Saúl Gentil nació en Mérida en 1998 y a nadie que le conozca le parecería extraño que lo hubiese hecho con una guitarra bajo el brazo. El año pasado terminó las enseñanzas profesionales de este instrumento, pero no tiene pensado dejar aparcada la música. Su futuro pasa por compaginar la ingeniería de Sonido e Imagen en Telecomunicación que estudia en Cáceres con crecer musicalmente lo máximo posible tanto a nivel personal como con New Road, grupo en el que canta.

¿Quién le inculcó ese gusto por la música?

-Mi padre siempre tenía muchas guitarras en casa, me enseñaba canciones y me ponía discos. Cuando era pequeño y no tenía todavía formación, me compró una guitarra muy pequeña y yo tocaba las cuerdas, pero no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Por iniciativa suya entré en el conservatorio, y agradezco haber tenido esa oportunidad desde pequeño, fue la chispa que encendió la llama.

¿Por qué este instrumento?

-Siempre me ha llamado la atención el tema de la percusión, pero crecí con la idea de que la música giraba en torno a la guitarra. Cuando te haces mayor, te das cuenta de que no es tan así. De hecho, la guitarra hoy en día está decayendo mucho.

¿Es muy sacrificado compaginar los estudios ordinarios con los musicales?

-Sí, aunque tampoco lo sé con exactitud porque no tengo conciencia de haberlo hecho de otra manera. Hasta que no he terminado el conservatorio no he sabido lo que es llegar a casa después de clase y no tener que comer corriendo para irme otra vez.

¿Cómo surgió la idea de montar un grupo?

-New Road es un proyecto que surgió a partir de cuatro amigos que no tenían mucho que ver entre ellas, ni siquiera en gustos musicales. En 2015 decidimos empezar a juntarnos para tocar hasta que vimos que la cosa iba más en serio de lo que parecía, aunque no empezamos a tener conciertos hasta el año siguiente. De hecho, el primero que dimos fue en la media maratón de Mérida.

¿Qué tipo de música tocan y cuáles son sus referentes?

-Hacemos rock alternativo, que tiene una base clásica, porque no nos olvidamos de grupos como Led Zeppelin y AC/DC, pero con un toque así más moderno tirando a Nirvana o Foo Fighters. Pero esto es a nivel grupal, porque somos cada uno de su padre y de su madre y luego a la hora de tocar confluimos en una misma idea, es algo mágico.

A nivel personal, ¿le gustaría llegar a ser profesional?

-La idea de dedicarme a la música para mí siempre ha sido un plan B, pero según pasa el tiempo cada vez lo tengo más en la cabeza como un plan A. Lo que pasa es que hoy en día es muy complicado y el arte tiene muchos altibajos, así que ojalá, pero de forma realista creo que no va a ser así.

¿Cree que el sistema valora lo suficiente la educación musical?

-Yo no veo que el sistema esté optimizado para que alguien pueda continuar sus estudios musicales sin renunciar a los obligatorios. No estamos preparados para formar artistas, pero porque tampoco hay fe ni apoyo en que eso vaya a prosperar. Luego todo el mundo quiere llegar a su pueblo y que haya una orquesta que toque bien, o sea que la necesidad social está ahí, pero no hay conciencia ni a pie de calle ni en los despachos.

¿Cómo valora el panorama musical de la ciudad de Mérida?

-Aquí hay gente muy válida, pero yo no veo apoyo por parte de las instituciones públicas. Hace poco nos vetaron un evento de micro abierto que hacíamos en las Siete Sillas. Era porque el bar no tenía licencia, pero es un claro ejemplo de lo que digo. Es verdad que hay centros de ocio, o sea que espacios hay, pero parece que están por compromiso, no porque realmente queramos que las cosas funcionen.