Acudo a las traseras del Teatro Romano porque Michel Nevado dice que ha visto una sábana flotando por Legión X tras la entrega de las Medallas de Extremadura. Voy corriendo (todo lo rápido que puede un cojo) y a la altura de la puerta de los que entran de válvula en el teatro me encuentro al Pelín.

Pelín, no me gusta que brujulees por aquí, tú eres fantasma de barriada… Además, estas hecho unos zorros con la túnica llena de lamparones.

«Es que me he rozado con una cigüeña cuando venía a protestar».

¿Tú también? Eso de las protestas son cosas del Campamento Dignidad.

«Es que no hay derecho», dice mientras hace un escorzo en el aire para visualizar mi rostro.

Lo observo, es un decir, y veo a un fantasma lamentablemente delgado (es lo que tiene dejar la bebida, a ver si aprendo) con una tonalidad blanco roto deslucido y, en el lugar de los ojos, unos huecos que destilan la desesperanza indolente de quien tiene toda la eternidad por delante. Tiene el Pelín un aura que hace pensar en algo efímero y a punto de disiparse, por lo que antes le digo: ¿Qué te apena, alma de cántaro?

Se echa a reír estremeciendo la sábana y, mientras su risa se desvanecía, va y me dice: «¿Para cuándo la Medalla para Pedro Nieto y Pepe Fouto?» ¡Acabáramos! Otro reivindicando medallas.

Pelín, como otros muchos emeritenses, elucubra que ser de Mérida es un inconveniente para algunas cosas y, si reconocen a un equipo de fútbol femenino por estar en primera, «el Extremadura y el Mérida estuvieron cuatro años, dos cada uno, los mejores del fútbol extremeño en toda su historia…»; suspira como queja comparativa y, mientras Pelín etérea e intermitentemente va desapareciendo (como señal de Televisión Extremeña) me quedo con la duda de si tendrá razón. Porque aunque sé que es un fantasma, a veces Pelín me dice cosas que me hacen sentir incomprensible y absurdamente apenado.