La manía arboricida de don Primitivo Muñoz, a la sazón concejal del Ayuntamiento de Mérida, se ha visto reflejada en un nuevo capítulo durante los últimos días. El 7 de febrero, parece que coincidiendo con que Adenex había organizado un viaje a Galicia para colaborar con la retirada de chapapote, se desplazó a unos trabajadores municipales que tenían otro cometido a que comenzaran sus trabajos a las siete de la mañana (cuando suelen comenzar a las ocho) para proceder a la tala de tres árboles de gran porte (una casuarina y dos pinos piñoneros), en las inmediaciones de la Alcazaba.

Aunque no nos sobren este tipo de árboles, grandes, sanos y añosos, vimos cómo sus restos, o sea los tocones, aparecían el domingo, día 16, tirados cerca de su anterior emplazamiento. Sin embargo, tras las declaraciones del concejal en las que afirmaba que sólo había quitado uno, desaparecieron dos de los tocones, para volver a aparecer días después enterrados bajo un montón de escombros. El martes, día 18, fueron tomadas las fotografías en las que se ven sus restos; y el miércoles los escombros, tocones incluidos, habían desaparecido.

Curiosamente, otros escombros más accesibles, aún estaban en su sitio, por lo que se deduce que fueron deliberadamente a esconder las "pruebas del delito" y no a retirar de forma ordenada la porquería que ha salido de esta suerte de Bosnia en que han convertido el centro.

Lo sorprendente es que contrasten las afirmaciones y actuaciones del Sr. Primitivo Muñoz, cuando la competencia de la Delegación de Parques y Jardines es de Doña Begoña Saussol. Esta última no parece tener autoridad sobre el asunto en la práctica, ejerciendo el Sr. Muñoz de mandamás de este y otros asuntos.

Hay otras talas en marcha y concluidas en distintas partes, que no las hacen trabajadores cualificados, sino trabajadores de la construcción que no tienen por qué saber cómo se tala. Así, asistimos asombrados a sangrantes talas de árboles sanísimos, cortados por la cruz.

Por ejemplo, en una de las rotondas cercanas al cementerio, donde se plantaron unos cipreses pequeños que, quince días después, fueron arrancados.

El pasado verano, durante las obras de la Puerta de la Villa, se pidió a "La Encina" que decorara la fuente con distintas especies. Así se hizo, pero luego no se regaron lo suficiente hasta que se han perdido la mayoría de ejemplares. Las jardineras de alrededor, decoradas con una especie costosa, el laurel de copa, no fue del agrado del Sr Alcalde, que mandó que las arrancaron la misma tarde. Parece ser que utilizó en este caso a trabajadores de una de las empresas subcontratadas de obras municipales.

Otros lugares sembrados de césped han sido agujereados, quedándose así largo tiempo fomentando esa imagen de postguerra de algunos rincones emeritenses. Seguro que al final pondrán alguna fuente encima.

En esta maraña de intereses con ciertas empresas (que ponen fuentes, ponen y quitan bolos, hacen agujeros por doquier, quitan y ponen, ponen y quitan lo que se le ocurra cada mañana al Sr. Alcalde o al concejal de turno, que suele ser D. Primitivo), falta de coordinación entre delegaciones municipales y desprecio a esos emeritenses (que también lo son) de nuestros árboles, las conclusiones son evidentes para cualquier vecino de Mérida.

Especial es el caso de los tocones que aparecen y desaparecen, especialmente en una ciudad como esta, en la que la sombra es un lujo la mayor parte del año. Además, la manía arboricida del señor concejal contrasta con su afán palmeril, un árbol que no es autóctono en Extremadura y que tampoco da demasiada sombra, Su afición, en cualquier caso, a los espigados vegetales, sin duda le reportará la concesión del título de hijo predilecto de la ciudad de Elche.