Empezó bailando sevillanas cuando apenas tenía cinco años y, desde entonces, su vida ha girado en torno al baile flamenco. Hace 11 años, Yolanda Burgos se bajó de los escenarios por el nacimiento de su hijo y se centró en la docencia desde la escuela que dirige, pero recientemente ha decidido subirse de nuevo a las tablas para seguir exhibiendo su arte.

-¿Cómo llegó el baile a su vida?

-Mi madre nos apuntó a mi hermana y a mí a bailar sevillanas, lo típico, pero cuál fue mi sorpresa que me empezó a encantar el baile y desde entonces no lo he dejado. En mi casa no había ninguna relación con el flamenco, pero al final creo que es un sentimiento que se tiene dentro o no se tiene y, en este caso, gracias a mi madre tuve la oportunidad de poder probar y sentir que era lo que me gustaba. También he bailado bailes de salón, pero yo siento el flamenco como algo muy mío y es lo que me hace sentirme bien.

-¿Con qué palo se siente más identificada bailando?

-Me gusta bailar todos los palos del flamenco, pero me siento muy identificada bailando por alegrías, porque lo siento de manera diferente. El flamenco te da muchos sentimientos en función del palo, desde la pena a la alegría pasando por mil emociones, con la posibilidad de bailar según se sienta en cada momento.

-¿Cuándo abrió la escuela?

-Yo tenía 18 años cuando la profesora con la que llevaba bailando toda la vida, que era de Granada, me propuso quedarme con su escuela ‘La pelaiya’ porque decidió volver a su tierra. Así comenzó todo. Ella fue una de las pioneras en Mérida cuando todavía no había ninguna escuela de baile flamenco y creo que muchos de los que hoy nos dedicamos a ello hemos salido de su escuela.

-¿Cómo estructura las clases?

-Las clases se estructuran por niveles y por edades. Por ejemplo, tengo niñas que empiezan con cuatro años y cuando se van a estudiar fuera es cuando se despiden de mí. Ahora tengo unas 70 niñas en la escuela y también doy clases en la Universidad Popular de Calamonte.

-¿Qué les aporta el baile?

-Aparte de conocer a gente con la que no se rodean en el entorno escolar, el baile les aporta disciplina, además de valores como la convivencia o el compañerismo.

-¿Cómo ha evolucionado esta disciplina en la ciudad?

-En Mérida el flamenco está ahora en auge, hay muchas más escuelas y eso nos viene muy bien a todo el mundo porque hay más demanda. Creo que el flamenco ha evolucionado a todos los niveles en Mérida, además de que el ayuntamiento apoya este tipo de disciplinas. A nivel barriadas, las asociaciones de vecinos cuentan siempre con nosotros y eso también es muy importante porque las niñas pueden poner en práctica sobre un escenario todo lo que han trabajado. La verdad es que en la ciudad hay muy buena sintonía entre las academias y también muy buen compañerismo.

-¿Qué proyectos tiene en mente?

-Tengo muchas ganas de hacer algo que fusione lo romano con lo flamenco, pero el último proyecto en el que estoy es con Airearte, un grupo de Mérida con 11 músicos que me llamaron para bailar con ellos. Me he subido a un escenario después de 11 años sin bailar y la vuelta ha sido muy emocionante, al principio con mucho miedo porque la gente iba a estar muy pendiente, pero una vez pasa el primer baile se te olvida todo y vuelves a sentir lo grande que es subirse a un escenario.