A la feria de los gitanos se le denominaba la 'Feria Chica'. La Grande se celebraba a primeros de septiembre y la Chica, en los días del Pilar, con la culminación de la Feria de Ganadera de Zafra. En Mérida se remataban muchos tratos. El recinto ferial se ubicaba en el 'Barrio del Bizcocho', hoy San Antonio, y los ganaderos culminaban sus tratos como última feria ganadera del año. Los gitanos hicieron esta celebración como suya y en la Plaza de España, por la noche, se reunían todos y en distintos corrillos. Se cantaban jaleos y tangos extremeños y también se oían algunos palos de Porrina de Badajoz con sus polos y cañas. Sin faltar las bulerías, soleres y fandangos. Se bailaba hasta la madrugada.

Las familias gitanas veían de todas las partes del país y muchas de ellas unían sus lazos con matrimonios. Los gitanos, casi el cien por cien, vivían en la barriada de La Paz, en la UVA (Unidad Vecinal de Absorción). Todas las familias se llevaban magníficamente y si había algún problema el Consejo de Ancianos, lo resolvía sin que nadie interviniera en sus decisiones. Los payos sólo participaban en estar presentes en la plaza y hacer el corro pera verlos cantar y bailar. Venían cantantes famosos y a nadie se le ocurría ofrecerles dinero: todo se hacía al más puro estilo calé. Al término de cada noche, en los bares de la plaza y en su entorno, principalmente en el Bar Zeppelín (que aún está abierto y es el más antiguo de Mérida, pues ya se publicitaba en la II República) se tomaban sus copas hasta la madrugada. Terminaban en la vivienda de alguna familia tomado un sopa de tomate con sardinas, que era una delicia: tenía un sabor especial y el gasto era mínimo.

Todo era auténtico. Sus noviazgos, sus bodas, sus ritos... hasta que en la Democracia, intervino la política. Desde entonces se han ido poco a poco disipando sus formas de comportamiento y hoy la Feria Chica no es ni una sombra de lo que fue en las décadas de los cincuenta a los ochenta.