Los viejos recuerdos siempre traen añoranzas. He conseguido un pupitre de dos piezas, con su tarima para que los críos en aquellos años no pasaran frío. Grande, para tres o cuatro alumnos. Tres huecos para las plumas o pizarrines; dos huecos para los tinteros, que también he conseguido de porcelana y de cristal, los había más fuertes, de plomo.

Mi padre era maestro y yo también. Y he conocido, como alumno y profesor, estos pupitres y las pizarras con sus pizarrines.

Y los Rayas para aprender a leer de Santiago Rodríguez; varias enciclopedias desde el año 1930 hasta los cincuenta de Dalmau y Alvarez, de grado elemental, medio y superior. Las libretas de una y dos rayas y en la última página la tabla de multiplicar.

Los libros de lectura como Corazón que venían los cuentos de El tambolirero y De los Apeninos a los Andes. Con un diario del maestro.

Los libros de lectura de los años cuarenta y cincuenta tenían con contenido político enorme, todos, los religiosos y los de las chicas que trataban, a través de la lectura, el comportamiento, la urbanidad, coser. Había que guardar las formas. La Educación Física para las chicas, al comienzo de los cuarenta, tenían su forma de hacerla para que no escandalizaran. Prohibido las faldas cortas, se ponían pololos.

Estos recuerdos hemos podido conseguirlos con paciencia y visitando librerías, ferias de libros de ocasión y los mercadillos que hay en determinados lugares, tanto en España como Portugal, donde también encuentras determinados objetos de la época como plumas, pizarrines, pizarras, tinteros incluso los del profesor en cristal. Nos queda poco para exponerlos, merece la pena, nada tiene que ver con los actuales ordenadores y los chavales pueden apreciar la diferencia y como estudiaron sus padres y abuelos. Intentaremos hacernos de algún objeto más para que los conozcan nuestros hijos y nietos.