Etiquetar, calificar o colgar carteles identificativos a las personas es una forma cómoda de dar por perdida una relación. En estos tiempos de prisas y de plazos las etiquetas personales son fronteras que nos alejan, hacen que nos dejemos de interesar, de escuchar y, si me apuran, hasta de mirar. ¡Asquito de etiquetas como signo insolidario de amor! Al etiquetar nos ponemos en una situación superior: «Yo sé de qué va este», cuando más bien lo que no queremos es saber de qué va ese. Es un diálogo señalado por la antipatía, nada personal que diría don Vito Corleone, entre lo que imaginas que esa persona piensa de ti y lo que ella intuye que dirás de ella. Y como es poco inteligente, por vago, el etiquetar, consigue que nos hagamos más pobres en el vivir (y amargados). Y el caso es que creo que es más fácil saber por qué amamos que por qué odiamos, pero esto es lo que hay.

Ese pecado personal se transforma en vicio colectivo cuando se etiquetan a voleo comportamientos o actuaciones sociales. Es práctica de mentes totalitarias etiquetar a los adversarios; atavismos de la izquierda que están proliferando de manera preocupante de un tiempo a esta parte. «¿Vox?, ultraderecha o fascismo». Ya está, etiquetado. «¿Yo?, ultracatólico, porque voy a favor de la vida y en contra del aborto». «El matrimonio es entre un hombre y una mujer». Uff, eres un intolerante etiquetado como enemigo del progreso. Y se quedan tan panchos los muy... ¡Ay, no que entonces los estaría etiquetando! Son los pretendidos garantes de la libertad de expresión los que ponen cortapisas a quienes no se expresan como ellos, en un discurso de nuevos censores que tienden al odio.

Hay etiquetas especialmente repugnantes por semilla de odio, me refiero a las que conlleva la mal llamada memoria histórica. Y tender al odio es justo lo que están pensando, ni más ni menos. Este clima enrarecido que propician las etiquetas es, en mi opinión, lo contrario de perdonar cuando tan necesitados estamos del perdón. Frente al ‘para andar por la vida, etiqueta’ les propongo ‘no etiquetes, vivirás mejor’. Entre el ‘sálvese quien pueda’ y el ‘esto es lo que hay’ existe una amplia franja de comportamientos no etiquetables, heroicos, con la heroicidad de las pequeñas cosas, que reconfortan en este mundo de fronteras; hay gente cerca nuestra que vive con pasión sus ideas, sin etiquetar a los demás. Gente que habla el lenguaje del optimismo, el sonreír y no calificar. Gente para convivir. Esto es lo que hay.