Hay personas que hacen una labor callada y desinteresada: solo se preocupan por hacer el bien. Hace más de 50 años que conozco a Pepa López Pablo y Nani Alves Bernat , que casadas con hijos y nietos, llevan toda una vida dedicada a los demás. Ambas pertenecen a la Conferencia de San Vicente Paúl.

Recuerdo (lo tengo bien grabado) cómo auxiliaban a una enferma en 1960 en una chabola entre los puentes Fernández Casado y Romano, que se moría a chorros. O cómo atendieron con todo el cariño del mundo a un joven tuberculoso. Visitaban el barrio 'Bizcocho', hoy San Antonio, para llevar lo más imprescindible para su supervivencia a muchas familias. No tenían subvenciones y sí un gran don de generosidad. Pedían a todos, y todos los que podían, ayudaban.

Pepa y Nani han sido una pareja irrepetible. Fundaron un comedor en La Paz, en el número dos de la calle El Junco. Cuatro habitaciones para ayudar a 80 niños. Y propiciaron que las jóvenes tuvieran sus oportunidades. Enseñaron a leer y escribir, fundaron talleres de costura... Todo era poco para que las clases más desfavorecidas tuvieran una oportunidad. No escatimaban tiempo, ese que le quitaban a su propia familia.

El ayuntamiento ayudaba en lo que podía y el pueblo de Mérida, sabiendo de su labor, siempre tenía, como si fuera un milagro constante, lo más necesario para que pudieran seguir adelante. Así llevan más de 50 años. Estas personas, aquí o donde las haya, sí se merecen el reconocimiento de todos. Por su edad, siguen a duras penas con su labor, que ahora continúan otros. Solo que en la época de que la hablamos, en las décadas de los 60, 70 y 80, las necesidades y angustias de muchas familias no eran las mismas que ahora, a pesar de la crisis. Entonces, ambas luchaban contra todo y consiguieron una labor encomiable.

Estas dos mujeres sí merecen el nombre de una calle, ese reconocimiento que tienen algunos políticos que no dieron ni golpe y que jamás hicieron nada por esta ciudad ni por nadie. Mi respeto y agradecimiento a Pepa y Nani, dos mujeres irrepetibles.