La enseñanza es su vocación y la escritura, una faceta que le ayuda a conocerse y a completarse como persona. El emeritense Manuel Ávila ya tiene en el mercado Al relente, su tercer libro de relatos cortos, tras Recovecos (2015) y Trazos de papel (2016), en el que una vez más recoge mediante su escritura fresca y sarcástica la esencia de los pueblos extremeños.

-¿Cuándo nació su interés por el mundo de las letras?

-Desde niño ya tenía capacidad de observación y la redacción no se me daba mal. Me encantaba escuchar a mis mayores sus historias, unas tristes, otras alegres, pero todas revestidas de ese tono tragicómico que tiene la vida.

-¿Por qué escribió ‘Recovecos’?

-Por la necesidad de hacerme una memoria de papel de aquellos recuerdos familiares que formaban parte de mí desde niño. Ese es el porqué de los tres libros. En ellos se recogen hechos, anécdotas o chascarrillos contados desde el tono sarcástico y burlón empleado por Chirimías. Él se toma la licencia de expresar en alto aquello que se nos viene a la boca y no decimos por prudencia o por discreción. Hay buenos y malos en el libro; pero ni el bueno es tan bueno ni el malo lo es tanto. En Recovecos hay ternura, respeto, fraternidad, emoción; pero también injusticias, envidias, engaños, venganza... Todo eso trato de plasmarlo a través de personajes anónimos pero muy reconocibles.

-¿Cómo ha evolucionado su obra?

-Soy más descriptivo, más reflexivo y quizá más libre que en el primer libro. Los que no somos escritores de profesión siempre tenemos miedo, por inseguridad, a no estar a la altura. Una vez que superas esa fase y que ves que lo que escribes tiene tirón, te atreves a sacar de ti aquello que el miedo te obligaba a mantener oculto.

-¿Qué propone con ‘Al relente’?

-La estructura de los tres libros, Al relente incluido, es una estructura de relatos cortos, aleatorios, que cabalgan en un tiempo que va desde la posguerra a nuestros días. Los relatos rezuman extremeñismo y pueblo, en su léxico, en las tramas de cada cuento, en el armazón que sujeta a personajes muy reconocibles por los que nos hemos criado en las zonas rurales o nos hemos visto influidas por ellas. Con estos relatos pretendo aportar mi granito de arena ante esa Extremadura vacía de la que tanto se habla. Estará vacía en población, no en esencia y en valores propios. Ese legado tenemos la obligación de mantenerlo y de inculcarlo en las generaciones que vienen. Algunos relatos de Al relente son novelosos, son esbozos de grandes historias por desarrollar. Quizá algún día lo haga.

-¿Cómo definiría su escritura?

-Escribo del tirón, sin filtros. Me gusta regodearme en mis descripciones. Nunca pierdo una de mis señas de identidad, que es la de reírme incluso de mí mismo.

-Como profesor de instituto, ¿cree que los valores de antaño están en decadencia?

-Un profesor no se puede permitir decir que hay valores en decadencia, eso sería caer en el pesimismo. Prefiero pensar en que estamos en un periodo de revisión de valores. Vivimos, queramos o no, en una era de cambios dominada por lo virtual, por lo electrónico que, por ser nueva, necesita una reestructuración de la escala de valores. Solo el tiempo dirá verdaderamente si esos valores los hemos dejado atrás o no.

-¿Los jóvenes están perdiendo el gusto por la lectura? ¿Cómo se podría cambiar la situación?

-Considero que ha hecho daño la lectura por obligación. Acercar el libro a los chicos, en pequeñas dosis, puede ser una de las claves.

-¿Qué le parece el panorama literario emeritense?

-Hay buenos escritores en Mérida, pero, ¿podría alguien que lea esto citar aunque fuese a tres?

-¿Se podrían hacer más eventos de promoción para los escritores?

-Sí, deberíamos contar con más espacios para exponer nuestra obra. Que se impulsase y divulgase lo mucho que tenemos que decir.