales , me dijo que no era necesario ningún traslado, Perdigón insistió y no quiso darme la orden por escrito, como le pedí.

Una vez en Parques, me enteré de que en Deportes me había sustituido, a cargo del coche que yo conducía normalmente, el funcionario afín al concejal de Deportes y que muchos tienen la sensación de que han querido "quitarme de en medio". En marzo me convertí en uno de los afectados por el Expediente de Regulación de Empleo (ERE) para 83 trabajadores, lo que confirmaba esa teoría y me preocupó muchísimo. Cuando se retiró, me sentí aliviado, pero no me duró, porque el aviso del despido me llegó muy poco después, junto con otros 27 compañeros.

Nadie ha tenido en cuenta los siete años que llevaba en el ayuntamiento, mi edad (53 años), ni mi situación personal, con un hijo en el hospital, otra hija con dos niñas y en paro, al igual que su pareja, y mi hija pequeña, de 12 años. Mi mujer está muy afectada por lo que estamos pasando. Siempre he cumplido con mi trabajo y espero que en mi despido no haya influido mi orientación política, porque en su día fui contratado por el PP.

Esperaba que el ayuntamiento rectificara o que, al menos, el alcalde me escuchara. De nada me sirvió la reunión que tuve con él durante el ERE y ahora no quiere saber de mí, ni se acuerda de cuando luchaba por el empleo desde la oposición. En cambio, a los consejeros que ha tenido que cesar por la sentencia del Tribunal Constitucional sí que les ha buscado otro puesto. Las cosas están mal. Pero no igual de mal para todos.