MERIDA

Los espectadores en la obra de Julio César estaban impacientes. A las ocho de la tarde estaban ya entrando y la obra no comenzaba hasta la diez de la noche. Un sonido de trompeta, de la orquesta dirigida por el austriaco Richard Klatovsky, fue el comienzo de la representación. Llega el cortejo del César, el espectáculo estaba servido, de ahí que se comenzara a llamar teatroscope o tamayoscopia . Todo el escenario estaba lleno de actores y extras.

El escritor Alfredo Marquerie comentaba: Mary Carrillo hizo una Porcia inolvidable en acento y ademán, actitud y sentimiento; Guillermo Marín y Manuel Dicenta ratificaron su magisterio de declamación; Bruguera compensó con pasión y brío algunas dificultades de dicción; Francisco Rabal creó un Marco Antonio impresionante; Nuria Espert una Calpurniana impecable, y lo mismo Félix Navarro, Luis Orduña, Aníbal Vela, Alfonso Muñoz y restantes actores, actrices del numeroso reparto .

CLIMA

Durante la obra Tamayo preparó tal tormenta, que más de uno creyó que la noche se había metido en agua.

El clima estaba logrado, como decía Actualidad española el 23 de junio de 1955, en la obra de Julio César , en versos heptasílabos, endecasílabos y alejandrinos que José María Pemán tan cuidadosamente había confeccionado del original de William Shakespeare

El espectáculo alcanza el momento cumbre con una batalla donde participan decenas de extras, los pecholatas emeritenses, de ahí su nombre.

Un espectador, desde lo más alto, en el silencio de la noche grita: ¡Muy bien! Pero no se oye . Otro espectador soltó: Si no oyes es porque estás sordo .

Era verdad en parte. Hay lugares en el escenario oscuros y hay que cuidarlos. Los actores tiene que tener una experiencia importante al actuar al aire libre y en un espacio tan impresionante como el teatro romano.

La segunda parte se desarrolla en el anfiteatro. Todo el público tiene que moverse y comienza una costumbre que se ha terminado: se llevaban la cena, bocadillos, bebidas de todo tipo y entre trago y trago, en el descanso, con unas chuletas y tortillas de patatas, se pasaba esta media hora comentando el espectáculo. Costumbre que siguió durante muchos años.

Comienza la segunda parte con una estruendosa batalla, caballos corriendo por la escena, gritos, hogueras en el campamento romano... quinientas personas en escena. El silencio era tal que se oía el revoloteo de las palomas que anidan en el teatro. El texto de José María Pemán se pierde entre tanta algarabía. Cincuenta caballos corren de un lado a otro, espadas, escudos. La tamayoscopia estaba servida.

El final fue apoteósico. Todos los intérpretes saludando una y otra vez. Hacen subir al escenario el director de la obra, José Tamayo, con su bastón, por un accidente sufrido días antes en el teatro romano; José María Pemán, que hizo la versión de la obra de Shakespeare, dirigió unas palabras; Roberto Carpio como director adjunto, Richart Klotovsky, que compuso la música. Todo era aplausos. El éxito sigue en el espíritu de los emeritenses.