¿Qué me pongo? Me pregunta Pelín en sueños, método habitual que tiene de comunicarse este buen amigo que está a mi lado sin estar conmigo. Está Pelín con la duda de elegir mascarilla blanca con pico de pato o las azules por fuera y blancas por dentro (o viceversa que no es la primera vez que me equivoco) en la tesitura de que ‘una mascarilla te define’, sacando conclusiones de carácter en la elección. A ver, a ver, para empezar discrepo del término mascarilla que en España debiera ser ‘más carilla’, tanto que las que tenemos en casa las compramos en el Pingo Doce de Elvas, muchísimo más baratas.

Entre ‘tapa bocas’ o ‘cubre bocas’ está la denominación. Que no es lo mismo tapar que cubrir: tapar es poner algo para cerrar lo que está descubierto o abierto (de ahí tapa, tapadera o tapón). Cubrir es poner algo encima o delante de una persona de manera que queda total o parcialmente oculta, protegida o resguardada. Cierto es que cubrir tiene una acepción más fecunda y gozosa que, sinceramente, no viene al caso. Así pues, prefiero ‘cubre bocas’ que creo ayuda a comprender algo la situación.

No sé quién decía que comprender las cosas que nos rodean es la mejor preparación para comprender las cosas que hay más allá. Así que sin rodeos lo digo: se llame como se llame vamos a ponernos todos la boca en cortina (visillo me parece poco) por la cuenta que nos tiene y que les tiene a quienes nos rodean. Porque el huevo de la serpiente sigue estando ahí y cuanto más ‘sabemos’ más incógnitas surgen, de tal manera que aprovechemos el viaje pues, como decía Coelho en El Alquimista (esta vez sí que me sé la cita) llegar al final no es lo importante sino todo lo que encuentras mientras vas. Y el final supongo que pasa por mascarillas floreadas, con animalitos o paisajes de tal modo que cubrir la boca sea elemento cotidiano como si tal cosa (mariposa). Eso, sería la normalidad.